ISIS, Hezbollah, Boko Haram, Hamas: terroristas y terrorismo

07/Oct/2015

Infobae, George Chaya

ISIS, Hezbollah, Boko Haram, Hamas: terroristas y terrorismo

Las diferentes interpretaciones a las que se
presta el concepto de ‘terrorismo’ –es decir, la falta de una definición única
para describir este mal– son uno de los aspectos que dificulta el tema cuando
la comunidad internacional trata con grupos como Hezbollah, Daesh (ISIS), Boko
Haram, Al Nusra o Hamas, puesto que, en principio, aparece complicado sindicar
quién es un terrorista.
Si se parte de un principio tan amplio y
general como es el hecho de que detrás de cada terrorista lo que hay es “la
frustración de un ideal”, como sostiene a menudo gran parte de la
intelectualidad progresista occidental, la opinión pública se encontrará ante
la imposibilidad de buscar explicaciones monocausales a la hora de establecer
cuáles son las motivaciones que inducen a una persona a convertirse en un
terrorista y, por tanto, la visión que los terroristas tienen de sí mismos.
Sin embargo, a pesar de la complejidad que
presenta entender cuáles son los motivos que mueven a los terroristas hacia sus
sangrientas acciones, dado que sólo así se podrán planificar las estrategias
adecuadas para combatirlos y poner en funcionamiento una acción preventiva que
permita anticiparse a la acción de los propios terroristas con estrategias
apropiadas, entendiendo que seguramente suscitará la ira del terrorista y su
entorno, pero no debe conducir a despertar el ansia de venganza de una sociedad
en su conjunto. Es decir, resulta fundamental distinguir entre el terrorista y
su medio social. En este sentido, es bueno recordar que no pocos gobiernos y
países actúan con una escasa comprensión del terrorismo. Algo no va bien en la
identificación de su ideología y de “contra quién” es la guerra (por ejemplo,
en Siria) mucho menos se conoce sobre sus valoraciones o cuáles son sus motivaciones,
cómo son captados, a qué denominan “éxito” en esta lucha y cuáles son las
alternativas a lo que se está haciendo hoy.
Es importante establecer algunos rasgos
comunes que permitan conocer cómo son los terroristas en general. Sin embargo,
centrarse hoy especialmente en el perfil del terrorista yihadista es lo
imperioso. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 (11-S) han presentado un
tipo de terror global que pone de manifiesto la importancia de lo que hoy se ve
en el accionar del ISIS y su archienemigo Hezbollah.
Más qué nunca, se necesita saber qué pasa
por la mente de quienes se comprometen con la expansión de este tipo de
salvajismo. Sin embargo, el intento por comprender cuál es el planteamiento del
terrorista, su psicología y cosmovisión, no debe llevar a nadie a creer que
esté justificando en lo más mínimo su accionar.
Causas y comportamientos: “terrorismo
reivindicativo” y “terrorismo punitivo”
Son pocos los principios comunes que se
pueden señalar a la hora de explicar la concepción que de sí mismos tienen los
terroristas. Uno de esos elementos repetidos en prácticamente la totalidad de
ellos, no cabe duda que todo terrorista se muestra convencido de que persigue
una “causa justa” frente a una situación de “injusticia” manifiesta y
persistente en el tiempo. Esto explica que para todo terrorista, su actuación
no sólo esté plenamente justificada en este sentido, sino que además la conciba
como esencial. Su acción se plantea como única solución y se espera de ella
consecuencias inmediatas y eficaces a los fines que persigue.
Desde ese punto de vista es que se
autodefinen como “guerrilleros” en general –al margen que esta consideración
coincida o esté completamente alejada de la definición jurídica que ofrece el
derecho internacional– o como muyahidín (combatientes) en el caso de los grupos
yihadistas actuales.
Ellos se ven como combatientes en una
“guerra asimétrica” a la que consideran plenamente legítima. Para ellos, no hay
una línea de separación entre la insurgencia legítima y el terrorismo. Otro de
los puntos comunes es que todos se ven a sí mismos como “héroes y mártires“,
modelos ejemplares en sus aspiraciones sociales, etno-nacionalistas o
religiosas. Por tanto, sea cual sea su causa, esto muestra otro rasgo común, como
es el hecho de que para todo terrorista es importante el cómo va a ser
recordado en la posteridad en el ámbito de su sociedad. En este sentido, es
enormemente significativo que antes de cometer una “operación de martirio”, el
terrorista yihadista deje grabado un video para justificar su inmolación. En
estos casos el pensamiento del terrorista no va únicamente dirigido hacia las
promesas del paraíso, sino también hacia al recuerdo entre los vivos.
Precisamente esta consideración para el
recuerdo y la memoria entre los suyos es parte esencial en esa determinación
que lleva a una persona a convertirse en terrorista.
Esta consideración adquiere mucha más fuerza
si de antemano el terrorista es consciente del peligro de muerte que implica su
acción o cuando se habla de un shahid (suicida) que se encuentra muy
relacionado en los momentos actuales con las acciones del terrorismo integrista
radical, una modalidad impulsada de forma notoria por Hezbollah en el Líbano y
el Daesh en Siria e Irak o por los grupos yihadistas en los Territorios
Palestinos y Afganistán.

