Sobreviviente de la AMIA: “Tenía que seguir viviendo. No me voy a dejar matar”

19/Jul/2022

El País- por Carlos Ríos

El País- por Carlos Ríos

“Si a los responsables de crímenes de lesa humanidad como este no los podemos llevar a juicio, estamos en una sociedad -por decir lo menos- enferma. Si uno no puede enseñar a sus hijos cuál es el bien y cuál es el mal, estamos en problemas”, dice a El País Ana Weinstein, sobreviviente del atentado a la AMIA. La semana pasada estuvo en Montevideo para compartir su testimonio con la colectividad judía uruguaya. Crédito foto: Juan Manuel Ramos

Hoy, 28 años después del atentado, Weinstein siente “un dolor y una frustración muy grande porque no se juzgó a los responsables”.

El lunes 18 de julio de 1994, hace hoy 28 años, un coche bomba destruyó la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires, matando a 85 personas e hiriendo a unas 300. Se trató del mayor atentado terrorista ocurrido en Argentina.

Los gobiernos argentino e israelí acusan al régimen de Irán de planificarlo y al grupo terrorista libanés Hezbolá, de ejecutarlo. Pero el atentado sigue impune.

“Si a los responsables de crímenes de lesa humanidad como este no los podemos llevar a juicio, estamos en una sociedad -por decir lo menos- enferma. Si uno no puede enseñar a sus hijos cuál es el bien y cuál es el mal, estamos en problemas”, dice a El País Ana Weinstein, sobreviviente del atentado a la AMIA.

La semana pasada estuvo en Montevideo para compartir su testimonio con la colectividad judía uruguaya.

A Weinstein la fuerza para superar estos horrores le viene en la sangre: sus padres son sobrevivientes del Holocausto.

Nació en Bolivia, egresó como socióloga de la Universidad Hebrea de Jerusalén, e hizo su vida en Argentina, donde fue directora del Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo Argentino de la AMIA.

En esa función, y preparando las celebraciones por los cien años de la institución judía, fue que la sorprendió el atentado en 1994.

“Logré no paralizarme, no abandonar mi trabajo, no salir de AMIA, no dejar de hablar con jóvenes desde mi trabajo como directora del Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo”, cuenta.

Hoy como directora emérita se empeña en que las nuevas generaciones conozcan lo ocurrido.

Unos días después del atentado, le pidió a un amigo que le ofreció ayuda que comprara todos los diarios y revistas de las semanas siguientes. Esos ejemplares son hasta el día de hoy la historia viva “que los chicos que vienen a entrevistarme y a buscar materiales para los aniversarios, porque este tema se enseña en los colegios de Argentina, pueden ver”.

¿Cómo vivió Ana Weinstein ese 18 de julio de 1994? Recuerda que era lunes, como hoy. Su jornada laboral diaria la repartía entre dos oficinas, ambos en edificios de la AMIA.

La rutina era ir primero al edificio de la calle Ayacucho a ver los temas del Centro de Documentación, luego caminar tres cuadras hasta el edificio de la calle Pasteur para trabajar en la celebración del centenario de la AMIA, que Weinstein estaba coordinando.

Ese día llegó con su asistente Mirta cerca de las 10 de la mañana al edificio de la calle Pasteur. Saludaron al personal de seguridad y subieron al segundo piso donde estaba su oficina. “Me senté, le pregunté a Mirta qué había para ese lunes, me dijo que teníamos que enviar unas cartas. Caminé unos metros hasta una computadora y entonces todo fue oscuridad y gritos. No sabíamos qué había pasado, si eran los andamios porque estaban en obras, las calderas o el gas”.

De la oscuridad y los gritos, a la luz. Weinstein dice que eran unas 11 personas las que estaban en su piso, y que alguien tanteó en la oscuridad lo que resultó una puerta de emergencia. “La abrieron y entró la luz del día. Pudimos salir por una escalera a una terraza. En esa terraza nos pusimos a gritarles a los que estaban en el edificio de atrás, pensando que no sabían lo que había pasado. Pero ya para ese momento estaban dando vuelta helicópteros. Éramos unas 11 personas arriba de esa azotea. Y recién cuando vimos la parte del edificio destruido, dijimos ‘es una bomba, otra vez una bomba’, remitiendo al atentado a la embajada”.

Dos años antes, el 17 de mayo de 1992, un atentado con bomba en la embajada de Israel en Buenos Aires mató a 22 personas e hirió a unas 250.

Desde la explosión a la salida a la azotea de la AMIA, pasó una media hora. Con ella salió a la azotea una muchacha joven con una bebé en brazos a la que estaba amamantando.

“Para mí eso marcó algo muy relevante”, dice Weinstein.

Y tuvo oportunidad de vivirlo 20 años después. “Un día estoy llegando a la AMIA y me dicen ‘hay una señora que te quiere ver’. Cuando llego, me dice: ‘¿sabes quién soy?’. No, le digo. ‘Laura, la que estaba amamantando a la bebé’. Nos abrazamos, nos besamos”.

La joven madre estuvo viviendo en Israel, y la bebé de 1994 hoy es madre.

“Esto me dio la certeza de que tenía que seguir viviendo. Yo lo traduje en esto: no me voy a dejar matar”, afirma Weinstein, y recuerda la experiencia de sus padres sobrevivientes del Holocausto.

Su mamá estuvo viviendo por casi tres años con su hermano en la casa de un polaco católico -“que tuvo la fuerza y la bondad de esconderlos”-, y su padre se ocultó en los bosques de Polonia hasta que recibió ayuda.

“Mis padres me enseñaron que la vida tiene que seguir”.

Reclamo de justicia.

Hoy, 28 años después del atentado de la AMIA, Weinstein siente “un dolor y una frustración muy grande porque no se juzgó a los responsables”. “Es un reclamo muy grande. Son de esas decisiones que molestan, que indignan, que preocupan, porque si no hay justicia una sociedad está enferma”, dice.

El caso del avión venezolano con tripulación iraní que está retenido en Buenos Aires desde el 8 de junio, le renovó esa sensación de impunidad.

“Esto del avión me generó una inquietud enorme, me generó un pensamiento de uno vaya a saber cuántos aviones de estos llegaron antes o después del atentado”.