La muerte de Bin Laden muestra que no hay terroristas a salvo

04/May/2011

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La muerte de Bin Laden muestra que no hay terroristas a salvo

Nuestra opinión 3-5-2011
Una de las más extensas cacerías humanas de la historia terminó en la antevíspera con la muerte de Osama Bin Laden, quien no vivía en una cueva en las montañas de Afganistán sino en una cómoda residencia prácticamente en las fauces de su enemigo. El hecho prueba, en primer lugar, que ningún terrorista está fuera del alcance de la Justicia. Para estas columnas, lo que interesa es hoy detallar los principales aspectos de la investigación que permitió localizarlo y trazar algunas reflexiones sobre el futuro de al-Qaeda y el terrorismo internacional.
Los buenos reflejos de la redacción de Ultimas Noticias quedaron muy claramente en evidencia en la edición de ayer, que ofreció la más completa cobertura que la prensa montevideana de esa jornada le haya dedicado a la muerte de Osama Bin Laden. Un acontecimiento del que se tuvo noticia sobre la hora de cierre de la edición, ya con un tiempo muy acotado para elaborar la generosa cantidad de materiales informativos sobre el tema que ayer se brindaron en cinco páginas del diario.
Con la muerte de Bin Laden se completa una cacería humana que se prolongó por casi 10 años desde el mortal atentado del 11 de setiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York. La cabeza del líder terrorista tenía precio -50 millones de dólares, vivo o muerto- y el afán por abatirlo movilizó ejércitos, convirtiéndose en uno de los motivos de la presencia militar norteamericana en Afganistán. Ni que hablar del esfuerzo de Inteligencia que tras su captura desarrolló la CIA, con la colaboración de otros servicios secretos, como el Mossad israelí y el MI6 británico.
Ahora se sabe -la versión la publica el New York Times- que el tramo final de la investigación que culminó con la muerte del terrorista había comenzado en agosto del año pasado, al identificarse a uno de los correos de más confianza de Bin Laden. Los primeros datos se habían conseguido años antes, como resultado de interrogatorios realizados en Guantánamo. Obviamente, recluido e incluso rastreado en sus eventuales conversaciones telefónicas con la más moderna tecnología, el fundador de al-Qaeda necesitaba comunicarse con sus lugartenientes y lo hacía a través de algunos incondicionales que transmitían sus puntos de vista.
Los interrogatorios en Guantánamo le dieron a los investigadores de la CIA dos datos: el alias que empleaba ese correo y la circunstancia de que era un militante de la entera confianza de Khalid Shaikh Mohammed, el reconocido cerebro de la operación contra las Torres Gemelas. En agosto, este correo fue finalmente ubicado en Abbottabad, una ciudad de mediana importancia a una hora de camino al norte de Islamabad, la capital de Pakistán. No parecía ser el lugar adecuado para esconder a Bin Laden, ya que se trataba de la ciudad en la que tienen su asiento importantes instalaciones militares paquistaníes, no muy lejos también de uno de los centros de operaciones norteamericanos. Los habitantes de Abbottabad son en su gran mayoría militares o integrantes de sus familias.
El correo identificado recalaba en un suntuoso complejo residencial que había sido construido en 2005. Con altos muros de concreto, en la cima de una colina, el edificio no tenía ni internet ni teléfono. Y sus escasos moradores quemaban la basura y solamente sacaban cenizas a la calle. El costo de la construcción había sido de un millón de dólares y todo indicaba que tenía que ser algo más que el albergue de un correo terrorista. Tras meses de seguimiento con todos los medios tecnológicos a su alcance, incluyendo satélites, la CIA llegó a la convicción de que Bin Laden podría refugiarse allí y no en la imaginada cueva en las montañas afganas. El tema fue planteado en sucesivas reuniones en la Casa Blanca y finalmente, a las 8.30 de la mañana del 1º de mayo, el presidente Barack Obama dio la autorización para seguir adelante con la operación militar propuesta para el asalto de la casa. Y hacerlo sin brindar información previa al gobierno pakistaní.
El resto de la historia es conocido y va a seguir alimentando las primeras planas de la prensa mundial. El anuncio de que el cadáver, tras la fehaciente identificación, fue arrojado al mar en un lugar no determinado contribuye a abrir nuevas interrogantes y a formular nuevas conjeturas. Entretanto, a estas columnas les parece más útil intentar una breve reflexión sobre el futuro. Para al- Qaeda, la muerte de Bin Laden es un golpe simbólico destacable, pero algunos observadores le atribuyen muy poca importancia operativa.
El fundador de la organización, sometido a una verdadera cacería, no tenía ya el control directo de la acción terrorista. Y lo que es peor: su principal lugarteniente y potencial sucesor, Aymán Al-Zawahiri, es un fanático asesino aún más agresivo y peligroso que el propio Bin Laden. Incluso, varios observadores interpretan que la radicalización de Bin Laden, que inicialmente tomó posiciones moderadas, obedeció en gran medida a la influencia de Al-Zawahiri.
Se dice también que este habría sido el principal sostenedor de la teoría según la cual el terrorismo debía golpear antes que nada al “enemigo lejano”.
Al-Zawahiri es médico, de origen egipcio y participó en el complot que terminó con la vida del presidente Anwar el-Sadat. En su prontuario se señala que fue capturado tras el magnicidio y denunció al principal responsable militar del complot. Delator y delatado pasarían tres años encerrados en la misma celda por las autoridades egipcias, experiencia que debe haber contribuido a forjar el carácter del médico terrorista. Posteriormente, se vinculó a Bin Laden para convertirse en el ideólogo de al-Qaeda y tener una activa participación en el diseño de todos sus golpes.
Cayó finalmente Bin Laden y el hecho demuestra que ningún terrorista puede sentirse a salvo de las consecuencias de sus actos. Eso es bueno para el mundo, pero de modo alguno puede esperarse que con su fundador desaparezca la que ha sido la más amenazante organización terrorista de los últimos tiempos, que puede tornarse aún más virulenta.