El peligro del terrorismo islámico en América Latina

22/Jul/2015

Infobae, Federico Gaon

El peligro del terrorismo islámico en América Latina

Ya hemos sido advertidos, y ya hemos pagado
con sangre el precio de la inacción, la inoperancia y la corrupción. Pero a
vista de algunos en Latinoamérica el terrorismo parecería ser una invención de
la imaginación. Una excusa yankee para justificar intervenciones armadas y
designios imperiales. Un guión para dar legitimidad a todo tipo de intromisión;
y una suerte de trama confeccionada para socavar la soberanía de las naciones y
conquistar recursos vitales.
Estoy hablando de ciertos elementos dentro del
pensamiento contemporáneo y de algún que otro artífice del populismo
latinoamericano. No obstante, y sin ánimos de entrar ahora en un debate
político más amplio, a veintiún años de la voladura a la Asociación Mutual
Israelita Argentina (AMIA), la sociedad civil debe concientizarse sobre los
peligros que representa el terrorismo internacional. Debemos terminar con las
declaraciones obtusas que hacen apología del delito, que básicamente arguyen
que el que para uno es terrorista para otro es un combatiente -un
freedomfighter- que lucha por la liberación de su pueblo. Como argumenta pues
George Chaya, nunca nos pondremos de acuerdo sobre las causas puntuales del
terrorismo si nos empecinamos solamente en explicar (y en justificar) la
existencia de ideales frustrados.
Aunque no existe una definición internacionalmente
consensuada sobre el tema, los expertos por lo menos coinciden en que un acto
terrorista es aquel que busca la matanza de civiles y hacedores de decisión.
Los terroristas pueden intentar maximizar el número de víctimas atacando un
lugar lleno de transeúntes, o bien directamente atentar contra la vida de un
funcionario público. Sean a gran escala o en un nivel simbólico, los atentados
se llevan a cabo con fines políticos y propagandísticos; y su objetivo final
consiste en influenciar, o mismo coaccionar, por medio del miedo y el terror,
las decisiones y las políticas de un Estado o una organización internacional.
Irán y el eje bolivariano
Desde hace varios años viene discutiéndose la
presencia de grupos transnacionales islámicos en América Latina, y sobre todo
la penetración del Hezbollahchiíta-libanés. Sus células están principalmente
compuestas por expatriados o descendientes de sirios y libaneses de
denominación chiíta, y nadie ya pone en tela de juicio que se han beneficiado
enormemente con las políticas de los llamados “Gobiernos bolivarianos” del
continente. En efecto, se sospecha que el Gobierno chavista de Venezuela ha
facilitado recursos y ha traficado influencias para beneficiar las operaciones
del Hezbollah, entre las cuales se destaca el tráfico de drogas y el lavado de
dinero; todo en función de proveer financiación para que el grupo chiíta pueda
sostener sus actividades. También existen indicios que apuntan a la existencia
de vínculos entre Hezbollah y las FARC, como así también con cárteles
criminales de México.
En términos políticos, cabe preguntarse por
qué razón países y actores no estatales con orientación socialista cooperarían
con activistas cuyos valores u objetivos religiosos no se condicen con los
emblemas promovidos por el tal llamado progresismo. La única respuesta
plausible tiene que ver con el viejo lema que dice que “el enemigo de mi
enemigo es mi amigo”. Hasta cierto punto la máxima ofrece algún sentido.
Prestamente lo que nos dice es lo siguiente: como no nos gusta Estados Unidos,
por extensión no nos gustan sus aliados, y como consecuencia sí nos gustan sus
enemigos, todos ellos necesariamente víctimas del yugo imperialista. En otras
palabras, lo que observamos es la facilidad con la que los fundamentos de la
ideología o la teología son obviados, en aras de permitir una afiliación que de
otro modo no estaría destinada a ser. Todo se vuelve posible en pos de
destronar a un enemigo mayor.
