La política del poder en Oriente Medio

19/Ago/2011

Aurora, Jonathan Spyer

La política del poder en Oriente Medio

18/08/2011 ORIENTE MEDIO
Arabia Saudita y el sectarismo en Siria Autor: Jonathan Spyer
Un artículo de opinión publicado en Asharq al Awsat, el periódico regional patrocinado por Arabia Saudita, ha sido previsiblemente efusivo en sus elogios a la decisión de Riad de retirar a su embajador de Siria.
“El rey Abdullah Bin Abd al Aziz, custodio de las Dos Mezquitas Sagradas”, dice el artículo, estará del lado del pueblo sirio, con la humanidad en general, con el “querido país árabe hermano” de Siria, y en contra de la “brutal represión” que lleva adelante el régimen de Asad. Kuwait y Bahréin siguieron rápidamente el ejemplo llamando a sus propios embajadores en Damasco a “consulta”.
Los conocedores de la retórica política regional ridiculizaron rápidamente la tardía conversión de los sauditas a la causa de los derechos humanos. Ellos señalaron que, a principios de este año, Riad dirigió velozmente una fuerza militar para aplastar un levantamiento en Bahréin. En ese otro querido país árabe hermano, al parecer, los sauditas fueron los autores entusiastas -y no los críticos- de la “sangrienta represión”.
Los críticos, sin embargo, se pierden el punto. Tanto en Bahréin como en Siria, los sauditas están metidos en la política del poder, y no en la edificación moral. Y en ambos casos, la razón de su respuesta hay que buscarla en su lucha actual contra Irán.
En Bahréin, la intervención de la fuerza del “Escudo de la Península” contra un levantamiento chií provino de la determinación de Arabia Saudita de detener lo que consideraba un intento de Irán de usar a la revuelta la población chií para subvertir a las monarquías suníes de la zona del Golfo Pérsico. Los sauditas eran plenamente conscientes de que su propia provincia oriental, rica en petróleo, poblada por una mayoría chií, podría ser vulnerable a una subversión similar si los chiís vencían en Bahréin.
Siria es el único estado árabe cliente de Irán. El régimen alauita dominado por Assad ocupa un puesto clave en el “eje de resistencia” liderado por Irán, conformado, en los últimos años, como un desafío clave a la alianza regional liderada por Occidente y en el que Arabia Saudita es una pieza muy importante. El ambiente de malestar que se ha propagado en Medio Oriente, este año, ha amenazado a elementos de ambos bloques.
En Siria, Irán apoya firmemente al régimen de Assad que lucha brutalmente por su supervivencia. De hecho, Teherán constituye el factor único que se interpone entre el régimen alauita de Damasco y su destrucción. La Guardia Revolucionaria de Irán está comprometida con el suministro de equipos, asesoramiento y experiencia al asediado partido Ba’ath de Siria. Por cuestiones sectarias y de política de poder, los sauditas tienen todo el interés en prevenir una victoria iraní.
El hecho de que el presidente Assad esté todavía al frente de Siria y no muestra signos de rendirse es el testimonio, en parte, de la experiencia iraní en la guerra contra poblaciones civiles rebeldes.
Sin embargo, el régimen no ha logrado acallar las protestas, que están creciendo y extendiéndose. Los eventos en Siria están empezando a tomar el aspecto de una guerra civil incipiente. Hay una posibilidad real de que las fuerzas de Assad puedan encontrarse pronto con una resistencia armada.
En este contexto, con “el raís” luchando por su supervivencia, Arabia Saudita, evidentemente, consideró que era el momento adecuado para lanzar su peso detrás de la gran tentativa suní para derrocar al régimen.
Otros elementos de la corriente dominante árabe también eligieron esta coyuntura para alinearse contra Assad. La Universidad Al-Azhar, una institución venerada y central del mundo árabe suní, emitió una declaración condenando la violencia en Siria y llamando a poner fin a esta “tragedia árabe e islámica”.
La Liga Árabe, también, difundió una declaración criticando la violencia.
Estos últimos acontecimientos confirman que la vulnerabilidad percibida del régimen de Assad está animando a la corriente dominante árabe a volverse en contra de éste. La alianza de Damasco con los temidos y odiados iraníes es aquí el elemento clave. Pero el tono cada vez más sectario de los acontecimientos en Siria está agravando el aislamiento del presidente en Damasco.
Es fácil y cómodo para los regímenes sunitas en Riad, en El Cairo, y en otros lugares, presentarse como los campeones de una sufrida población sunita contra los opresores extranjeros y sus agentes locales.
Así, la política del poder de Arabia Saudita contra Irán, montada en una corriente mucho más profunda de rivalidad sectaria, da cuenta de los últimos movimientos diplomáticos árabes en Siria.
¿Importa todo esto? La respuesta es -probablemente- no mucho. El canciller egipcio, Nabil Elaraby, ya advirtió en contra de la expectativa de cualquier medida real o práctica por parte de la Liga Árabe.
Arabia Saudita tiene opciones limitadas. Ningún país árabe, escudo de la península o de otras zonas, va a partir hacia Siria para proteger a ese pueblo frente a su Gobierno. La lucha sigue siendo entre un régimen salvaje y brutal, y la mayoría de la población que rechaza su continuidad.
Por supuesto, los sauditas y los iraníes no son los únicos jugadores regionales con intereses en Siria. En los últimos años, Turquía ha desarrollado hábilmente las relaciones tanto con el régimen de Assad como con la oposición sunita. La posición del primer ministro turco Erdogan se está endureciendo, y si los acontecimientos toman un giro particular, una incursión limitada turca en Siria es más que posible.
Sin embargo, los movimientos por parte de Arabia Saudita, Kuwait y Bahréin muestran que la Primavera Árabe ha fracasado en alterar los contornos estratégicos básicos de Oriente Medio. Por el contrario, la respuesta de los poderes regionales a la inestabilidad interna de los países árabes está siendo dictada por las rivalidades estratégicas que precedieron a los disturbios. Estas rivalidades siguen siendo la dinámica clave que conduce a la región. Tanto los sauditas suníes como los chiíes iraníes apoyan o se oponen a los disturbios en función de considerar si su propia posición de poder puede ganar o perder por ello.
Los patronos mayores, como los turcos, respaldan tanto al régimen como la oposición, y cambian su apoyo de acuerdo al desarrollo de los acontecimientos.>