Objetos de la complicidad

25/Mar/2011

El País Cultural, Vera von Kreutzbruck

Objetos de la complicidad

MUESTRA SOBRE LOS ALEMANES Y EL NAZISMO
25-3-2011
Vera von Kreutzbruck
(desde Berlín)
ESTIMADO Sr. Hitler: le deseo feliz cumpleaños y espero que gane las elecciones del 24 para que pueda salvar a Alemania. Aquí en Liebenberg el 90% somos nazis”. La autora de esta carta de felicitación escrita en 1933 es una niña de 12 años del pueblo de Liebenberg en Alemania Oriental. Debido a la forma como está redactada es probable que haya sido dictada por los padres.
La carta forma parte de los 600 objetos y 400 fotografías y carteles que se exhibieron en la exposición “Hitler y los alemanes: comunidad nacional y crimen” del museo de Historia Alemana de Berlín.
Hay varios objetos sorprendentes. Por ejemplo, un tapiz con una esvástica en el centro, que fue tejido por una comunidad evangélica. Tiene imágenes de la juventud hitleriana, la liga de mujeres alemanas y la Sturmabteilung (organización paramilitar del partido nazi). Hay piezas de propaganda como vajilla, naipes, juguetes y cajillas de cigarros. También el prototipo del modelo Volkswagen diseñado por el fabricante Ferdinand Porsche, que éste le regaló al dictador para su cumpleaños. También se presentan uniformes de la SS y de prisioneros de los campos de concentración.
Hans-Ulrich Thamer, curador jefe de la exposición, fue entrevistado.
DESEOS, EXPECTATIVAS, MIEDOS.
-¿Por qué esta muestra?
-Había que popularizar y visualizar lo que ya sabemos desde hace años en el campo de la investigación histórica: las razones por las cuales la sociedad alemana se comportó de forma leal al régimen nazi.
-¿Por qué eligió el titulo “Hitler y los alemanes: comunidad nacional y crimen”?
-La exposición no trata sobre Hitler, sobre una persona sola, sino sobre lo que se proyectó en él, los deseos, las expectativas y los miedos. Y también los intereses relacionados a estos factores. El subtítulo resalta esta ambigüedad. El concepto de comunidad nacional es una de las promesas sociales del régimen que indica los que pertenecen a ella y los que deben quedar al margen y ser perseguidos. Para lograrlo el régimen llega a cometer un crimen masivo.
-¿La muestra busca cerrar heridas?
-Creo que ya no es más necesario porque hace veinticinco años que se está hablando sobre el régimen nacionalsocialista y sus consecuencias.
-¿Cuál es la novedad, entonces?
-Lo nuevo para nosotros son los objetos de los museos que demuestran la disposición de consentimiento de la sociedad alemana. Igual, el problema que se nos presentó fue que en el ámbito académico utilizamos un lenguaje relativamente abstracto y tuvimos que adaptarlo a uno más concreto para el público. Además, los objetos generan ciertos efectos que no pueden ser reducidos a una sola tesis. Este fue el desafío del museo. A través de estos objetos los visitantes pueden transportarse más fácilmente hacia el pasado.
-¿Cómo reaccionaron las nuevas generaciones de alemanes a la exposición?
-Hasta ahora sólo hemos tenido reacciones positivas. El número de visitantes es muy alto y el público está compuesto por gente de distintas generaciones. Y lo que también es bueno es la permanencia de los visitantes, es decir: se toman un buen tiempo para ver la muestra.
OBJETOS CONTROVERTIDOS.
-Se le ha criticado a la muestra que por miedo a la controversia se optó por no exponer ciertos objetos.
