No hay dictador que dure cien años

20/Jul/2011

La Diaria

No hay dictador que dure cien años

18-7-2011 Exhiben película de Chaplin en monumento berlinés que quisieron cooptar los nazis.
En julio de 1931, Charlie Chaplin estuvo en Berlín. Promocionaba su más reciente film, Luces de la ciudad, tal como venía haciendo en el resto de las capitales europeas. El actor inglés (radicado en EEUU hacía casi 20 años) era una figura popularísima, aunque sus comedias mudas estaban quedando un poco fuera de sintonía ante un público habituado al cine sonoro. Los gustos de los europeos cambiaban también en política: en Italia gobernaba desde hacía una década el partido fascista, que añoraba el pasado imperial, mientras allí, en Alemania, cobraba fuerza otro movimiento novedoso, conocido como “nacionalsocialismo”.
En 1939, Chaplin enfrentó dos cuestiones con la película El gran dictador. Por un lado, su debut como director y protagonista en un largometraje sonoro. Por otro, la denuncia directa de los horrores que anunciaba el poderío de Adolf Hitler. Su parodia del líder alemán encontró no pocas resistencias: por esa época, EEUU era neutral en la guerra –que se había iniciado el 1º de setiembre de 1939; el rodaje del film comenzó ocho días después-, y la compañía United Artists deseaba seguir vendiendo sus productos en el mercado alemán. El gran dictador fue una de las pocas películas antinazis filmadas antes de la entrada de EEUU en la guerra (a partir de 1942, el gobierno estadounidense, ya alineado con los Aliados, estimularía el rodaje de propaganda bélica). Chaplin, un promotor de la participación de EEUU en el conflicto, fue siempre sospechoso de “comunismo” y, una década después, en pleno macartismo, se le negaría el permiso de residir en el país.
No obstante, El gran dictador ya había hecho su trabajo. Al tiempo, que ridiculizaba los aspectos más grotescos de la figura pública de Adolf Hitler, el fil denunciaba las obvias señales que los nazis daban acerca de su futura política de exterminio y de expansión territorial mediante la guerra. En su comedia, Chaplin interpreta al dictador de un país ficticio muy parecido a Alemania, y también a un peluquero judío que se le asemeja asombrosamente. Como manda la comedia de enredos, ambos personajes son confundidos, y la película culmina con un encendido discurso antibélico del peluquero.
El viernes ese ícono del cine político fue exhibido en la mismísima Puerta de Brandenburgo, antiguo monumento berlinés –en cierta medida equivalente a nuestra puerta de la Ciudadela- que sirvió de escenario a innumerables desfiles nazis. La proyección de El gran dictador tiene como excusa el aniversario de aquella visita de Chaplin a Berlín, y marca el inicio de un ciclo al aire libre que abarcará su obra completa y durará casi un mes. Se dice que Hitler atesoraba una copia del film, aunque obviamente su difusión estuvo prohibida en Alemania hasta 1958, bastante después de la caída de los nazis. Pero todo llega. JGL