El año pasado Evo Morales entreveró la
política exterior de su país con la misma lógica enemigo-amigo para alivianar
el proceso de visado a iraníes, chinos y palestinos. Mientras que estos últimos
podrán directamente prescindir del proceso de visado, los israelíes, que hasta
ahora podían ingresar libremente a territorio boliviano, deberán solicitar un
visado y esperar la aprobación del Directorio de Migraciones en La Paz. Todo
esto porque, según Morales, “Israel es un Estado terrorista”.
Este anuncio sería simbólico si no conllevara
la posibilidad de un peligroso devenir en su trasfondo. No lo digo por los
palestinos, sino más bien por los iraníes. Teniendo en cuenta los antecedentes
de la República Islámica en la política latinoamericana, no es para nada
acertado (y nada a ser celebrado) que ciudadanos provenientes de este país
puedan acceder al país andino con más facilidad. Bolivia, en este aspecto, está
solamente siguiendo los pasos de sus aliados, concretamente de Ecuador,
Nicaragua y Venezuela, que son de los pocos países en el mundo que no exigen
visado a los nacionales iraníes.
Conforme la investigación del fiscal Alberto
Nisman, probablemente asesinado por la indagación que estaba llevando a cabo,
el peligro viene dado en gran parte por los nexos que mantiene Irán con
Hezbollah. El acercamiento entre algunos Gobiernos latinoamericanos con el
régimen de los ayatolas indirecta, si no directamente también, ayuda al
fortalecimiento de las células islamistas en América Latina.
Hugo Chávez fue el gran conductor del
acercamiento entre Teherán y el eje bolivariano, y tiendo a pensar que la llamada
“Comisión de la Verdad”-para esclarecer el atentado de la AMIA- responde en
principio a presiones de Caracas. En constancia con lo ya mencionado, para
Venezuela tendría sentido salvar las distancias entre dos de sus aliados para
fortalecer al bloque. No menor, las exportaciones argentinas a Irán durante la
presidencia de Cristina Fernández de Kirchner se dispararon hacia arriba de
forma exponencial. Y de más está decir que a dos años y medio de la firma del
memorándum, nada ha ocurrido, y ningún sospechoso ha sido entrevistado por la
Justicia argentina.
Además de reunirse en varias ocasiones con
Mahmoud Ahmadinejad, quien hasta 2013 fuera el presidente de Irán, Chávez en su
momento inauguró el vuelo del terror entre Caracas y Teherán, el cual incluía
una escala en Damasco. No faltó mucho para que los analistas de inteligencia
encontraran inconsistencias en tal aparente vuelo comercial. Parece ser que los
pasajeros no eran sometidos a un control aduanero, y que para comprar los
pasajes el sistema de reserva de la aerolínea venezolana derivaba los llamados
a un teléfono celular argentino. Los vuelos viajaban casi vacíos, y se sospecha
que en rigor eran utilizados para transportar explosivos y material
radioactivo, como asimismo proveer a espías y a terroristas bajo la paga de
Irán de un salvoconducto hacia América Latina.
Análogamente, bajo la cortina de promover
misiones culturales, Irán financia a jóvenes latinoamericanos para que viajen
becados a la ciudad de Qom, sagrada para el chiismo. Según el testimonio de un
estudiante mexicano que participó de dicho intercambio, allí los jóvenes son
indoctrinados política y religiosamente, todo como parte de un esfuerzo por
mejorar la impronta de la teocracia persa entre los hispanohablantes.
Fronteras permeables
Los expertos coinciden en que la llamada
Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay es la meca sudamericana de
los ilícitos. Tomadas en conjunto, Ciudad del Este, Puerto Iguazú y Foz do
Iguazú forman la capital no oficial de la región en lo que hace a la piratería,
al narcotráfico, al tráfico de armas, a la trata de personas y al lavado de
dinero. Varios grupos islámicos estarían asentados en la Triple Frontera desde
los años ochenta. Según señalan las pistas, desde allí habrían ingresado a la
Argentina los perpetradores materiales de los atentados contra la Embajada de
Israel (1992) y la AMIA (1994).
