Un Egipto democrático debe nutrir paz y estabilidad en Medio Oriente

16/Feb/2011

Últimas Noticias, Editorial

Un Egipto democrático debe nutrir paz y estabilidad en Medio Oriente

Nuestra opinión 15-2-2011El desafío es muy difícil y las amenazas no son pocas. No obstante, el proyecto de un Egipto democrático ya superó su primer gran obstáculo y ahora se abren las puertas a una instancia de cambio y edificación de una nueva institucionalidad. Es un resultado necesario para el mayor de los Estados árabes y también para la paz mundial, tan atada a los sucesos en esta conflictiva región.Una gigantesca explosión de júbilo saludó al mediodía de la antevíspera en El Cairo la renuncia de Hosni Mubarak, que justo la noche antes había anunciado su permanencia en el poder hasta las elecciones de setiembre. El desenlace cerró 30 años de gobierno dictatorial y 18 días de crecientes protestas populares en todo Egipto.Todavía no ha surgido una versión detallada de los entretelones del precipitado cambio de ideas del dictador, que esperaba calmar la protesta anunciando la delegación de parte de sus atribuciones en el vice que había elegido días antes. Pero lo evidente resultó ser que su último discurso televisivo exacerbó la protesta y estimuló a las Fuerzas Armadas a promover una salida. Mubarak y su familia partieron de El Cairo y pusieron distancia entre ellos y el clamor de sus conciudadanos, pasadas muy pocas horas desde el tozudo mensaje presidencial.Días atrás estas columnas enfatizaban la importancia de Egipto para el equilibrio en Medio Oriente. Con 82 millones de habitantes, es el más populoso de los Estados árabes, además de contar con el mayor territorio. Hace 32 años suscribió un tratado de paz con Israel que ha sido respetado y es un factor de estabilidad en una región donde los conflictos son la norma. Es un Estado laico, con una comunidad musulmana importante y sin radicalismos, algo también ejemplar vistos los fanatismos que cunden en las vecindades.La victoriosa emulación egipcia se convierte así en el más notable resultado que despertó la llamada revolución de los jazmines en Túnez, que hoy sigue diseminando algunos conatos de agitación en el mundo árabe. El clamor de la gente era por más democracia y por más participación. Y contra la corrupción rampante que se había instalado en el régimen. El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente, proclamó Lord Acton en 1877. Y el poder, en el caso de Mubarak, tenía una longevidad de 30 años.La preocupación es ahora por el futuro de Egipto. Los ideales democráticos y la lucha contra la corrupción derribaron a un gobierno dictatorial. El poder está ahora en manos de las Fuerzas Armadas, que han proclamado su propósito de administrar un gobierno de transición hasta que pueda elegirse un gobierno civil. Las primeras noticias son sobre la apertura de un diálogo abierto entre las autoridades militares y líderes civiles que participaron de las protestas.No obstante, son muchos los riesgos. Y muchas las tareas que tendría por delante el país para lograr la instauración de un verdadero gobierno democrático que sería el primero en la larga historia egipcia. El nuevo gobierno militar ya declaró la disolución del Parlamento, que había sido elegido en un acto que los observadores calificaron como fraudulento. Se anuncia también que las nuevas autoridades tienen el ánimo de revisar los casos de corrupción en el gobierno de Mubarak y someter a juicio a sus responsables. No obstante, edificar una verdadera democracia no es una tarea sencilla en una región conmovida por tantos conflictos y por tantas tensiones de toda naturaleza.En Egipto faltan hasta fundamentos esenciales de cualquier administración democrática, como la separación de poderes. La República nació recién en 1952, luego del derrocamiento del rey Farouk I por una revolución encabezada por Gamal Abdel Nasser. Desde entonces hasta hoy tuvo en los hechos solo tres gobernantes en 58 años: Nasser, Anwar el Sadat y Hosni Mubarak. El relevo de los dos primeros resultó de su muerte, que en el caso de Sadat fue consecuencia de un asesinato. El entramado institucional del país no es precisamente democrático. Ni han encarnado en la gente los hábitos cívicos que son el fruto del funcionamiento de una administración democrática. En los hechos, el relevo de Mubarak es el primero que en la vida republicana resulta de una intervención popular.Estos hechos señalan que la tarea que queda por delante es muy exigente y que los postulados de las manifestaciones difícilmente se hagan realidad a corto plazo.No se oculta que los militares, hoy en el poder, tenían fuertes vínculos con la administración de Mubarak, pese a que los principales lazos del dictador fueron siempre con una Policía cuantiosa y con batallones de élite. Las Fuerzas Armadas, en todo caso, tuvieron el buen tino de permanecer neutrales durante las 18 jornadas de una protesta callejera en que más bien atenuaron enfrentamientos con partidarios del gobierno, que lanzados también a la calle dieron lugar a la mayoría de los episodios sangrientos.En sus primeras actuaciones parecen abiertas a escuchar las opiniones de los líderes de la protesta y dar paso a las principales reivindicaciones populares. Según los observadores, la protesta ha cesado completamente y egipcios esperanzados en el cambio ya vuelven a alimentar el desordenado tránsito de automóviles por las calles de El Cairo. Algo ha cambiado ya para bien: no caben dudas de que el pueblo egipcio aspira a tener una administración honesta y democrática. Es el mensaje que ha escuchado el mundo y que también marcó a fuego la política interna del país. Quien llegue al gobierno deberá ajustarse a esa exigencia de la gente. La dictadura de Mubarak prácticamente ahogó a la oposición política, por lo que no aparecen muy claros los liderazgos alternativos.Hoy, en un momento que debiera ser de construcción, el mundo entero mira a Egipto con la esperanza de que los múltiples desafíos del cambio hacia la democracia se puedan superar con éxito, para bien de Egipto, de la región y de la paz en Medio Oriente.