La marcha del 8M como síntoma 

14/Mar/2024

El País, Editorial

“Las expresiones de antisemitismo flagrante que se vieron en la última marcha del 8M, parte de performances patéticas, y que ni siquiera son originales (cosas similares se vieron en Argentina) muestran que hay algo muy grave y profundo ocurriendo.”

La marcha anual por el día de la Mujer es uno de los eventos más convocantes que hay en el país. El hecho se ha convertido en un festejo, una excusa, en la cual bajo la consigna general de luchar por una mayor igualdad en la sociedad, gente de muy distintas ideologías y visiones de la vida, se unen por unas horas para mostrar su afán de cambio y celebrar los avances logrados en las últimas décadas.

Pero, como sucede con muchísimas manifestaciones sociales, estas genuinas expresiones populares empiezan a ser cooptadas por grupitos radicalizados que buscan aprovechar la influencia de una expresión popular masiva, para llevar agua para su pequeño molino sectario.

Cada año el fenómeno se percibe con mayor nitidez.

Lo que empezó con algunos grupitos de exaltados que lanzaban bombas de alquitrán contra iglesias católicas, pasó luego a mensajes de odio y pretensiones de discriminación, donde se exigía que los hombres no asistieran, o marcharan al final de la fila. Luego los agravios a mujeres que no pertenecen a la izquierda, pese a que las mismas tuvieran décadas de activismo feminista.

A partir de allí, estos grupos fueron copando las consignas que convocan a las marchas. Consignas que el 99% de la gente que asiste a esas manifestaciones ni conoce ni comparte. Pero que terminan marcando la agenda del día, y de alguna manera ensuciando el espíritu del acto.

Estas consignas han tenido en estos últimos años eje en cosas tan ridículas y alejadas del espíritu del 8M como la reivindicación de las llamadas “ollas populares”, que tras la pandemia quedó bien claro eran organizaciones que buscaban hacer politiquería con el hambre de gente necesitada. Este año las mismas reclamaban por cosas tan absurdas como la recolección de firmas contra la reforma de la seguridad social, o el conflicto que afecta a Israel.

¿Qué tienen que ver estos temas con la causa de la mujer? Nada. O más bien lo contrario, porque apoyar explícitamente a una organización islámica radical como Hamás, como hicieron muchas activistas, que no solo no cree en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, sino que reivindica los casamientos forzosos con menores de edad, y la violencia directa del hombre contra la mujer, solo puede ser visto como síntoma de una deriva ridícula.

Las expresiones de antisemitismo flagrante que se vieron en la última marcha del 8M, parte de performances patéticas, y que ni siquiera son originales (cosas similares se vieron en Argentina) muestran que hay algo muy grave y profundo ocurriendo.

Quienes tienen cierta experiencia vital, y en especial en ambientes académicos estatales o sindicales, entienden rápidamente de que va la cosa. Porque el “modus operandi” de los grupos radicales de izquierda es tan previsible como viejo.

Se trata de pequeños grupos muy organizados, que se roban el protagonismo de espacios democráticos, para tener una mayor incidencia en las discusiones públicas, que las que legítimamente tienen en función de su real respaldo electoral.

Esto no es muy distinto a lo que ocurrió con el movimiento de trabajadores y la marcha del 1 de mayo. Donde dirigentes que comparten militancia sindical con pertenencia al Partido Comunista y otras agrupaciones similares, asumen la representatividad de todos los trabajadores para plantear exigencias que son las de su mínimo grupo político.

Algo demasiado parecido está ocurriendo con la marcha del 8M.

La cuestión es qué hacer al respecto. Y no hay mucho, por eso se aprovechan quienes solo así logran robar cierta visibilidad.

La realidad es que va siendo tiempo de que las propias personas que generaron este fenómeno social, que luchan genuinamente por los derechos de la mujer, deberían ser los primeros molestos ante este “secuestro” de su causa, por personas y grupos que la usan para fines propios. Y a quienes obviamente poco importa la causa de fondo.

Este año es probable que al menos las mujeres con un mínimo de información sobre lo que sucede en Medio Oriente hayan despabilado con lo que ocurre en esa marcha. Como antes lo habían hecho otras mujeres, que se sienten feministas como la que más, pero fueron agredidas por no ser parte de la visión de ultraizquierda. Poco a poco esto seguirá pasando, hasta que esta fecha que es tan importante para tantas mujeres, termine sumada al calendario de eventos huecos, tomados por los radicales minoritarios que viven de lucrar políticamente de cualquier causa. ¿Será que las mujeres, las verdaderas feministas de este país, permitirán que eso suceda?