Los dramáticos días previos al ataque israelí en Irak que cambió la historia hace 40 años

18/Jun/2021

Ynet Español – por Shlomo Nakdimon (Yedioth Ahronoth), adaptado por Leandro Fleischer

Ynet Español – por Shlomo Nakdimon (Yedioth Ahronoth), adaptado por Leandro Fleischer

Las inquietudes, los dilemas, la operación contundente de la Fuerza Aérea y la reunión del primer ministro Begin con el presidente egipcio Sadat tres días antes. Así fueron los momentos que precedieron al bombardeo al reactor nuclear iraquí en 1981, del que el 7 de junio pasado se cumplieron 40 años. Crédito foto: (AFP, AP, FDI, Gil Nechustan, Shutterstock)

Hay momentos en la vida de los líderes que son exclusivos de ellos. Suelen ocurrir en momentos cruciales. Al final de rondas de discusiones de todo tipo deciden los destinos de la historia. El sexto primer ministro de Israel, Menachem Begin, fue el protagonista de un momento de estas características. El 4 de junio de 1981, tres días antes del bombardeo del reactor nuclear en Irak, recibió al presidente egipcio Anwar Sadat en el asentamiento israelí Ofira -antes Sharm el-Sheikh-, en la Península del Sinaí, territorio que menos de un año después el Estado judío devolvería a Egipto y volvería a tener su nombre original.

“Hablamos de todos los temas del mundo”, me dijo Begin en su momento, “excepto de un asunto”. De hecho, el nombre de Saddam Hussein (presidente de Irak en aquella época) fue mencionado, pero por el invitado. “Saddam”, dijo Sadat, “es incluso más cruel que Gaddafi (entonces presidente de Libia)”. Begin, por supuesto, no estaba en desacuerdo. “En mi cabeza”, me manifestó más tarde, “ya había una redacción del mensaje que se daría después del hecho. Ni siquiera le insinué sobre este asunto. Incluso si no respondiera en absoluto, la responsabilidad caería sobre él, convirtiéndolo en un cómplice”.

Begin tenía razón. “No esperaba”, dijo Sadat después del bombardeo, “que Menachem me comentara en Sharm el-Sheikh acerca de la operación. Pero, ¿quién me creerá, excepto el pueblo egipcio, que yo no sabía? Solo Dios sabe cómo mi pueblo y yo superaremos esto”.

Pero una carta personal que le transmitió el primer ministro a través de un mensajero enfrió un poco su enojo. Luego, en una respuesta inicial expresada en árabe a través del embajador israelí en El Cairo, Moshe Sasson, el presidente de Egipto manifestó: “¡Alá te perdone, Menachem!”. Begin contestó: “Él, el Creador del mundo, me perdonará. ¡De eso estoy seguro!”.

Le pregunté a Begin cuál de los dos eventos principales (hubo algunos más) en los que había tenido éxito, la paz con Egipto y el bombardeo del reactor, era el que más valoraba. “Es simple”, respondió, “el bombardeo del reactor, porque se ha logrado un resultado contundente, y según los expertos pasarán otros cinco años antes de que pueda volver a construir uno nuevo, mientras que el proceso de paz recién empieza”.

En 1992, aproximadamente un mes antes de su muerte, Begin escribió: “Fuimos llamados para asegurar el bienestar de nuestro pueblo cuando existía una gran preocupación por la eficacia de las operaciones y la ansiedad por posibles respuestas. Por lo tanto, no deben sorprendernos las diferentes posturas y las dudas. Inmediatamente después de la operación, Israel se encontró sola frente a un fuerte rechazo mundial. Desafortunadamente, la Casa Blanca en Washington también nos condenó, aunque Estados Unidos estaba al tanto de las conspiraciones de Saddam Hussein. Solo unos pocos entendieron a Israel”.

“Tuvieron que pasar diez años para que el mundo reconociera la importancia del acto, pero la gratitud fue expresada con moderación. Es difícil para los líderes mundiales del mundo libre admitir públicamente que si Israel no hubiera hecho lo que hizo el 7 de junio de 1981, el mundo se habría tenido que enfrentar a un Irak armado con bombas nucleares”, concluyó Begin.