Matrimonio igualitario

28/Jul/2010

En el debate que se produjo en Argentina sobre la ley de matrimonio igualitario que finalmente se promulgó, los medios de comunicación así como la institucionalidad política, le dieron un lugar preponderante a los credos como voces autorizadas y represent

Matrimonio igualitario

En
el debate que se produjo en Argentina sobre la ley de matrimonio
igualitario que finalmente se promulgó, los medios de comunicación así
como la institucionalidad política, le dieron un lugar preponderante a
los credos como voces autorizadas y representativas de la sociedad
civil. Creo que nunca se terminó de dejar en claro que no se estaba
debatiendo la intromisión del Estado en las prácticas religiosas
particulares. Nunca terminó de quedar claro porque no se quería dejar en
claro que de lo que se trataba era justamente de lo contrario: la
intromisión de las prácticas religiosas en la esfera pública.El
fallido lo realiza en el mundo judío, el rabino ultraortodoxo Samuel
Levin cuando exige el encarcelamiento del rabino Daniel Goldman por
bregar este último a favor del matrimonio civil igualitario. Levin creía
estar viviendo en un estado teocrático, ya que acusó a Goldman de
usurpar el título de rabino (ya que un rabino genuino no podría estar a
favor del matrimonio de homosexuales) y por eso pidió su detención. Pero
¿a quién se la pidió? ¿Quién lo detendría a Goldman? ¿La seguridad
privada que rodea a todas las instituciones judías? Levin pedía que se
lo detenga por usurpación del título de rabino, un delito por el cual el
Estado puede acusar a cualquier ciudadano. No solo cree estar viviendo
en un estado teocrático, sino además, judío.Lo cierto es que
esta payasada apareció en la tapa misma de los diarios más importantes
de la Argentina; y mientras el país debatía sobre el tema, parecía que
los judíos nos dedicábamos una vez más a delimitar purezas e impurezas,
genuinidades y bastardeces. Una vez más, cuando la prensa quiso saber
las posturas de la comunidad judía sobre el tema, acudieron a los
rabinos.

