01/02/11
Por SHLOMO SLUTZKY
Tel Aviv. Especial para ClarínEl caos puede propiciar que los islamistas lleguen al poder” . Con esta frase resumió el jefe de Gobierno, Benjamin Netanyahu, los temores de muchos israelíes respecto de los acontecimientos en Egipto. Lo hizo en una rueda de prensa con la alemana Angela Merkel, jefa de Gobierno de un país al que muchos israelíes no le perdonan los horrores que sus antepasados le infligieron al pueblo judío.
Mientras Merkel mezcló en sus palabras preocupación con esperanza, señalando que había conversado con Hosni Mubarak, pero que en la charla le instó a escuchar al público en las calles de El Cairo y a realizar reformas estructurales, Netanyahu no apuntó a ningún aspecto positivo de la rebelión egipcia, sino sólo a los peligros para Israel.
Netanyahu no dudó en señalar al “islamismo radical” como la mayor amenaza que acecha a Israel en Egipto tras los últimos días, afirmando que “de todos los líderes mundiales con los que he hablado, ninguno desea que ése sea el resultado”. Netanyahu agregó que el “verdadero temor” es que el islamismo radical se aproveche de la democracia para llegar al poder, y recordó la revolución democrática en Irán, que finalizó en un Estado Islámico.
Netanyahu prohibió a sus ministros que hagan declaraciones sobre Egipto y éstos cumplieron, entendiendo que esta vez el peligro era más fuerte que la tentación de hablar en público. Pero después de seis días de silencio, el jefe de gobierno israelí decidió expresarse, afirmando que el interés israelí es preservar la paz con el vecino Egipto. Agregó que “en las últimas décadas Egipto ha respetado el acuerdo de paz y no lo ha violado, como no lo hizo tampoco en los últimos días”.
Temen que tras una eventual caída de Mubarak sea incierto el destino del acuerdo de paz que firmaron Menajem Begin y Anwar Sadat en 1979.
Este acuerdo fue el que, por una parte, permitió la ayuda económica y militar norteamericana a Egipto de 1.300 millones de dólares al año, reforzándolo como el segundo Ejército en Oriente Medio después del israelí. Pero, a la vez, el acuerdo hizo reducir a un tercio el tamaño de las FF.AA. israelíes . El mejor ejemplo de esto es la frontera de Israel con la península del Sinaí, donde en el pasado estaban dispuestos miles de soldados y hoy hay sólo un Zepellin en el aire con artefactos electrónicos.
Una desmejora en las relaciones con Egipto –aun sin anularse el acuerdo de paz que permite también la provisión de gas a Israel– podría obligar a un crecimiento en las inversiones en presupuestos de seguridad y, así, en una reducción del nivel de vida en Israel.
Gran parte de los observadores especializados en Israel –que fueron sorprendidos por los acontecimientos en Egipto– expresan su temor ante la posibilidad que en elecciones libres y limpias en Egipto –no como las que dejaran dos meses atrás afuera del parlamento a toda oposición– los Hermanos Musulmanes puedan multiplicar su fuerza del pasado (20%) llegando a un 40% de las bancas. Si bien serían aún minoría, con el resto de la oposición dividida y sin un líder natural, la corriente fundamentalista islámica podría llegar al gobierno por vías democráticas, estiman.
En forma extraoficial se extiende en Israel también la crítica contra la administración norteamericana por sus expresiones de apoyo a los manifestantes, dando soberbiamente la espalda a Mubarak, al que habían abrazado hasta hace pocas semanas atrás, en lo que podría ser un preámbulo o un presagio de conducta frente a Israel.
Preocupa en Israel el destino del acuerdo de paz de 1979
01/Feb/2011
Clarín, Shlomo Slutzky