Fuera de lo que suponen estos aspectos
básicos, a los que podríamos añadir que se ha alterado el punto habitual, ya
que por lo general el terrorista suele ser hombre y joven en torno a los veinte
años de edad, hoy también se pueden contabilizar más de una docena de atentados
suicidas ejecutados por mujeres también jóvenes o niñas; la concepción que de
sí mismo tenga el terrorista está muy ligada a las causas que originan su
acción. Este factor es el que determinará los límites en su comportamiento.
Resolver si el terrorista persigue con sus
actos un objetivo político o social, más allá del objetivo religioso. Es muy
diferente que en el subconsciente del terrorista existan binomios conceptuales
como “ideología” o como “sacralización”. En este último caso, su propia guerra
–su causa justa– se convierte en una “guerra santa” o yihad. Si el terrorista
llega a convencerse de este hecho, la causa justa estará por encima incluso de
su propia vida. En otras palabras, el terrorista pasa a un estado de
autopercepción que lo sitúa en un escalón superior, el de mártir.
Precisamente este tipo de terrorismo
ideológico sacralizado es el que actúa en el marco de lo que ha venido a
denominarse yihadismo internacional o terrorismo global, ello por su impacto y
efecto en la sociedad mundial.
De este modo, podemos distinguir entre
denominar terrorista reivindicativo y el terrorista punitivo. El primero está
vinculado a objetivos políticos o sociales, actúa normalmente en un marco más
restringido territorialmente, aunque cuando sobrepasa este límite, actúa en
espacios donde existen intereses muy localizados en relación con su causa. En
algunas ocasiones también recurre al suicidio como arma de ataque, no como
objetivo final.
Mientras que el segundo, “el mártir
religioso”, tiene un principio de acción mucho más abstracto y en consecuencia,
su ámbito de actuación es mucho más amplio. Ni siquiera actúa promovido por un
Estado determinado, sino que pertenece a una red basada en el fundamentalismo
religioso. Para este terrorista, el suicidio es un sacrificio digno a los ojos
de la divinidad. Algo que se convierte en consecuencia, en un objetivo
superior. No en instrumento. El terrorista piensa que cuantos más enemigos
pueda asesinar en su martirio, mayor será la honra de Alá.
Ello es lo que está aconteciendo hoy en el
marco del accionar del Daesh (pretendido califato) tanto igual que con los
elementos del Hamas palestino y el Hezbollah libanés.
Éste es el terrorismo que alimentó Al Qaeda
(La Base), que tuvo su origen como guerrilla en la guerra de Afganistán contra
los soviéticos y que, desde la guerra del Golfo de 1991, se ha propagado a
través de una red transnacional de movimientos islamistas satelitales.
Una yihad global o frente islámico mundial,
como fue definido por el propio Osama Bin Laden y recogido por Abu Bakr al
Baghdadi, conductor del Daesh que ha alcanzado el grado más alto de
radicalización en movimientos fundamentalistas islámicos hasta ahora conocidos.
Pretende ser la yihad por antonomasia, la que llevará al triunfo del islam en
el orden mundial y que se inició como una corriente contraria a los regímenes
árabes y musulmanes que no aplicaban de forma rigurosa la sharia (o ley
islámica) y acabó extendiendo a todos los “enemigos” del islam, entendiendo por
ellos, en primer lugar a los estadounidenses, seguidos de los judíos y a todos
los regímenes árabes laicos que el Daeshidentifique como colaboradores de los
“infieles”. Esto explica por qué muchos de los movimientos más radicales sean
respaldados en todo el mundo musulmán y en sus extensiones hacia Occidente.
El muyahid (combatiente) de esta yihad,
conocido como yihadí, no tiene límites en su acción, ni geográficos, ni en
cuanto a sus medios.
La prueba de ello es que a la llamada a la
yihad global de Abu Bakr al Baghdadi respondieron grupos en más de catorce
países islámicos. Entre otros el Grupo Islámico Armado (GIA) argelino, Al
Yama´a al islamiyya (‘La Asamblea Islámica’) egipcio o El Harakat al Muyahidun
(‘Movimiento de los Combatientes’) pakistaní.
En ello se puede comprobar que, en este tipo
de terrorismo político, existe un objetivo ciertamente religioso en su grado
más puro.