La caja de Pandora

07/Feb/2011

La República, Nahum Bergstein

La caja de Pandora

Por Nahum Bergstein Jurista, ex senador
7-2-2011
Cuando Zeus supo que Prometeo suministró a los hombres una chispa del fuego, se encolerizó de tal manera que, ávido de venganza, encomendó a los dioses la creación de una mujer que fuera poco menos que perfecta, a la que se llamó Pandora, para entregarla al hermano de Prometeo. El hermano, prendado por el encanto de Pandora, desoyó las advertencias de Prometeo. Pandora, por su parte, trajo consigo su dote consistente en una caja llena de regalos de los dioses. Cuando abrió la caja, brotaron de su interior las enfermedades, las injusticias, la muerte; en fin, los sufrimientos que amargan la vida de los seres humanos.
Hoy, son muchos los analistas que se preguntan cuál será el curso futuro de los acontecimientos que vienen de la mano de las manifestaciones y revueltas que, con la ciudad de El Cairo como epicentro, se extienden como reguero de pólvora por el norte de Africa y el Medio Oriente. Lo sucedido hasta ahora en Egipto era más o menos predecible. Sectores de la sociedad se lanzaron a las calles ante la falta de respuesta para sus demandas económicas y políticas (más de lo primero que de lo segundo).
Si tomamos como punto de partida la Revolución Francesa, y aún teniendo en cuenta que las experiencias de una sociedad no pueden transferirse automáticamente a otras sociedades y culturas, se constata que las sucesivas revoluciones que tuvieron lugar en las dos centurias pasadas atravesaron un proceso similar. El autócrata de turno, sea el rey, el zar, el presidente, el general, o quienquiera que fuere, en una primera etapa no capta en toda su dimensión el sentido de los acontecimientos y, como si fuera un acto reflejo, apela a la represión que es lo que al fin y al cabo lo mantuvo en el poder. Pero cuando las muchedumbres se lanzan a las calles, el temor ya no ejerce su efecto disuasorio, de modo que el efecto de la represión es arrimar leña al fuego, la gente se enfurece, los reclamos se radicalizan y los líderes de la primera hora son sustituidos por otros más intransigentes. A esta altura, el gobernante comienza a hacer concesiones graduales, pero lo que ayer quizás hubiera resuelto la situación, hoy ya no conforma. De ahí en más, las certezas se diluyen en la vorágine del estallido.
Hay ingredientes ideológicos, religiosos, políticos, sociales y económicos, que alternativamente se coaligan o enfrentan, luchando por capitalizar el fervor popular no sólo en Egipto sino en la región, mientras Mubarak, a quienes muchos ya habían defenestrado, anunció que no se presentará a las próximas elecciones presidenciales que tendrán lugar en setiembre pero que no se va de Egipto “aquí moriré”- haciendo caso omiso de fuertes presiones internacionales y de la oferta de asilo de la presidente Merkel. Al parecer, no es de los que huyen con la primer estampida. Por otra parte, el poderoso Ejército egipcio, que es quien puede inclinar el fiel de la balanza, mantiene una actitud ambigua que algunos interpretan como resultado de disensiones internas, y otros como que apoyan a Mubarak sin por ello aceptar el rol del gran represor. El hecho es que hace varios días que los titulares de prensa venían anunciando la inminente caída de Mubarak, pero al tiempo de escribir estas líneas, el tenor de los comentarios es más cauteloso. Mubarak sigue siendo un factor clave a tener en cuenta.
Pero además, el fantasma que planea en este proceso es la Hermandad Musulmana, el movimiento islamista teocrático de aspiraciones planetarias. A pesar de que según The New York Times, “se terminó la preocupación por la ideología islamista”, y ahora se protesta contra los gobiernos autoritarios y por la falta de empleo, (“El País” de Montevideo, 30 de enero), la Hermandad sigue allí, y en algún momento puede emerger como la gran triunfadora. Aún estando proscrita, conservó la estructura organizativa y su capacidad de movilización, merced a su naturaleza proteica que, a despecho del fanatismo que la caracteriza, demuestra una rara habilidad de adaptación a los cambiantes contextos políticos, al punto que ya es considerada la principal fuerza de oposición. Cuando estalló la revuelta, se mantuvo al margen, luego se sumó y puso a su gente en la calle y rechazaron la permanencia de Mubarak hasta setiembre. Creer que se terminó la era de la ideología y de ciertas orientaciones políticas del islamismo, y que la motivación de la Hermandad consiste, por un lado, en implantar la democracia en Egipto y, por otro lado, en aplicar medidas económicas que alivien la situación de las masas sumergidas es, con todos los respetos, una píldora que no me trago.
Algunas reacciones del exterior pueden contribuir a interpretar los hechos.- EE.UU. fue de los primeros en reclamar una transición ya ­ya no es setiembre, dijo el portavoz de la Casa Blanca- (“El Observador del 3 de febrero), pero por otra parte se informó que la decisión de no presentarse a la reelección proviene de una propuesta de Obama. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, telefoneó a Mubarak para expresarle su apoyo, mientras dirigentes del Hamas expresaron desde Gaza su simpatía por la revolución. En Iran, fuentes que han permanecido en el anonimato la consideran un triunfo de los valores islámicos y en Israel, el primer ministro Netanyahu entiende que cualquiera sea el próximo gobierno de Egipto, este deberá respetar el tratado de paz con Israel.-
En resumidas cuentas, se abrió la caja de Pandora y no se sabe cuál será el desenlace.