Rosh en diversas culturas

06/Sep/2010

Hilia Moreira

Rosh en diversas culturas

Se aproxima la celebración judía de Rosh HaShana. En hebreo,  Rosh significa comienzo y, también, cabeza. El simbolismo místico de la cabeza tiene gran importancia a lo largo de la literatura religiosa y cultural del judaísmo. Tal vez el rabino sefardita Moisés de León haya sido quien escribió, en el siglo XIII, el Zohar o Libro del Esplendor. En ese texto, considerado como  uno de los principales de la corriente cabalística, el cráneo representa la luz de los astros. Este breve trabajo plantea un mínimo recorrido por otras tradiciones en las cuales, de modo similar al hebreo, la cabeza es signo del resplandor.  Cabeza sombría y luminosa Los celtas significan al cráneo como  fuente de la actividad fecunda, muy importante en las sociedades  pastoriles.  En esa cultura, la cabeza connota, complementariamente, el pensamiento y el brío de su dueño. Es en su espacio donde se establece la relación del humano con los dioses, con el mundo aéreo y solar. Los significados que los celtas atribuyen al cráneo determinan que, ni siquiera cercenado, pierda sus cualidades.  De ese modo, contradictoriamente, muchos ritos usan la cabeza humana como signo clave en relación con  ceremonias vinculadas a las divinidades sombrías. De tales imágenes surgen varias costumbres de índole mágico – religiosa. Una de ellas  consiste en cortar la cabeza de sus líderes, guerreros y sacerdotes muertos para proteger las aldeas de malos espíritus, forasteros y enemigos. Otra usanza estriba en decapitar al adversario. Su cráneo no representa sólo un trofeo. Connota, sobre todo, un reconocimiento al coraje del caído y el deseo de participar de su valor. Así, la cabeza se asocia con el culto al héroe y con una simbología de los mundos obscuros.  Cabeza y fertilidad Les digo sinceramente a sus Altezas que este pueblo es el más insolente que yo haya visto en todo el tiempo que he viajado a las Indias y me he ocupado de su conquista. A propósito de los shuar, así escribe a la Real Audiencia de España el Capitán Hernando de Benavente en una carta fechada el 25 de marzo de 1550. Desde hace, tal vez, dos mil quinientos años los shuar viven en territorios amazónicos que hoy pertenecen a Ecuador y Perú. Guerreros indomables, rechazan la conquista incaica y, luego, la  española. Finalmente dominados por los europeos  y obligados a entregar el oro de sus ríos, se insubordinan a las órdenes del jefe Quirruba, le abren la boca al gobernador español y le llenan el cuerpo de oro fundido. Con esa furia, preservan  su libertad y su cultura por más de cuatrocientos años después de Cortés y  Pizarro. Los shuar creen en tres almas. Con una se nace. Otra se logra mediante un viaje iniciático a través de la selva, la ingesta de sustancias alucinógenas y un baño en sus cascadas. La palabra shuar significa gente, persona. Pero, a causa de ese rito sagrado en medio del agua, también se los representa como pueblo de las cascadas sagradas. Sin embargo, los españoles los llaman jíbaros, que significa salvajes. La denominación no se vincula sólo con figuraciones de saña,  drogas o  una  diversa concepción del mundo. Aunque en muchas culturas occidentales se decapita lo que, a los ojos de los europeos, liga a los jíbaros con significados de salvajismo es el hecho de que cortan la cabeza de sus enemigos. El signo cultural propio se carga de imágenes execrables cuando aparece en una cultura extraña. Los shuar vinculan a la cabeza con una tercera alma. La misma surge en el interior del cráneo del adversario en el momento en que se produce la separación del cuerpo. Así, tal cráneo se transforma en una figuración protectora, en donde tal alma reside. Por eso, en una ceremonia llamada tsantsa, los shuar reducen el cráneo. Luego suelen depositarlo en la tierra para que haga fructificar a las plantas y los animales. Así, en tradiciones muy diversas, la cabeza se vincula con el espíritu y  la propagación  de la vida. Cabeza, mano, corazón  Primero los dioses, imitando la forma esférica del Universo, hacen la cabeza humana. La cabeza es la parte más divina que tenemos y la señora de todo lo que hay en nosotros… De ese modo, se expresa Platón en el Timeo 12 (61-62). Al cráneo asigna Sócrates los significados más elevados del ser humano. Muchos conflictos surgen de privilegiar la cabeza sobre todas las otras partes del cuerpo. En una obra de referencia, Mano y cerebro en la Grecia Antigua, el erudito irlandés Benjamin Farrington acusa a quienes anteponen de ese modo el cráneo. Ellos serían responsables del desprecio por las actividades manuales y, en general, por el bien hacer, que no depende sólo de la cabeza. Aunque es autor de fragmentos contradictorios, en su I Epístola  a los Corintios (12: 18-21), un judío conocedor de las tradiciones griega y cristiana sostiene que:…Dios a puesto cada parte del cuerpo como ha querido…El ojo no puede decir a la mano: no te necesito. Ni tampoco la cabeza puede decir a los pies: no los necesito. La equiparación mano, ojo, pies, cabeza parece connotar el valor de lo humano sin dependencias y la equiparación de lo alto y lo bajo. Finalmente, ¿cuál es la relación entre la cabeza y el corazón? Para volver a la concepción judía que aparece en Shemot, el conocimiento de Yhvh no se despliega en Rosh sino en LeV. En el marco de Tanaj, parecería que es sólo en el centro cardíaco donde la más alta sabiduría puede desplegarse.