La corchea y la esvástica

28/Jul/2011

El Observador, Valentín Trujillo

La corchea y la esvástica

28-7-2011
RELATO La Orquesta de Cámara de Israel tocó en el festival wagneriano, en Bayreuth, y provocó una polémica abonada por el antisemitismo del compositor alemán
VALENTÍN TRUJILLO AUGEROUY@YAHOO.COM
Cada vez que escucho a Wagner me dan ganas de invadir Polonia”, le dice Woody Allen a Diane Keaton a la salida de la ópera de Nueva York, en uno de los mejores chistes de la película Misterioso asesinato en Manhattan.
Richard Wagner fue un furibundo antisemita y el régimen nazi tomó sus composiciones como estandartes musicales, tanto en la victoria como en la derrota. Adolf Hitler hizo que se representaran sus obras en la París ocupada y también en el teatro de Berlín, en la época de los bombardeos aliados, cuando “en invierno un viento helado se colaba por las ventanas de vidrios rotos”, según recordó en sus memorias Albert Speer, arquitecto y ministro de confianza del Führer.
Wagner murió seis años del nacimiento de Hitler, pero la conexión en el sentimiento contra los judíos hizo que se considerara al músico como un auténtico precedente del nazismo. Algo similar a lo que sucede con Friedrich Nietzsche, Wagner está considerado en general por la comunidad judía como una figura casi siniestra, más allá que el destino hiciera que varios judíos se cruzaran en su camino, como el poeta alemán Heinrich Heine, que le proveyó el argumento de El holandés errante, o el director de orquesta Leonard Bernstein, que comandó algunas de las interpretaciones más impresionantes de las óperas wagnerianas.
Todo esto viene a cuento porque ayer en la ciudad alemana de Bayreuth, sede de un teatro donde gracias al mecenazgo del rey Luis de Baviera florecieron muchos músicos como Wagner y Liszt, se presentó por primera vez la Orquesta de Cámara de Israel en el marco del festival anual en homenaje al autor de Tannhäuser.
“Wagner, tabú roto” tituló el diario español El Mundo sobre el evento. La orquesta israelí interpretó obras de compositores judíos como Tzvi Avni, Gustav Mahler y el gran enemigo de Wagner, Felix Mendelssohn-Bartholdy. También tocó una obra de Franz Liszt con motivo de su bicentenario y, finalmente, la más polémica y tensa emocionalmente: el Idilio de Sigfrido, de Wagner, en honor a su esposa Cósima. “El público se entregó a la interpretación de los músicos israelíes. Quizá por el talento, quizá por el tabú roto en la meca wagneriana”, decía la crónica.
“Este es solo un paso más en nuestra lucha que solo ganaremos cuando Wagner sea interpretado en Israel. Nos oponemos a cualquier boicot cultural ya sea contra Israel o contra artistas”, declaró Jonathan Livni, director de la orquesta. Livni se refiere a la interpretación de Wagner por parte de una orquesta israelí, porque hace dos años el director argentino Daniel Barenboim interpretó, contra una andanada de críticas, una obra del compositor alemán en Jerusalén.
Se plantea de nuevo la distancia entre la obra de un artista, el valor de esa obra y la persona del artista. Los músicos de la orquesta israelí, concientes de las arengas contra los judíos que realizó en su época Wagner, consideraron un verdadero honor y un orgullo tener la oportunidad de asistir al festival.
“El Estado de Israel no boicotea de forma oficial la música de Wagner. No hay ninguna ley o normativa que lo prohíba, pero la sensibilidad es enorme. Lo entendemos y por eso, nosotros no lo hacemos en Israel”, declaró el director general de la orquesta, Eran Hershkovitz.
El director añadió que los músicos fueron al festival con emoción y orgullo, “para demostrar que lo que Wagner pensaba de nosotros no era verdad”. “Es una victoria ya que aquellos a los que él tanto odiaba y boicoteaba son los que han tocado su obra. Hace 60 años aquí asesinaban a judíos; hoy los judíos ondean la bandera de Israel y tocan a Wagner”, concluyó. Ganó la música, ganó el arte.