La madre de todas las injusticias

27/Ago/2010

La madre de todas las injusticias

La madre de todas las injusticias
Por Nahum Bergstein
Dos precisiones. Primero:- Criticar las decisiones de cualquier gobierno de Israel o su filosofía política, no es un acto antisemita sino el libre ejercicio del derecho de opinar, al igual que declararse antiisraelí o antisionista, sin perjuicio de lo cual cabe agregar que esto es discriminatorio en la medida que niega a los judíos su identidad nacional o, aún si la aceptara, niega a la nación judía el derecho a constituirse en Estado.- Segundo:- A pesar del acoso al cual se ve sometido, Israel se mantiene apegado a los más rigurosos niveles éticos y demostró que está dispuesto a asumir riesgos con tal de llegar a una paz; todo ello, mientras se le somete sin pausas a un oprobio internacional. Ante esta dualidad, llegó el momento de preguntarse:- ¿a qué se debe?.-
En los campamentos de refugiados árabes se gestó en la década del sesenta una conciencia de identidad sobre la cual se constituyó una nueva nación que tomó su nombre de la zona geográfica, Palestina, (derivado de los “filisteos”, que invadieron la región hace más de tres mil años). Se organizaron en la O.L.P., cuya Carta fundacional de 1964, manifestaba (art.24) que no ejercerían la soberanía sobre la Franja Occidental y Gaza, las cuales desde 1948 pertenecían “a otros estados árabes” (Jordania y Egipto, respectivamente). En 1968, en una nueva versión de la Carta se modificó dicho artículo, porque que a raíz de la Guerra de Seis Días (1967), esta zona quedó en manos de Israel y, desde entonces los palestinos pasaron a reclamarla como base territorial del futuro Estado. Ya desde antes, la URSS, realineada con los árabes, insistía en cuanto a la conveniencia de un cambio radical de la imagen palestina, de modo que los árabes, que sistemáticamente amenazaban con echar los judíos al mar, se convirtieran en las víctimas del Estado judío. Una nueva campaña de propaganda destinada a atraer las simpatías de la opinión pública, especialmente en Occidente, para lo cual era necesario trocar los roles entre judíos y palestinos. Operando como una red internacional, se montó, con gran respaldo mediático, un exitoso operativo de desinformación, que hoy cuenta con más apoyos y complicidades que nunca, cuyo objetivo es que la solidaridad militante con la causa palestina, sean cuales fueren sus excesos, constituya lo “políticamente correcto”.-
El tiempo demostró que se trataba de algo más que mera propaganda, y que la destrucción de Israel, que se desprendía de aquella primera Constitución palestina de 1964, reiterada en años sucesivos por quien fue el símbolo indiscutible de la causa Arafat, y estampada explícitamente en la Carta del Hamas de la década de los noventa, seguía siendo el inalterable designio final. Como si la nación palestina haya aparecido en la historia como instrumento para la destrucción del Estado Judío.-
La aspiración de que exista un Estado palestino que conviva pacíficamente con Israel, es compartida por la inmensa mayoría de los judíos. Pero si se pretende que la creación del Estado palestino en lugar de otro que ya existe Israel-, sea siquiera tomada en cuenta, es imprescindible embarcarse previamente en un largo proceso tendiente a la aceptación de la idea de que todo daño que se infiera a Israel o los judíos, está justificada de antemano, y que la reacción contra este daño será considerada, en el mejor de los casos “desproporcionada”, y en el peor, razón valedera para que sus responsables sean juzgados por crímenes de guerra o lesa humanidad. El proceso de aceptación de esta idea es el objetivo de la campaña deslegitimadora.-
Si lo logran, habrán cercenado el derecho de Israel, -paria al que se le niega la condición de miembro igualitario en la comunidad de naciones-, a la defensa de la vida e integridad física de sus ciudadanos, y, en consecuencia, inerme ante los ataques y agresiones de sus enemigos.-
El peligro es mayor aún porque los palestinos, en aras de su causa, la causa de todas las causas, (Taguieff “La nueva judeofobia”), han logrado conformar una coalición variopinta de la cual el núcleo duro es el Islam acompañado, obviamente, por la extrema derecha (neonazis- no debe haber uno que no sea ferviente antiisraelí y antisionista-, nacionalistas xenófobos, cristianos integristas como Mayoría Moral, Nueva Derecha y otros), y también algo incomprensible-, por amplios sectores de la izquierda, nuevos antiimperialistas de tradición comunista, antiglobalizadores, antineoliberales, ambientalistas, pacifistas, etc; en otras palabras, la flor y nata de la vanguardia progresista abrazada con lo más retrógado, cruel y oscurantista de nuestra época.-
Se han ensayado múltiples explicaciones:- El apoyo de EE.UU. a Israel (la dupla culpable de los males del mundo), una cultura de resentimiento antioccidental, el antisemitismo stalinista, nuevos estereotipos antisionistas inspirados por el Islam, todo lo cual, en su compulsión antiisraelí y compasión por los palestinos, ha logrado construir la figura de un Israel demonizado, expresión del Occidente rico y colonialista, que oprime a la Nación palestina, expresión de un Tercer Mundo pobre y sometido.-
Al parecer, la obsesión de estos humanistas, concentrada en la causa palestina contra Israel, les impide reaccionar cuando 50.000 personas son asesinadas en Sudan, o 120.000 en Sierra Leona, o las masacres en el Kurdistan, antigua nación que tiene la mala suerte de que su territorio esté distribuido geográficamente entre Iraq, Iran y Turquía, etcétera, etcétera.-
Quienes de buena fe se han sumado a la campaña deslegitimadota de Israel sin percatarse de la asfixiante injusticia que entraña, deberían ser conscientes de los extremos a los que esta campaña puede conducir si no se detiene. Que en el día de mañana no pongan cara de “yo no fui”.-