Un país inconquistable

15/Ago/2011

El Observador, Editorial

Un país inconquistable

14-8-2011 Pese a una historia de milenios, desde Alejandro Magno hace 2.400 años, ninguna potencia extranjera ha aprendido la lección de que Afganistán, durante siglos nexo geográfico entre Europa y Asia, es inconquistable. Ni los califas musulmanes, ni Genghis Khan en el siglo XIII, ni Gran Bretaña en el XIX o la Unión Soviética en la década de 1980 lograron establecer un dominio duradero sobre las aguerridas etnias afganas de origen iraní. Desde los refugios casi inaccesibles de sus montañas, se las arreglaron siempre, aunque les llevara tiempo, para terminar desalojando a todos sus invasores y a las dinastías que algunos de ellos establecieron.
Ahora es el turno de Estados Unidos y de sus aliados. Bajo la bandera de las Naciones Unidas, ocuparon el país en la década pasada en represalia por los ataques terroristas a Nueva York del 11 de setiembre de 2001 y derrocaron rápidamente al gobierno de los talibanes que apadrinaban a Osama bin Laden y a sus huestes de Al Qaeda. Después de una década de guerra infructuosa, los invasores de hoy han empezado a retirarse en forma gradual. Esgrimen como su mayor logro haber matado finalmente hace pocos meses al líder de Al Qaeda, figura emblemática del terrorismo islámico que arreció en la década pasada.
Es poco más lo que pueden mostrar. Es un ilusorio espejismo la publicitada devolución gradual del control político y militar a un gobierno afgano y a un ejército local, programada para completarse en 2014 y que intenta repetir lo que Estados Unidos dejó en herencia algo más exitosa en Irak. La corrupción y el fracaso en contener a los talibanes han desacreditado al gobierno del presidente Amid Karzai. Tres altos jerarcas de su gobierno, incluyendo a un hermano, fueron asesinados recientemente, mientras crece una violencia interna que el año pasado costó la vida de 2.800 civiles, 15% más que en 2009. El joven ejército afgano comparte con las fuerzas de Estados Unidos y sus aliados igual ineficacia en terminar con los talibanes. Al contrario, este movimiento islámico fundamentalista ha vuelto a controlar gran parte del territorio, incluyendo zonas productoras de opio. La ONU ha estimado que el lucrativo comercio con esta droga, de la que Afganistán es el mayor proveedor mundial, le reporta a los talibanes US$ 500 millones anuales. Con estos recursos financia su creciente resistencia contra las fuerzas de la ONU y del gobierno afgano y su marcha, aparentemente inexorable, hacia el retorno al gobierno.
Esa meta parece irreversible dada la notoria fragilidad del régimen de Karzai y el desencanto de las fuerzas de ocupación. Además de los pequeños retiros iniciales de tropas estadounidenses, muchos de sus aliados ya han abandonado el territorio afgano o están en proceso de hacerlo. La probable vuelta al poder de los talibanes, que habían impuesto la forma más retrógrada y cerrada de gobierno islámico, mantendrá a Afganistán en condiciones primitivas, ante vecinos que evolucionan de a poco hacia el mundo moderno. Pero no parece haber otra salida. Así lo están reconociendo, con tardía pero justificada resignación, Estados Unidos y sus aliados por su fracaso bélico en un país que se aferra con fiereza a ser único árbitro de su destino, aunque sea al costo de seguir viviendo en el atraso y al margen del mundo civilizado.