La genial pianista judía admirada por Charlie Chaplin y el papa Francisco

22/Jun/2022

Israel Económico

Israel Económico

Nacida en Bucarest en 1895, Clara Haskil fue una genial pianista judía que asombró desde niña, cuando demostró que podía reproducir obras musicales escuchadas tan solo una vez. Años después sería vecina de Charlie Chaplin, quien le profesó una profunda admiración. Crédito foto: Louise Productions

La pequeña Clara recibió sus primeras lecciones de piano de parte de su madre, Berthe Haskil, quien provenía de una familia de origen sefaradí.

(De hecho, según la biografía que escribió Irène Minder-Jeanneret, Berthe era hija de David Moscona y Rebecca Aladjem, parte de una familia que se remonta a la España del 1300. Después de haber huido de la Inquisición, los Moscona se instalaron primero en la Turquía otomana y luego en Bulgaria).

Su padre, Isaac Haskil, había llegado desde Besarabia y falleció en 1899, cuando Clara tenía apenas cuatro años, dejando a la familia en una complicada situación financiera.

A partir de ese momento, “las clases de piano e idiomas impartidas por su madre significaron un importante sustento económico”, señaló otra experta en la obra y la vida de Clara Haskil, Virginia Sánchez Rodríguez.

Consciente del talento musical de Clara, Berthe decidió “que se trasladara a Viena con uno de sus tíos cuando tenía siete años y posteriormente a París, donde no solo recibió lecciones de piano sino también de violín”, añadió Sánchez Rodríguez, de la Universidad de Castilla-La Mancha.

En un artículo en el portal The Conversation, la experta española recordó que, en el Conservatorio de París, el mejor del mundo a comienzos del Siglo XX, la joven rumana fue alumna de Alfred Cortot en 1907 y luego de Lazare Lévy.

“La capital francesa significó el comienzo de sus éxitos”, apunta el artículo. En 1910, Haskil alcanzó el primer premio de piano en un concurso organizado por el propio conservatorio, otorgado por un jurado formado por Gabriel Fauré, Moritz Moszkowski, Raoul Pugno y Ricardo Viñes.

Luego comenzaría una vida de pianista de talento precoz deleitando a públicos de Francia, Austria, Italia y Suiza. Hasta que en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, falleció su madre, su tío fue detenido en un campo de refugiados y comenzaron sus problemas con una escoliosis deformante.

Tras el final del conflicto bélico, las cosas parecieron volver a encaminarse: Clara seguía viviendo en Francia pero Suiza se convirtió “en un lugar importante” para la pianista, señala Sánchez Rodríguez.

“Allí -escribió la investigadora española- encontró un clima favorable para su salud, un ambiente amable y el inicio de la admiración del público europeo”.

Estados Unidos también se rindió ante su dominio del piano, como demuestra el éxito alcanzado en su primera gira en 1924, que la llevó al triunfo en Nueva York.

Durante su carrera, Clara interpretó lo que se considera “el gran repertorio” para piano, desde sonatas de Mozart, Joseph Haydn y Ludwig van Beethoven a la “Iberia” de Isaac Albéniz, pasando por sonatas de Liszt y el “Concierto para piano y orquesta número 2” de Frédéric Chopin.

El gran suceso se vio interrumpido, una vez más, por el ruido de las armas, de la marcha de los soldados y las explosiones. En efecto, la Segunda Guerra Mundial, que coincidió con nuevos problemas de salud, volvió a cortar su carrera.

Además, el conflicto, señala Sánchez Rodríguez, le infundió “el miedo a ser capturada por su condición de judía”. Gracias a sus amigos y admiradores logró obtener la documentación necesaria para ser acogida en Suiza en 1942 y escapar del Holocausto.

Clara se instaló en Vevey, donde era visitada a menudos por amigos como Chaplin. El genial cómico inglés había elegido esa ciudad suiza para retirarse, en 1953, y vivió allí hasta su muerte en 1977.

En ese ambiente, Haskil floreció: conoció a músicos como Igor Stravinski e incluso tocó a dos pianos con Vladimir Horowitz. También colaboró con gigantes como Pau Casals y Herbert von Karajan, con quien compartió una exitosa gira por Viena y Salzburgo bajo su batuta.

Sin embargo -aclara Sánchez Rodríguez-, el artista de “Tiempos Modernos” fue “quizá el más famoso de sus amigos”. Era habitual que la familia Chaplin visitara a la pianista en su casa de Vevey, y ella los agasajaba musicalmente.

Haskil también acudía a Manoir de Ban, la residencia del actor. Chaplin, señaló la experta española, “fue quien profesó de una manera más pública su admiración”.

Para dejarlo en claro, unas palabras del cómico inglés en una entrevista radiofónica del año 1962: “Durante mi vida he conocido tres genios. Uno fue Clara Haskil. Los otros fueron el profesor Einstein y Sir Winston Churchill”.

Chaplin no fue la única figura histórica que declaró su amor por Clara, quien falleció en Bruselas en diciembre de 1960. En efecto, cuando en el 2013 la revista jesuita America le preguntó al Papa por sus gustos artísticos, el jefe del Vaticano compartió una breve lista.

“Entre los grandes pintores, admiro a Caravaggio: sus pinturas me hablan -señaló Francisco-. Pero también Chagall, con su ‘Crucifixión blanca’”.

Y, entre los músicos, “me encanta Mozart, por supuesto”, siguió el Papa, para luego precisar: “Me encanta Mozart interpretado por Clara Haskil”.