Los Gobiernos de la región empezaron a tomar
nota del complejo panorama que representa la Triple Frontera tras los atentados
en Buenos Aires, pero especialmente después de los atentados del 11 de
septiembre de 2001 en Estados Unidos. Como concluye Mariano Bartolomé, la
Triple Frontera proporciona un ejemplo paradigmático del nivel de interrelación
que puede suscitarse entre terroristas y el crimen organizado. Dada esta
preocupación común, a nivel del Mercosur se han establecido mecanismos de
seguridad para compartir información y ahondar esfuerzos en común, incluyendo
la participación de asesores estadounidenses. En el marco del trabajo
multilateral se han conseguido grandes avances en la lucha contra los flagelos
citados, y según Bartolomé, esto ha resultado en un incremento notorio en los
niveles de seguridad percibidos en la región.
Por otro lado, de acuerdo con el Departamento
de Estado norteamericano, la situación continúa siendo alarmante y presenta
diversos desafíos. De los tres países, Brasil es el que parece haber
comprometido más recursos a reforzar la seguridad en la zona fronteriza,
centrándose en poner coto al narcotráfico. Si bien se han realizado operativos
(Frontera Sur, Ágata), lo cierto es que el fenómeno de las redes
transnacionales es sumamente difícil de combatir. En lo que respecta al
terrorismo islámico, en palabras de los expertos la preocupación ronda entorno
a las conexiones de algunos de los miembros de la comunidad libanesa con
Hezbollah, y su disposición a financiar sus actividades bajo la forma de
remesas supuestamente destinadas a acciones benéficas.
A todo esto, sin embargo, esta zona tripartita
no es el único problema de fronteras. Documentos periodísticos recientes han
puesto en evidencia el serio deterioro del control fronterizo entre Argentina y
sus vecinos. Esto sería especialmente cierto en las regiones norteñas, en donde
se podría entrar y salir del país con relativa facilidad, evitando las
inspecciones y los controles migratorios efectuados por los gendarmes
argentinos. La cooperación multilateral en este sentido no puede y tampoco
podrá nunca compensar por las falencias que cada Estado tenga en reforzar su
propia seguridad.
Esfuerzos insuficientes y afinidades
incongruentes
En términos generales, si se suma el
detrimento de la seguridad fronteriza con la incongruencia en los alineamientos
geopolíticos de los actores regionales, puede decirse que las amenazas del
terrorismo están lejos de disiparse.
A mi juicio, nada ilustra mejor el estado
deplorable de esta situación que la visita de Ahmad Vahidi, exministro de
Defensa iraní, a Santa Cruz de la Sierra en mayo de 2011. Vahidi tiene un
pedido de captura internacional desde 2007 emitido por Interpol por su presunta
participación en la concepción inicial del atentado contra la AMIA, pero su
inmunidad diplomática le ha permitido evitar el arresto. El caso es que en esos
momentos Vahidi hizo una visita oficial a Bolivia para participar en dos actos
militares. El mero hecho de que dicha agenda haya podido ser realizada
manifiesta la falta de armonía que puede existir entre los intereses de una
capital y la otra. Pese a que la circular roja que pesa sobre Vahidi es de
público conocimiento, al militar le permitieron aterrizar su avión en suelo
boliviano. Si bien el exfuncionario tuvo que irse después de que Argentina
protestara, el episodio refleja lo infructuosa que puede llegar a ser la
cooperación en materia de seguridad.
Luego, declaraciones como las que hizo Rafael
Correa tres años atrás, relativizando la gravedad del atentado a la AMIA en
comparación con los bombardeos de la OTAN en Libia, dan cuenta simbólica de que
el terrorismo como tal es una preocupación lejos de estar en la mente de todos
los mandatarios. Ergo, la agenda ya no se trata solamente de una discusión
acerca de los métodos disponibles para combatir el terrorismo, sino también
acerca de los principios que lo definen. Es decir, además de ponerse a discutir
sobre las herramientas a ser empleadas para salvaguardar la región de este
peligro -volviendo a las premisas-, lamentablemente los países todavía tienen
que ponerse a discutir acerca de quién es terrorista y qué Estado u Estados
apoyan semejante política.
En este aspecto, según como lo veo, como
argentino tengo que decir que lamentablemente poco se está haciendo para
prevenir un tercer atentado.