¿Por qué mucha gente en el mundo occidental, lo que llamamos el “mundo libre”, apoya a un grupo terrorista de verdad? Algunos pueden estar motivados por sentimientos antisemitas, otros quizá ni siquiera saben bien qué están apoyando, pero vamos a meternos más a fondo, vamos a encontrar las verdaderas razones.
Ir contracorriente
Vivimos en la mejor sociedad que ha creado la humanidad, donde los sistemas son estables y se tolera la disidencia, así que ir contracorriente puede sentirse como un acto de autenticidad. Si todos están prosperando o conformándose, rechazar esa prosperidad, o al menos sus bases morales, se convierte en una forma de destacar.
Hamás, con su discurso antioccidental y su desafío militante, encaja perfecto como símbolo contracultural. No se trata tanto de los detalles de su ideología (muchos de sus seguidores probablemente ni los analizan) sino de la vibra de rebeldía que proyecta.
Mentalidad de nosotros contra ellos
Los psicólogos evolucionistas dirían que estamos programados para conflictos tribales: nuestros cerebros están hechos para identificar enemigos y unirnos con aliados. En una sociedad pacífica e individualista, ese instinto no desaparece; solo cambia de forma.
Los grupos terroristas, con su mentalidad clara de “nosotros contra ellos”, ofrecen una tribu instantánea para los desilusionados. Si le sumas la culpa de vivir cómodamente mientras otros sufren, tienes un imán poderoso: una causa que es a la vez rebeldía y redención.
Investigaciones sobre radicalización muestran que el descontento personal, no solo la ideología, suele alimentar el extremismo. En sociedades ricas, ese descontento puede venir del aburrimiento o la alienación más que de verdaderas dificultades. Cuando la comodidad está en su punto más alto, una sociedad puede empezar a romantizar la lucha.
Apoyar a grupos como Hamás puede ser un síntoma de esto: una forma de engancharse a una historia cruda y de alto riesgo sin dejar la seguridad de una nación libre.
Financiamiento extranjero en universidades occidentales
Cuando un país que apoya el terrorismo está financiando la educación de millones de estadounidenses y las nuevas generaciones, es muy probable que esos mismos estudiantes terminen siendo activistas de ultraizquierda pidiendo la destrucción de la única democracia en Medio Oriente, donde las personas que dicen apoyar, como la comunidad LGBTQ, son libres de vivir y hacer lo que quieran, siendo Israel el único país en la región donde eso es posible.
Vacío de propósito
En una sociedad como Estados Unidos, por ejemplo, donde las libertades personales, las oportunidades económicas y el acceso a la educación están entre los más altos de la historia, la gente suele experimentar una paradoja del privilegio.
Las necesidades básicas están cubiertas para muchos, y las luchas que definieron a generaciones anteriores (guerras, hambrunas, opresión) son recuerdos lejanos o conceptos abstractos. Esto crea un vacío de propósito.
Históricamente, los humanos han encontrado sentido al superar adversidades, ya sea construyendo una civilización, luchando por sobrevivir o persiguiendo metas colectivas. Sin esas luchas, algunos buscan causas que les den una sensación de urgencia moral o identidad.
Atajo a la relevancia
En un mundo hiperconectado, donde las redes sociales premian la moralidad performativa, alinearse con una causa polémica o radical puede ser una señal de valentía, empatía o profundidad intelectual. Es un atajo a la relevancia.
Al defender a un grupo como Hamás, pueden presumir que ven más allá de la “propaganda” de la sociedad convencional y reclamar un estándar ético superior.
Las críticas que reciben solo refuerzan su postura: es la prueba de que están causando revuelo, desafiando el statu quo y sacrificando la aprobación social por una “verdad más grande”.
Presión por lograr algo significativo
En una sociedad con oportunidades infinitas, la presión por lograr algo significativo puede ser paralizante. No todos tienen el empuje, el talento o las circunstancias para convertirse en emprendedores, artistas o innovadores.
Para algunos, la libertad de perseguir la felicidad se vuelve una carga cuando no saben cómo se ve esa felicidad. Apoyar una causa radical y lejana llena ese vacío con una sensación de misión prefabricada: no hace falta construir algo desde cero cuando puedes engancharte a una “resistencia” ya existente.
Es un propósito de bajo esfuerzo: sin riesgo personal, pero con toda la recompensa emocional de sentirse revolucionario.
No estoy negando que muchos de estos individuos estén motivados por odio hacia los judíos, algunos seguro que sí. Mi punto es que su apoyo a un grupo terrorista como Hamás, que abiertamente busca destruir la misma tierra donde realizan sus protestas, viene de una combinación de razones de fondo. Si sus vidas fueran realmente plenas, ¿por qué estarían tan obsesionados con adoptar causas tan radicales?
Vía The Zionist Beacon