Odio infinito

08/Nov/2012

Aurora, Egon Friedler

Odio infinito

Un acuerdo en Siria es imposibleEgon Friedler, Montevideo
Finalmente Hillary Clinton lo reveló públicamente: es imposible que los rebeldes que combaten en Siria contra el gobierno de Bashar Assad se pongan de acuerdo. La formación de un gobierno en el exilio por ahora es imposible. Desde Damasco llega la noticia que hasta los palestinos radicados en Siria están divididos: unos combaten contra Bashar Assad y otros a favor de él. Nadie está a salvo. Las divisiones sectarias crean una inseguridad y desconfianza generalizadas.
El Líbano está fracturado por el conflicto de su vecino. La división entre sunnitas y cristianos por una parte y entre shiítas y un grupo minoritario de cristianos por otra, está en el mismo punto de ebullición en que estuvo al comienzo al comienzo de la guerra civil en 1975. El asesinato del jefe de inteligencia libanesa, general Wissam al-Hassan, enardeció aún más las diferencias entre los dos bandos. La llamada primavera árabe solo parece haber exacerbado todos los conflictos internos en las sociedades musulmanas. La guerra civil en Siria cada vez más, tiende a convertirse en un conflicto sectario. Algo similar se está dando con diferente intensidad en la guerra civil larvada en Irak y en la no resuelta lucha por el poder en el Yemen.
Pero el país en el que la confrontación entre las dos grandes corrientes del Islam es más emblemática es en Pakistán, un país en el que millones de niños aprenden que el Corán y solo el Corán brinda las explicaciones a todos los temas del mundo y que no es necesario aprender ninguna otra cosa.
En un artículo de la agencia de la agencia Reuters se brinda un panorama de la lucha de las organizaciones clandestinas en ese populoso país por imponer una teocracia sunnita. El artículo se titula “La amenaza interna en Pakistán: la división sunnita-shiíta” y se publicó sin firma en la edición del International Herald Tribune del 24 de octubre. Vale la pena citar fragmentos selectos: “Unos 20 hombres vestidos como soldados pakistaníes detuvieron un autobús que se dirigía a un festival islámico cerca de la ciudad montañosa de Gilgit para chequear la identificación de sus pasajeros. Separaron a 19 shiítas, sacaron armas y los mataron a todos, disparándoles a la cabeza. Los asesinos no eran soldados sino integrantes del grupo extremista Lashkar-e-Jhangvi (Lej). Aquí y en el resto de Pakistán, elementos sunnitas radicales combaten a la minoría shiíta. Por ahora, más de 300 shiítas han sido asesinados este año en Pakistán en el conflicto sectario, según grupos de defensa de los Derechos Humanos. Los shiítas son un blanco formidable, ya que constituyen el 20% de esta nación de 180 millones de habitantes”.
Más adelante, el artículo explica que “Lashkar e-Jhangvi” cuyo nombre significa soldados de Jhangvi (por el nombre de su fundador Haq Maulana Nawab Jhangvi) no es el único grupo extremista sunnita armado. Otro es “Lashkar e-taiba” (Soldados de la pureza) que lucha contra el control indio de Cachemira y es sospechado de ser el autor de los ataques en Mumbai en noviembre de 2008 y de haber cooperado con otro grupo radical “Jaishi-e-Mohamad” (Soldados de Mahoma) en su audaz incursión contra el Parlamento de la India en diciembre de 2001 que llevó a la India y a Pakistán al borde de la guerra. Otro grupo militante es el Talibán pakistaní que recientemente estuvo en los titulares de la prensa mundial por su infame ataque a la joven defensora del derecho de las niñas a estudiar, Malala Yousafzai.
Según un cable diplomático norteamericano de diciembre de 2009 dado a conocer por Wikileaks, la secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton advirtió que donantes y fundaciones de Arabia Saudita eran “la más importante fuente de financiación de los grupos terroristas sunnitas en todo el mundo”. Pero aparentemente todas las presiones sobre la monarquía saudita no dieron resultado.
Una interesante explicación de la exacerbada lucha interna dentro del Islam fue presentada en un análisis del conocido columnista del “New York Times” Thomas Friedman. El célebre periodista norteamericano comparó a los Estados Unidos con el Medio Oriente actual y señaló que mientras el sistema político de su país se basa en el pluralismo y la confianza mutua mientras en el mundo islámico y en el Medio Oriente estos valores no existen y prima la política “de dominar o morir”.
Un periodista del diario panárabe “Asharq Alawsat” de Londres, Alí Ibrahim (31.10.2012) se hace eco de este planteo y llega a la conclusión de que “Friedman tiene razón en su descripción y que lo que sucede en el Medio Oriente es que la vida política está dominada por rivalidades sectarias, ausencia de armonía social y tensiones extremas. Nadie puede esperar un avance hacia una sociedad más integrada en el que los niños crecen en un medio en el que la violencia es algo corriente en la vida cotidiana”.
En otra parte de su artículo Ibrahim dice: “La falta de confianza y la incapacidad de llegar a acuerdos es un fenómeno visible en los países de la llamada Primavera Árabe. Los partidos políticos no lograron ponerse de acuerdo en encontrar una visión común para el futuro debido al principio de “es mi punto de vista o nada” Esta manera de pensar no facilita el avance hacia sociedades modernas“.
Pero lo que ni Friedman ni Ibrahim dicen es que la principal traba para que el Medio Oriente y el mundo musulmán se instalen en la modernidad es la explosiva mezcla de religión y política que caracteriza a sus sociedades. Indudablemente no pueden construirse sociedades pluralistas, democráticas y tolerantes sobre la base de corrientes antagónicas y hostiles entre sí, de una religión del siglo VII que no admite el menor cambio y repudia a todo lo diferente.