La actuación humanitaria de diplomáticos españoles ante el Holocausto

25/Nov/2022

El Debate, España- por Antonio Manuel Moral Roncal

El Debate, España- por Antonio Manuel Moral Roncal

Durante el régimen nazi, los diplomáticos españoles fueron los responsables de salvar la vida de cientos de judíos sefardíes que buscaban una salida del exterminio que se estaba produciendo en Alemania. En la foto, judíos Sefardíes en Budapest, extraída del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación

En la primera fase de la Segunda Guerra Mundial (1939-1942) varios diplomáticos españoles protegieron a los judíos sefarditas de la persecución nazi. El 16 de enero de 1943, la embajada alemana en Madrid advirtió al gobierno español que las medidas contra los judíos se harían efectivas en todo el Reich sin excepciones, por lo que, hasta el 31 de marzo, España podía repatriar a sus sefarditas. De no hacerlo, quedaban expuestos a la política general sobre los judíos. Y ese año fue el comienzo de la Solución Final.

Mientras llegaban a Berlín las listas de los 250 sefarditas residentes en Bélgica, Holanda y Francia, Madrid decidió facilitar la entrada a España de ciertos grupos de judíos de los territorios ocupados en Europa. El representante del American Joint Distribution Committee prestó servicios de apoyo financiero para realizar ese tránsito, lo cual repercutiría positivamente en las relaciones diplomáticas entre el régimen y los Estados Unidos. Cabe destacar, en esos momentos, al cónsul de España en Estrasburgo, Eduardo de Erice, que ayudó a la única familia sefardita de la ciudad.

El 5 de marzo, el embajador en Berlín, Ginés Vidal, envió un despacho donde afirmaba que el destino final de los judíos eran unos lugares donde eran eliminados sin distinción de sexo y edad. Ante esta realidad, Madrid solicitó la ampliación del plazo de salida de los sefarditas a Berlín, recibiendo una negativa alemana. Mientras tanto, el embajador español en Estados Unidos recibió al rabino Perlzweig, interesado en ponerse de acuerdo con las autoridades de Madrid para facilitar la distribución de paquetes de alimentos y conseguir la salida de niños judíos con destino a varios países americanos. Los judíos argentinos y uruguayos realizaron gestiones semejantes ante las representaciones españolas en las siguientes semanas, ofreciéndose para enviar comida, ropa y alimentos para aquellos que se encontraban en tránsito.

El ministro de Asuntos Exteriores respondió a Berlín y París con su visto bueno para conceder visados de entrada, logrando asimismo una prórroga hasta el 30 de abril para que los sefarditas que lo desearan pudieran volver de tránsito a España, mientras todos los diplomáticos españoles implicados concluían que las deportaciones serían inevitables y que, incluso las judías casadas con españoles no judíos debían marcharse.

El consulado en París no se dio por enterado de que sólo podía conceder visados a los judíos con la nacionalidad española y el 30 de abril de 1943 se los concedió a 90 judíos sefardíes que sólo tenían el estatuto de protegidos. Cuatro meses más tarde, llegaron 73 sefarditas a Irún desde Francia, residiendo temporalmente en varias ciudades. El cónsul Rolland intercedió por otros catorce enviados al campo de Drancy y organizó la repatriación de otros 77, trabajo que finalizaría el diplomático Alfonso Fiscowich.

Visados para los sefarditas

En Bulgaria, gracias al diplomático Palencia, toda la colonia sefardita recibió visado de entrada en España. En Salónica, el cónsul Sebastián Romero emitió, con permiso de Madrid, visados para 550 personas, pero los alemanes comenzaron a trasladar a judíos al campo de Bergen-Belsen, entre ellos a 365 sefarditas. Madrid aceptó la entrada en grupos pequeños pero los alemanes solicitaron el traslado en un solo viaje y en un sólo grupo, continuando las negociaciones hasta febrero de 1944 en que atravesaron la frontera española los 365 sefarditas, aunque sus propiedades nunca fueron devueltas. Muchos de ellos terminaron su viaje en Palestina y Grecia.

Durante ese año, el gobierno español autorizó otros 700 visados para judíos que se encontraban en campos de concentración, para llegar a Tánger, pero 1944 fue el año de los diplomáticos españoles en Hungría, Miguel Ángel de Muguiro y Ángel Sanz Briz, que lograron defender la vida de numerosos judíos. A finales de mayo, llegaron a Tánger 500 jóvenes judíos provenientes de Budapest y se iniciaron los trámites para enviar otros tantos niños. El 21 de agosto, Sanz Briz firmó junto a los representantes de la Santa Sede, Portugal, Suiza y Suecia una nota conjunta dirigida al Ministerio de Asuntos Exteriores húngaro protestando por las deportaciones de judíos. Mientras, el embajador español en Washington, a petición del Congreso Judío, rogó a Madrid que se extendiera la protección en Hungría al mayor número posible de judíos perseguidos. La reacción del ministro Lequerica fue enviar órdenes terminantes a Sanz Briz para que dispusiera de la máxima protección a los judíos en la forma que él mismo eligiera.

Sanz Briz recibió de sus superiores la autorización para conceder 200 pasaportes de forma individual a favor de sefarditas, que él y sus colaboradores interpretaron de forma deliberadamente colectiva, de manera confusa, extendiéndolos a familias de judíos askenazis. Igualmente, logró la libertad de judíos confinados en el campo de Bergen-Belsen, mientras albergaba en su Embajada y anexos a varias familias, y amparaba, con la bandera de España, varios edificios en el gueto judío de Budapest. También ayudó económicamente a la compra de medicinas y comida con dinero propio y de la embajada. Ante la llegada de tropas soviéticas, Sanz Briz abandonó la capital con destino a Suiza, pero sus colaboradores continuaron utilizando sus sellos y fondos dejados por él para proteger, en medio del caos de la guerra, a esas familias. 21 años después recibiría el título de «Justo entre las naciones» del gobierno de Israel.

A comienzos de 1945, comenzaron a manifestarse el agradecimiento oficial de asociaciones judías en Perú, Argentina y Estados Unidos por las actuaciones españolas, así como alguna nota británica. Tras la desaparición de la embajada española en Berlín, fueron las de Bruselas –en zona dominada por los Aliados– y Berna quienes asumieron protagonismo para facilitar visados y viaje de judíos hacia Grecia y Palestina.