Una gallega que sobrevió al holocausto

12/Ago/2014

La Voz de Galicia, EDUARDO ROLLAND

Una gallega que sobrevió al holocausto

La calle Mercedes Núñez
Targa, en Bouzas, honra a la viguesa que logró salir viva de Ravensbrück y fue
secretaria de Pablo NerudaMercedes Núñez nunca
olvidó los números en alemán. «Hasta el fin de sus días, contaba de carrerilla
hasta treinta», recordaba recientemente su hijo, el vigués Pablo Iglesias
Núñez, promotor de la Amical de Mauthausen en Galicia, la asociación que
mantiene viva la memoria de los españoles en los campos de exterminio.
Su madre era natural de
Bergondo (A Coruña) y sobrevivió al campo de Ravensbruck, el mayor para mujeres
en suelo alemán. Allí se practicaba el famoso Appell, un odioso método de
tortura. Los presos formaban en el patio -una vez hasta 40 horas seguidas- en
posición de firmes, con temperaturas bajo cero: «Quien moviese la cabeza era
apaleado hasta la muerte», explica Iglesias. Además, los sometían a latigazos:
«Tenían que contar cada golpe y, si se equivocaban, volvían a empezar».
Mercedes Núñez, que falleció en 1986 en Vigo, terminó así dominando los números
en la lengua de Johan Sebastian Bach y Enmanuel Kant.
Mercedes Núñez Targa tiene
hoy una calle en Vigo, en la zona de Bouzas. Su mayor mérito en la vida fue
sobrevivir al holocausto. Y seguir viviendo tras ver aquello. Pero tuvo una
existencia intensa, en la que también fue secretaria del poeta Pablo Neruda o
autora ella misma de varios estudios. El presidente De Gaulle la condecoró con
Legión de Honor.
Su paso por los campos
nazis es una historia común a otros republicanos españoles. Detenida tras la
Guerra Civil, fue condenada a 12 años de prisión y trasladada a la cárcel
madrileña de Ventas. Pero un error burocrático le permitió escapar, cruzó los
Pirineos y terminó internada en el campo de Argelés y Carcassonne, desde donde
la Gestapo la traslada a Alemania. Sobrevivirá casi tres años en Ravensbrück.
Destinada al crematorio (Renacimiento, 2011) es uno de los libros que rescatan
la memoria de esta viguesa de adopción.
Pero hubo más gallegos en
el holocausto. Algunos sobrevivieron para ver en Mauthausen a los tanques del
general Dager entrar en el campo para liberarlo el 5 mayo de 1945. Una foto
histórica muestra el momento, con una pancarta sobre el portalón que dice, en
castellano: «Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras».
106 muertos gallegos
Faltan datos, pero sólo
en el campo de Gusen entraron 3.846 presos republicanos y sobrevivieron 444. En
Mauthausen están documentados 106 muertos naturales de Galicia entre miles de
españoles. Su historia es la de una formidable derrota. Francia los internó en
campos de refugiados tras la Guerra Civil. Y, con la invasión alemana, se
convirtieron en un problema. Cuando Himmler pregunta a Franco qué hacer con
ellos, Serrano Suñer responde: «No nos interesan, no son españoles». Así, se
les aplicó la misma «solución final» ideada contra los judíos: sólo saldrían de
los campos «por el humo de la chimenea».
Otro superviviente
gallego, Ramón Garrido Vidal, de O Grove, describió en un diario las horas
previas a la foto de la liberación: «Amanece lloviendo. Durante la noche,
murieron dos o tres por extenuación». Esos compañeros no despertaron para ver a
los Sherman de Dager entrar en Mauthausen.
Desde el principio de la
guerra mundial llegaron republicanos españoles a los campos de la muerte nazis.
El 6 de agosto de 1940 apareció en la estación de Mauthausen el primer tren
cargado con prisioneros españoles, muchos de ellos gallegos. Van en el convoy
los vigueses Agustín Cameselle y Francisco Pena. Junto a ellos, vecinos de Bueu
como José Fernández o Manuel Rei. Otro vigués, Manuel Fernández Gutiérrez;
pontevedreses como Antonio Gómez o Claudio Tizón; y coruñeses como Adriano
Castillo o Luis Rafales Lamarca.
El 13 diciembre de 1940
llega el mayor contingente de gallegos. José Jornet, un catalán que viajaba a
bordo, relata aquel viaje: «Los de la Gestapo nos metieron en vagones de carga.
Fueron tres días y tres noches encerrados, sin agua ni comida, haciendo
nuestras necesidades en un rincón del vagón, que estaba precintado; viajamos
entre vómitos y diarreas, sin saber a dónde íbamos».
La candidez de los
prisioneros
Pero ni en sus peores
pesadillas podían suponer qué les esperaba. Eugenio Batiste, en su
autobiografía El sol se extinguió en Mauthausen, explica la candidez de los
nuevos prisioneros: «Cuando llegamos al campo, vimos una alta chimenea de la
que salían humo y llamaradas. Despedía un olor nauseabundo. Creímos que era el
sistema de calefacción».
El franquismo se
desentendió de aquellos ciudadanos y el tema del holocausto fue en España un
tabú durante toda la dictadura. Fernando Villot, nieto de Agustín Cameselle,
relataba recientemente: «Mi familia supo de su muerte por una carta de un
superviviente exiliado en México, que lo había visto morir en sus brazos». En
Mauthausen, se les tatuó su número de preso, se les vistió con el drilich -el
pijama de rayas- y se les identificó con un triángulo azul y una S.
Supervivientes gallegos
de los campos hay documentados menos de medio ciento. «Muchos ocultaban su
procedencia para proteger a sus familias», aseguraba Pablo Iglesias. Hoy
ninguno de ellos vive. La foto de la liberación no cuenta qué pasó después: El
último drama de sus vidas fue que los aliados avalaron a Franco y ellos nunca
pudieron regresar a su país.
Fue una segunda maldición
histórica. Los combatientes con Hitler en la División Azul regresaban a casa
como héroes. Las víctimas españolas del holocausto siguieron en el exilio y
derrotadas. Como Mercedes Núñez Targa, que sin embargo nunca cejó en su lucha.
Y que pudo finalmente regresar y asentarse en Vigo, donde falleció en 1986. Hoy
una calle en Vigo, en la zona de Bouzas, honra su memoria.