Y esto nos lleva a un viejo y bien actual tema: ¿a
quién representan los rabinos? Evidentemente representan a una de las
tantas formas de ser judío que lejos esta de ser la única y la
verdadera. Aunque la mayoría de los rabinos así lo crean, sobre todo
aquellos que se ubican en las posturas más radicales, tenemos que
aceptar que una gran inmensa cantidad de judíos no tenemos nada que ver
con el judaísmo religioso tradicional, ni en su perspectiva ortodoxa ni
en otras perspectivas menos dogmáticas, pero igualmente sostenedoras de
un judaísmo normativo basado en la legalidad rabínica. Muchos judíos
leíamos los diarios y veíamos como se caracterizaba la posición de los
judíos con respecto al tema y sentíamos que esas voces no nos
representaban. Se puede estar a favor o en contra de la homosexualidad
buscando el fundamento de modos distintos en los textos sagrados. En
general, las lecturas de los textos suelen fundar justificaciones
negativas, aunque muchos rabinos pueden fundar su acuerdo con el
matrimonio gay en lecturas no literalistas del texto. Pero lo decisivo
es que hay muchos judíos para quienes estar a favor o en contra del
matrimonio igualitario no se reduce a buscar definiciones en la Biblia.
Hay muchos judíos para quienes las tomas de postura en cuestiones
axiológicas, jurídicas y políticas no se reducen a la interpretación de
un libro, incluso de “nuestro” libro. En todo caso, se debatirá alguna
vez, al interior de las comunidades religiosas, si en el judaísmo
bíblico o talmúdico se pueden encontrar maneras de justificar un
casamiento entre homosexuales, pero lo que se debatía en Argentina ¡era
el matrimonio civil! Es como querer prohibir la ingesta de alimentos que
no siguen la kashrut en cualquier establecimiento alimenticio porque la
ley judía así lo dicta.Por suerte hay rabinos como Goldman que
dejan abierta la ilusión de una renovación del judaísmo religioso en
épocas en las cuales las dicotomías entre lo religioso y lo secular ya
no explican la identidad de una gran mayoría de judíos. Pero también es
cierto que por alguna razón, los medios de comunicación van a buscar a
los rabinos para que opinen en nombre de la comunidad. Es que por un
lado, los representantes comunitarios nucleados en las instituciones
oficiales prefirieron una vez más no tomar partido. Solo después de la
hecatombe periodística sobre el tema, la DAIA salió con un comunicado
defendiendo la diversidad de opiniones. Por otro lado, es cierto que en
la Argentina como en la mayoría de los países del mundo, se sigue sin
entender qué es ser judío: ¿es una religión, una nación, un pueblo, una
cultura? Debido a esto, así como la Iglesia católico salió a pleno en
contra de la ley, se fue a los judíos, en tanto credo, para que
opinaran. El resultado iba a ser naturalmente el mismo: el texto en que
se basan ambas religiones es casi el mismo y el método de las ortodoxias
es similar. El problema es que existen una cantidad importante de
judíos que no son judíos por la adhesión a la normativa religiosa. Y el
tercer motivo es que claramente no se han ido generando aun,
instituciones que alberguen y representen estas voces.Se puede
ser judío de diversos modos. Lo judío es diverso. Hay muchas formas de
ser judío y muchas formas de interpretar lo judío. No se puede hablar en
nombre del judaísmo queriendo representar a todos los judíos, ni decir:
“el judaísmo dice” como si fuera palabra santa, cuando lo judío siempre
es interpretación. El problema está en el querer hacer pasar lo propio
como si fuera lo normal. Por eso, una vez más se trata de una cuestión
de poder, una cuestión política.Hay quienes leen la Biblia de
manera literal y dicen que allí está revelada la verdad de Dios: hay
textos que condenan la homosexualidad, como hay textos para cualquier
cosa. Las ortodoxias pueden interpretar el texto como quieran, pero no
pueden imponer su interpretación como si fuera la verdadera. Lo
importante, me parece, es reivindicar no el carácter verdadero de un
texto que en tanto texto es un horizonte abierto de la interpretación,
sino en resaltar que se trata de nuestro libro. La diferencia entre lo
verdadero y lo propio es clave. Lo verdadero es inmutable, lo propio es
cambiante, ya que en tanto propio está abierto a su resignificación
permanente. “Religión” es un término que puede también provenir del
concepto “relegere” que significa entre sus acepciones: relectura. Una
relectura es siempre u volver a leer quienes somos pero agregándole una
novedad, la novedad de los tiempos presentes que actualizan y humanizan
un texto muerto. Pero sobre todas las cosas, no se puede tener una
lectura literalista cuando conviene. ¿Por qué hay párrafos del Libro al
que se suscribe de manera literal y otros que no, por ejemplo aquel que
insta a estar abierto siempre al extranjero, al que no piensa como yo?
Es notoria la decisión de aferrarse a ciertas ideas y de dejar de lado
otras, tanto bíblicas como talmúdicas, con lo cual queda en evidencia el
carácter histórico de las interpretaciones; pero siendo así: ¿no
estamos justificando entonces el carácter hermenéutico del texto?Algunos
de nosotros, entendemos lo judío como una cultura, una ética, una
historia, y en tanto tal como algo no afirma certezas, sino que inspira a
la búsqueda incesante. Lo judío es una pregunta abierta y un
cuestionamiento permanente porque nuestro texto es antes que nada un
texto abierto a la interpretación y no un recetario de verdades
absolutas. Es una ética comprometida con el extranjero, con el que no
piensa como yo, y por ello con los perseguidos, con los oprimidos, con
los discriminados. Un filósofo judío, Walter Benjamin decía que con la
llegada de la era mesiánica, la justicia redimiría a los derrotados de
la historia: judíos y homosexuales entre otros, estamos en la espera.
Está más que claro que entre los judíos y los homosexuales hay más de un
emparentamiento casual y mucho más que una afinidad por minorías. Es
que el judío como el homosexual, es quien nunca calzó en ninguna
definición natural y esencialista. El occidente cristiano y luego
moderno nos exigió una delimitación que no cuajaba con la manera en que
ambos entendíamos nuestra identidad. Es que la identidad judía como la
identidad homosexual no encaja en los parámetros en cómo occidente
piensa su propia identidad. Y así se nos obliga a una definición que
siempre nos deja afuera: argentino o judío, hombre o mujer. Pero
nosotros no somos ni una cosa ni la otra, somos un resto, lo que no
encaja, y por ello pone en evidencia.Así como no hay una única
manera de ser judío, tampoco hay una única manera de ser humano. Hay
formas dominantes sujetas a intereses.El hombre es un ser
abierto que se está creando a sí mismo todo el tiempo. No hay un hombre
ya “creado” o cerrado, como no hay un judaísmo cerrado, sino que nos
estamos resignificando todo el tiempo. Hay interpretaciones de lo judío
que no pregonan ni una esencia del buen judío ni una esencia del buen
hombre. No hay esencias fijas, sino que todo muta. La cultura judía es
fruto de una historia de mixturas, de integraciones y asimilaciones. No
hay judíos puros, como no hay nada puro. Todo cambia, todo es histórico.Por
eso tampoco hay un modelo único de lo que es un hombre, o una familia, o
el amor o cualquier cosa. Hubo formatos diferentes y seguirá
habiéndolos. Se quiere entronizar una forma de entender la familia como
si fuera la verdadera porque se la cree natural, pero la naturaleza no
existe así en si misma. Es siempre una construcción de sentido hecha por
el hombre. No es que no haya hechos naturales, sino que los hechos de
la naturaleza responden a los modos en que se entiende lo natural en
diferentes momentos de la historia.Por último, como por suerte
no vivimos en una teocracia ni judía ni de ninguna otra religión,
celebramos que el estado garantice la igualdad de oportunidades y la
igualdad de derechos. Los apartheids invisibles son los más violentos
porque legitiman que haya ciudadanos de segunda. Los judíos sabemos de
eso.