El abandonado patrimonio judío de Moldavia

19/Sep/2022

Aurora- por Ricardo Angoso

Aurora- por Ricardo Angoso

La ciudad de Orhei fue en el pasado, junto con Chisinau, Soroca e Iasi, una de las grandes capitales judías de Moldavia, pero, desgraciadamente, ese pasado se evaporó para siempre debido al Holocausto. Hoy su patrimonio está a punto de desaparecer debido a su abandono y los ataques vandálicos indiscriminados.

Los judíos se mencionan por primera vez en la historia de Orhei -Orgeyev, en ruso- en 1741. La comunidad se desarrolló mucho después de la anexión rusa de Besarabia en 1812, cuando muchos judíos emigraron a la región y se dio un periodo de cierta estabilidad política y económica. El primer censo del que se tiene noticia nos da la cifra de 3.102 judíos registrados en 1864 y 7.144 -57,9% de la población total- en 1897.

En ese periodo, hay que reseñar que se establecieron instituciones educativas, sociales, culturales y religiosas y en 1865 se abrió un escuela talmúdica o “Talmud Torá”, donde también se enseñaban estudios seculares; en 1877 se fundó un hospital y un hogar de ancianos. Los judíos de Orhei eran, en su mayoría, hombres de negocios y artesanos, pero también algunos eran viticultores en las afueras de la ciudad. A finales de la década de 1890 se fundó una granja de capacitación agrícola y fue apoyada por la Asociación de Colonización Judía (ICA).  Entre los 1.480 miembros registrados en el fondo de préstamos, en 1925 había 286 agricultores. En 1930, según otro censo de la época, había 6,408 judíos -41.9% de la población total de Orhei-, aunque la comunidad mostraba cierto declive con respecto al siglo XIX todavía era muy pujante y activa.

La comunidad judía de Orhei vivió en relativa calma, sin grandes sobresaltos, hasta la Segunda Guerra Mundial.  Cuando estalló la contienda en la región, en 1941, el ejército soviético, que había estado en Orhei en julio de ese año, ayudó a los judíos a escapar en su retirada. Algunos llegaron a Kryulyany -actual Criuleni- y se dispersaron desde allí hacia otros lugares más seguros.

Cuando las fuerzas alemanas y rumanas entraron en Orhei, entre el 8 y 10 de julio de 1941, una delegación judía se presentó ante ellos para darles la bienvenida con pan y sal, pero todos sus miembros fueron asesinados en el acto. La población judía fue encerrada en un gueto, donde vivía en condiciones extremadamente adversas y estaba expuesta a malos tratos constantes y asesinatos diarios. El 6 de agosto de 1941, alrededor de 200 judíos fueron asesinados por el 25° regimiento rumano y sus cuerpos fueron arrojados al río Dniéster.

En 1942, todos los sobrevivientes fueron deportados al campo de concentración de Tiraspol, Transnistria; su salida de la ciudad fue acompañada por la música de una banda gitana y los viejos se vieron obligados a bailar en las calles, según cuentan las crónicas.  Cuando el transporte llegó a un bosque cercano, los jóvenes entre los deportados fueron llevados a un campo abierto donde fueron torturados y muchos de ellos fueron asesinados a tiros por los soldados. Otros murieron camino a Tiraspol y la mayoría fueron asesinados en los campos de concentración de Transnistria.

DEL HOLOCAUSTO AL PERIODO SOVIETICO

Solo unos pocos vivieron para ver el final de la guerra y sobre el Holocausto no se publicaron muchos estudios o libros acerca de lo que realmente ocurrió en la ciudad, en parte porque el régimen comunista tampoco estaba muy interesado en el estudio del tema y también porque ya se detectaba un cierto antisemitismo en el interior del monolítico régimen estalinista. Hubo poca o nula vida judía después del Holocausto, como ocurría con casi todas las confesiones religiosas en la extinta Unión Soviética. La única sinagoga en Orhei fue cerrada por las autoridades comunistas en 1960, después de haber organizado las mismas autoridades una supuesta petición cívica alegando que su presencia estaba molestando a los vecinos, algo poco creíble durante la época comunista tan ausente de iniciativas civiles.

La población judía en 1970 se estimó en alrededor de 3.000 personas y en un censo efectuado tras el final de la Unión Soviética y la independencia de Moldavia, entre los años 2002 y 2004, tan sólo figuran 97 judíos en toda la ciudad sobre una población total de algo más de 21.000 habitantes. La mayor parte de ellos, como ocurre en otras partes de Moldavia, son ancianos y abunda escasa gente joven entre la comunidad, que, seguramente, como en otras partes del mundo postsoviético, acabará desapareciendo.

En la única sinagoga abierta de Orhei hay un libro de registro que data del año 1978 y en que aparece un listado con todos los enterrados en el cementerio judío de la ciudad. Aunque al parecer está incompleto y faltan algunos registros de los años ochenta, las fechas en el libro van desde 1893 hasta 2007. Aparte hay unas 600 entradas en el mismo que no tienen fechas y otras que están sin apellidos, lo que hace muy difícil identificar todos los enterrados con semejante registro. Otro problema que presenta el mismo es que no están incluidas las lápidas anteriores al siglo XIX y otras que no eran legibles o estaban destruidas, careciendo de información y datos acerca de los enterrados entre principios del siglo XVII y 1873.

En lo que respecta al cementerio propiamente dicho, es uno de los más grandes de la región con una extensión de 400.000 metros cuadrados sobre una colina y con algo más de 15.000 lápidas que arrancan desde el siglo XVII y llegan hasta el siglo XXI, aunque en el año 2015, por poner un ejemplo, tan solamente hubo dos entierros. Con respecto a su estado material, en una visita realizada personalmente al recinto funerario pude comprobar el pésimo estado de muchas lápidas, que incluso estaban reducidas a pedazos, y la imposibilidad de leer en otras el nombre del enterrado debido a su mal estado. La destrucción de una buena parte de este recinto sagrado se debe, según dicen los lugareños, a tres terremotos acaecidos en el área entre aproximadamente 1945 y 1980 y un ataque de vándalos de carácter antisemita tras la independencia de Moldavia.

Como curiosidad final, entre las tumbas de ilustres personajes que encontramos en este cementerio, nos encontramos con las de Ancel Sadicov, un judío que escribió libros aritméticos para sus alumnos, y el monumento del ex embajador de Rumania en Chile, que hablaba 26 idiomas, Aron Ravici.