Raoul Wallenberg, el hombre que se interpuso entre los asesinos y sus víctimas

10/Ago/2012

CO.PRE.DI, Lic. Rafael Winter (Rufo)

Raoul Wallenberg, el hombre que se interpuso entre los asesinos y sus víctimas

El día 4 de agosto se han cumplido cien años del nacimiento de Raoul Wallenberg, justo gentil, cuyo nombre quedó y quedará grabado para siempre en los registros de la historia.Nació en 1912 en Suecia. Viaja en 1931 a los EEUU para estudiar arquitectura, graduándose en 1935. Ese mismo año fue a trabajar a una filial del Banco Holandés en Haifa.Regresó a Suecia en 1936. En 1939 estalla la 2ª Guerra Mundial.De 1939 a 1944 no tenemos mucha información sobre él. En 1944 tenía apenas 32 años cuando se le ofrece encabezar una misión altamente riesgosa para organizar la ayuda a la comunidad judía de Budapest, Hungría.Y fue así que el 9 de julio de ese año fue designado como Primer Secretario de la Delegación Sueca en Budapest. Al llegar dicho año, el horror se había extendido ya hacía tiempo por la mayor superficie de Europa y parte del resto del mundo. En Hungría, lo peor estaba por llegar. Era de los países en los cuales la “Solución final” aún no se había concretado, pero sí iniciado  pues los nazis ya habían comenzado a ocupar el país meses atrás. Cientos de miles de judíos serían deportados y exterminados en cuestión de poco tiempo. Es en esas circunstancias que Wallenberg habrá de desarrollar su noble y humana tarea. Durante los meses siguientes a su arribo, su labor consistió en incrementar la entrega de pasaportes a judíos que urgentemente los necesitaban.Al mismo tiempo, realizaba negociaciones para conseguir permisos de tránsito a través de territorios ocupados, para así poder llegar a la neutral Suecia. Sin embargo, el período en el que la labor heroica y titánica de Wallenberg se incrementa aún más fue a partir de octubre, cuando en Hungría se produce un golpe militar fascista y la situación para los judíos se vuelve aún peor. En los meses siguientes, sus acciones se tornan cada vez más valientes y arriesgadas. Tuvo que enfrentarse a los nazis alemanes y a los nazis colaboracionistas húngaros. Por si todo eso fuera poco, organizó las llamadas “casas suecas”, para alojar allí a los millares de portadores de pasaportes.Cuando los judíos avanzaban en las llamadas “marchas de la muerte”, caminando kilómetros y kilómetros,  Wallenberg también estaba en esos lugares, ayudando, entregando alimentos, tratando de rescatar de la muerte a la mayor cantidad de judíos posible. Alcanzaba a las columnas en marcha llevando en sus manos los documentos de protección y los entregaba a cuantos judíos podía, arriesgando su vida hasta lo último, con un coraje y valentía sin límites. Sus acciones fueron mucho más allá de su inmunidad diplomática y de su cargo. Fue ostensiblemente más lejos que las instrucciones recibidas.Nunca se sabrá con exactitud a cuantos judíos salvó. Las estimaciones más altas dicen que la cantidad de judíos por él salvada, estaría cercana a los 100.000.Las estimaciones más bajas hacen referencia a decenas de miles. Por encima de todo lo que hizo fue extraordinario. “Aquel que salva una vida…”.Entonces, ¿Qué decir del héroe que salva decenas de miles de vidas?En enero de 1945 los rusos ocupan parte de Budapest y liberan a los judíos que aún quedaban. En cuanto a Wallenberg, lo que pasó con él –más allá de distintos testimonios- permanece en la nebulosa. Todo indicaría que sobrevivió a la guerra y de acuerdo a versiones (no exactamente confirmadas) habría muerto en la Unión Soviética en julio de 1947.Aparentemente nunca se supo más nada de él.Wallenberg, justo entre los gentiles, no solamente fue un héroe sin armas: también fue un héroe sin tumba. Como pocas veces en la historia, tantos le deben tanto a… uno solo, sin dejar de reconocer, demás está decir, lo que otros miles de justos entre las naciones también hicieron por nuestro pueblo.Wallenberg fue el “guardián de sus hermanos judíos”. Abandonó una vida cómoda y promisoria en Suecia para irse a Budapest, a ayudar y a salvar, a riesgo de su propia vida al prójimo en peligro, sin pensar en recompensa ni beneficio alguno. Impulsado solamente por un deber humanitario y moral. Su epopeya se transformó en leyenda.La Shoa nos exhorta a recordar, no olvidar lo que pasó. El valor y constante ejercicio de la memoria: para que la Hecatombe, Holocausto, Genocidios, no vuelvan a ocurrir nunca más. Pero el “no olvidar” también debemos aplicarlo a los justos entre las naciones, en este caso a Raoul Wallenberg, a quien el pueblo judío le debe una eterna gratitud.