Ocupado, no molestar

28/Mar/2011

Ocupado, no molestar

27-3-2011
EN LAS CALLES DE ISRAEL SOLO SE RESPIRA ALGO DE EXPECTATIVA ANTE LA VECINDAD DE MEDIO ORIENTE Las revueltas que se suceden en el mundo árabe tiene indiferente a los ciudadanos israelíes
POR ADRIÁN SINGER ESPECIAL PARA EL OBSERVADOR
El terremoto sociopolítico que viene sacudiendo a Medio Oriente las últimas semanas tendrá un impacto sobre Israel, su conflicto con los palestinos y su posicionamiento geopolítico. Sin embargo, los ciudadanos israelíes viven muchas cosas importantes a nivel interno y en el círculo regional más estrecho como para preocuparse por lo que ocurre a nivel regional.
Está claro que lo que los israelíes ven como “local” forma parte del puzzle regional, pero la mirada panorámica suele diluirse en el pálpito intenso de lo más cercano e inmediato. Insertos en una zona en plena ebullición, los israelíes siguen con su vida normal. Solo los atentados en el asentamiento judío de Itamar en Cisjordania, el viernes 11 (5 miembros de una familia muertos) y el atentado en Jerusalén del miércoles (una mujer muerta y 30 heridos) lograron impactar fuertemente al público.
Está claro que quienes en Israel tienen la responsabilidad de analizar en profundidad los cambios que se están generando en la región siguen paso a paso todo lo que ocurre, tanto en Libia como en Túnez, Egipto, Siria, Yemen o Baréin. Gobernantes, académicos y tomadores de decisión en general se mantienen especialmente interesados en saber cuál será el mapa geopolítico que quedará dibujado una vez que haya pasado esta ola. Los intereses que tiene Occidente en toda la región parecen ser demasiado fuertes como para que Israel, que se autopercibe como un país occidental en Medio Oriente, ignore lo que ocurre a su alrededor.
Sin embargo, esta realidad no se replica con exactitud a nivel de la población, que ve con demasiada lejanía los bombardeos en Libia o las protestas en Baréin. Es que han pasado demasiadas otras cosas importantes, y con impacto más directo en la vida de la nación, a nivel interno y del círculo regional más cercano. Desde el punto de vista regional, el derrocamiento de Hosni Mubarak en Egipto ha despertado en los israelíes la preocupación: ¿se mantendrá la paz con Israel? Ambos países mantienen una “paz fría” desde 1979, que algunos en el Estado judío vieron (y todavía ven) amenazada por la inestabilidad del país vecino. El otro punto de contacto es el comercio de gas: el 40% del gas natural que consume Israel proviene de Egipto, que firmó un acuerdo con su vecino del norte para suministrarle este producto durante 20 años, por un valor de US$ 2.500 millones.
Los incidentes en Libia y otras zonas del mundo árabe (Siria, Yemen, Baréin) fueron lo suficientemente importantes como para captar la atención del público israelí, pero no lo suficientemente poderosos como para que se sintiera amenazado de forma inmediata. Los medios de comunicación han cubierto estos hechos de forma amplia, con la participación de analistas y expertos, pero no se ha reflejado demasiado una preocupación especial por el impacto sobre Israel. Si se busca un término para definir qué es lo que se respira en la calle israelí, ese término sería expectativa, nada más.
Pocas horas después de que un misil impactara en uno de los edificios del complejo presidencial de Muammar Gadafi en Libia, se conoció en Israel (el martes) la pena que recibió el ex presidente Moshé Katsav, sentenciado culpable de violación y acoso sexual a dos de sus funcionarias. Katsav se convirtió en el primer presidente del Estado de Israel en ser condenado a prisión (siete años, más dos bajo fianza), y la noticia raptó la agenda informativa. Poco espacio quedaba para ocuparse de otros temas, ni siquiera del tsunami en Japón y sus consecuencias, que días antes había competido con los acontecimientos de Medio Oriente, como ocurrió en Uruguay.
Un día después, el miércoles, explotó la bomba en Jerusalén, y la atención pública volvió a concentrarse en los quehaceres internos. Mientras algunos periodistas cubrían este hecho en Jerusalén, sus compañeros cubrían la caída de misiles lanzados desde Gaza al sur de Israel. Esta llovizna de cohetes se venía dando de forma incesante desde el fin de semana, especialmente desde el sábado, cuando Hamas lanzó unos 50 y el Ejército israelí respondió con un bombardeo que mató a una familia entera, niños incluidos.
La acumulación de estos acontecimientos refleja un recalentamiento de la violencia en la zona, cuyas características traen el estigma de película ya vista: lanzamiento de misiles desde Gaza, represalia israelí, atentados en paradas de ómnibus, acuchillamientos… Sin embargo, estas acciones se encuadran ahora en el marco de una región en pleno cambio, y adónde conducirá todo esto aún está por verse. Quizá por ello la expectativa sea la sensación dominante sobre el terreno.
Los palestinos están más interesados
Tal vez quienes cargan con el mayor peso de llevar a terreno israelo-palestino los cambios que se viven en Medio Oriente sean los palestinos. Así como sus hermanos árabes de otros países han salido a protestar contra la opresión, los palestinos sienten que deben sacarse de encima la opresión de la ocupación israelí.
Quizá por esto se ha visto los últimos días algunas tibias manifestaciones, tanto en Gaza como en Cisjordania, a favor de la reunificación política de la nación palestina, hoy fuertemente dividida entre Hamas (que gobierna en la franja) y Al Fatah (que gobierna en Cisjordania).
A diferencia de lo que ocurre en los países de la región, quienes se quieran manifestar en los territorios palestinos se enfrentan a las enormes dificultades que les impone la ocupación del Ejército israelí, sumadas a la represión del propio Hamas y al control político de Al Fatah.
Pero los palestinos no quieren rendirse y demuestran, por las buenas o por las malas, que están dispuestos a aprovechar la ola para intentar conseguir sus objetivos. Como dijo la semana pasada al diario español El País la activista Riam Awad: “Los palestinos siempre hemos sido exportadores de revoluciones. Ahora no podemos quedarnos en casa viendo las revoluciones de nuestros vecinos por televisión. Los jóvenes vamos a reaccionar”.