-El semanario Der Spiegel fue el primero en tematizarlo y es una exageración. No teníamos miedo sino que optamos por ser cuidadosos. Fue una necesidad histórica y metódica. Antes de la inauguración ya recibimos críticas que decían que no se deben mostrar símbolos nacionalsocialistas. Por otro lado es la primera vez que se muestra en público, y de forma tan concreta, este tema específico. La reacción que hemos tenido hasta ahora nos demuestra que no era necesario el cuidado. Lo que sí hicimos -pero yo no diría que fue por miedo o por ser cuidadosos- es colocar los objetos de propaganda dentro de un marco contextual junto a imágenes de contraste. Por ejemplo, mostramos un noticiero que informa sobre la visita de Mussolini a Munich y Berlín en 1937 y detrás proyectamos imágenes de la parodia El gran dictador de Charlie Chaplin. Los nacionalsocialistas apostaron por un método basado en el poder de las imágenes.
-¿Qué objetos no aceptó para la exposición? Se sabe que rechazó un uniforme de Hitler.
-Eso fue por una petición del ámbito político. Nos abstuvimos de mostrar lo que podría ser interpretado como un objeto de devoción. Es un saco de uniforme de Hitler que se encuentra en Moscú. No podíamos aceptar este objeto sin ofrecer una garantía de devolución por parte del gobierno. Ese objeto todavía es botín de guerra y aún existen cuestiones jurídicas pendientes.
-¿Entre 1933 y 1945 los alemanes eran en su mayoría nazis?
-No. Al principio del tercer Reich en las elecciones semi-libres de marzo de 1933 el Partido Nacional Socialista no obtuvo la mayoría absoluta. Pero en los siguientes años, hasta 1940 o hasta el principio de la guerra, luego de la victoria militar sobre Francia, creció la popularidad del régimen nacionalsocialista, especialmente la de Hitler. La razón para ello fue el deseo de tener un hombre fuerte. Esto se basa en la importante tradición militar y en la tradición del movimiento juvenil. La crisis económica del período de entreguerras acentuó más este deseo. El culto al Führer nació por estos motivos. Asimismo Hitler necesitó esto para legitimizar su régimen y su poder cada vez más personalizado. En el transcurso de la guerra se produjo un quiebre. A partir de 1943 comenzó a disminuir su popularidad. Sin embargo, no se puede cuantificar esto con exactitud ya que hasta ahora nunca se han realizado encuestas en las dictaduras. Pero tenemos numerosos informes de opinión que reflejan esto. Y jamás debemos olvidar que existía un grupo de personas que actuaban como oposición política y que estaban parcialmente organizados. En algunas áreas específicas tomaron distancia del régimen. Esto me recuerda lo que decían los nacionalsocialistas: “Un pueblo, un Reich, un líder”. Esto no fue verdad ya que siempre hubo un pequeño grupo de resistencia y zonas en las que se demostraba una distancia, una disidencia al régimen.
-Sin embargo los textos del catálogo de la exposición hablan de una “indiferencia moral por parte del pueblo”.
-Sí, más que nada con respecto a los crímenes del régimen.
-Esto quiere decir que el pueblo fue cómplice de lo que estaba ocurriendo.
-Sí, por supuesto. Existió cierta ambivalencia. Estaban los que se preocupaban cuando se realizaban los pogromos o se perseguía a los judíos. También había pequeños grupos que participaban en las acciones y obtenían una ganancia material. Las expropiaciones o lo que se denominaba “arianización” de los bienes judíos fueron relativamente populares. Todos sabían que estaba ocurriendo esto. Se realizaban subastas de bienes judíos a precios económicos. Y también existía una envidia a los supuestos judíos ricos, suposición basada en datos falsos. La gran mayoría de los judíos eran relativamente pobres.
-¿Piensa que podría volver a ocurrir algo así en Alemania?
-Después de 1945 este miedo ha marcado la historia alemana, pero desde el momento en que el país empezó a desarrollar una cultura política democrática con un público crítico se dejó de pensar así. Pero no se puede descartar la posibilidad de que se vuelva a dar una situación de crisis similar. No debemos olvidar que el nacionalsocialismo surgió en un momento de crisis.