El último golpe del califato del terror

21/Ago/2014

El País, España, ÁNGELES ESPINOSA Erbil (Irak)

El último golpe del califato del terror

El Estado Islámico toma
el relevo de Al Qaeda con métodos aún más violentos

Obama: “El Estado
Islámico no tiene cabida en el siglo XXI”El autodenominado Estado
Islámico ha cumplido su amenaza de “ahogar en sangre” a Estados Unidos en
venganza por el castigo que le está infligiendo en Irak, tal como había
anunciado en una campaña previa en Twitter. A pesar de los escalofríos que
provoca, el espeluznante vídeo de la decapitación de un periodista
norteamericano pone de relieve la astucia mediática de esos terroristas, y con
toda probabilidad va a granjearles nuevos reclutas, incluso en Occidente.
Estado Islámico (EI) es
la nueva designación que se ha atribuido desde el pasado junio el grupo antes
conocido como Estado Islámico en Irak y el Levante (en referencia a la gran
Siria), y antes aún como Estado Islámico en Irak. Aunque éste surgió de la rama
iraquí de Al Qaeda, terminó rompiendo lazos con la organización madre a raíz de
su expansión a Siria, en contra de las consignas de sus dirigentes. A
diferencia de Al Qaeda, el EI no ha atacado objetivos occidentales fuera de
esta región.
EE UU cree auténtico el
vídeo del asesinato del periodista por yihadistas
El Estado Islámico
difunde un vídeo con la decapitación de un periodista
El nombre elegido hace
referencia a un gobierno ideal basado en la ley islámica y que se asocia con
los primeros tiempos del islam. Su líder, Abu Bakr al Bagdadi, con toda
seguridad un apodo, ha declarado un “califato” en los territorios que controla
tanto en Siria como en Irak, e incluso exige que todos los musulmanes del mundo
le juren lealtad, una pretensión que ha sido ridiculizada por numerosos ulemas.
No obstante, su capacidad para financiarse (el Gobierno iraquí sospecha que
hace contrabando de petróleo) obliga a tomarlo en serio.
Bajo cualquiera que sean
sus siglas, lo que no ha variado es su ideología basada en una lectura literal
e intransigente del islam suní, que considera heréticos al resto de los
musulmanes (e infieles al resto). Sus raíces en la lucha contra la ocupación
estadounidense de Irak a mediados de la pasada década, le granjearon apoyos
entre la comunidad árabe suní de ese país, que se sintió perdedora del cambio
político que supuso la desaparición de Saddam Husein. Sin embargo, con el
tiempo su desafío a las estructuras tribales le terminó creando enemigos (algo
que aprovechó EEUU para aplacar la insurgencia antes de retirar sus tropas en
2011).
Su lectura del islam suní
considera herejes al resto de musulmanes
Luego, su intervención en
una Siria levantada contra Bachar el Asad le permitió aumentar sus bases,
despertando las simpatías de muchos jóvenes musulmanes en todo el mundo que no
entendían la pasividad de Occidente ante la feroz represión del dictador. Su
sagaz utilización de las redes sociales (con cuentas oficiales y una red de
voluntarios individuales que difunden sus mensajes) le ha servido para ampliar
tanto el eco de sus acciones como sus campañas de propaganda.
“El EI está usando las
[redes] sociales y otros medios para reclutar seguidores y atemorizar a sus
enemigos hasta la rendición”, escribe el columnista Ali Hashem en Al Monitor.
Durante decenas de
entrevistas realizadas en la última semana por esta corresponsal entre los
desplazados llegados al Kurdistán iraquí, apenas en dos casos las víctimas
habían tenido contacto con los fanáticos del EI. Todos los demás relataban
haber salido huyendo ante las noticias de que esas huestes se acercaban a sus
pueblos.
La misma brutalidad que
aterroriza a yazidíes, cristianos y otras minorías, además de a la mayoría de
los musulmanes, resulta enfermizamente atractiva para algunos jóvenes saudíes,
paquistaníes, chechenos o europeos musulmanes, incluidos algunos españoles.
Según Hashem, “las historias más leídas en las webs de noticias en árabe son en
la actualidad las relacionadas con las presuntas atrocidades cometidas por el
EI”.
Ni siquiera hace falta
que sean ciertas. La probada crueldad del grupo las hace creíbles, en especial
cuando se trata de cualquier tipo de comportamiento medieval como las
decapitaciones o los matrimonios forzosos de muchachas.
“De muchas de las
acusaciones que corren estos días, como el secuestro, violación y venta de
chicas, no tenemos pruebas y no se corresponden con las pautas de conducta
anteriores del grupo”, advertía recientemente a este diario Donatella Rovera,
investigadora de Amnistía Internacional en Irak. “Los crímenes del EI son lo
suficientemente horrorosos como para que no haga falta exagerarlos”.
El grupo, tan ducho en el
manejo de Twitter y YouTube, no se molesta en negarlos. Eso le permite vencer a
sus enemigos con el mínimo de enfrentamientos, tal como sucedió durante la toma
de Mosul y su posterior avance hasta Tikrit. Y eso es lo que ha hecho hasta
ahora, concentrarse en la conquista de territorio, con el pretexto de hacer la
yihad, o guerra santa, (apropiándose de un término religioso para enfado de los
musulmanes que rechazan que se les llame yihadistas).
La brutalidad de sus
golpes es atractiva para algunos jóvenes
Esa política tiene además
otro objetivo: alentar el número de reclutas para reforzar las filas de esos
fanáticos. No es sólo teoría. De acuerdo con el Observatorio Sirio de los
Derechos Humanos, al menos 6.000 nuevos combatientes se han unido al EI en Siria
durante el último mes. Ese alistamiento sin precedentes elevaría sus filas
hasta los 21.000 milicianos. Aunque la mayoría son sirios, Rami Abdelrahman, el
fundador de ese centro de análisis, ha declarado a Reuters que un millar de los
nuevos incorporados eran extranjeros.
Además, el impacto
internacional de sus acciones de barbarie provoca un efecto de imitación sobre
otros grupos. Ayer mismo se encontraron en el Sinaí egipcio los cuerpos
decapitados de cuatro hombres que habían sido secuestrados a punta de pistola
dos días antes en la localidad de Sheij Zuwaid, a pocos kilómetros de Gaza.
Grupos islamistas radicales se mezclan en esa zona con contrabandistas y a
menudo atacan a los miembros de las fuerzas de seguridad.