El absurdo

El absurdo

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Ayer el Parlament votó en contra de una resolución vinculada a la solidaridad internacional. Se debatió en comisión, y su finalidad era la defensa de las víctimas, el fin de la ocupación, el boicot a los opresores y el resto de las buenas intenciones. ¿Qué pasó, si todo era bonito, politically correct y estaba enmarcado en la lógica progresista de unos partidos y un Parlament que se preocupan por las víctimas del mundo? Pero no. Resulta que sólo hablaba del boicot a Israel –a sus gentes, productos, medicinas, inventos– con el simplismo clásico de los ignorantes habituales, que reducen el conflicto árabe-israelí a cuatro esquemas maniqueos. Buenos palestinos y malos israelíes, y a ponerse la medalla del buen progre.

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BDS. Manchando la pelota.

BDS. Manchando la pelota.

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Es desafortunadamente conocida la prédica de quienes promueven la campaña de boicot, desinversión y sanciones (BDS) contra Israel. Lo que empezó como una medida contra productos fabricados en los llamados “territorios ocupados”, hoy es una desembozada campaña de deslegitimación del Estado de Israel.

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Disparate en Bellaterra

Disparate en Bellaterra

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En estos días en que se paró el mundo en Catalunya, poco tiempo hubo para asuntos menos inmediatos aunque importantes. Por ejemplo, el disparate que aprobó el claustro de la Universidad Autónoma, y que le otorgó el patético honor de ser la “primera” universidad peninsular en declarar el boicot a las universidades israelíes. Es decir, en aprobar una declaración racista, que estigmatiza a las personas por su origen y que llega al delirio de pedir el boicot a la ciencia. Por supuesto, detrás está una entidad que practica un antisemitismo primario y que ya enseñó su patita racista cuando intentó el boicot al cantante norteamericano Matisyahu por ser judío y no pronunciarse contra Israel.

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El movimiento BDS desenmascarado

El movimiento BDS desenmascarado

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Quienes creemos que el antisionismo y el antiisraelismo son formas contemporáneas de antisemitismo -meros reciclajes posmodernos de un odio añejo que, a diferencia de un buen vino, el paso del tiempo simplemente lo empeora- debemos distinguir entre la legítima crítica política a Israel y la ilegítima crítica antisemita a Israel. Usualmente, tenemos que presentar ejemplos, algunos descarnados, otros sutiles, para validar nuestra tesis, apelar a distinciones teóricas, cuidarnos de las generalizaciones y más regularmente que no, deber refutar algún típico contraejemplo que no hace más que confirmar la regla. A veces, no obstante, en un rapto de sobre-entusiasmo antijudío, son los propios antisemitas los que nos regalan un caso de esos que se tornan al instante en paradigmáticos. El pasado mes de agosto, el movimiento BDS nos ofrendó un modelo que ya puede ser visto como un clásico del género.

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