Después de la extensa fila de atrocidades sufridas por la colectividad judía a lo largo de la historia como producto del antisemitismo, deberíamos inferir que un país como el nuestro, de arraigado republicanismo, estaría ajeno a esa tara nefasta de la condición humana. Lamentablemente no es así. Recientemente, el expresidente Sanguinetti declaró con acierto que, promediando el siglo XX, el antisemitismo se identificaba con la extrema derecha, pero que ahora lo hace con la izquierda. Esta es una realidad global, pero también local. En los últimos días se conocieron dos noticias que penosamente lo avalan.
Primero fue la Federación Uruguaya de Magisterio (FUM), que en una declaración pública difundida el 5 de abril tergiversó burdamente la información sobre la guerra entre Israel y Hamás, dando por buenos los datos falaces que divulga la organización terrorista en cuanto al número de víctimas y denunciando que Israel “incumplió el alto el fuego”. Un alto el fuego que se mantuvo lo más posible pero no habilitó la liberación de los más de 50 rehenes civiles que siguen en cautiverio, desde el infame ataque terrorista del 7 de octubre de 2023. Esta declaración, como muchas otras que las organizaciones de izquierda pronuncian en marchas y actos públicos, habla del “pueblo palestino”, pasando por alto a la banda criminal que verdaderamente lo sojuzga, bien aceitada económicamente por infames teocracias totalitarias.
La organización gremial de los maestros no se pronunció sobre los asesinatos masivos de niños y bebés israelíes de aquel 7 de octubre, cuya extrema crueldad motivó esta reacción bélica de un país democrático. Para la FUM, parece ser que hay muertes de niños condenables y otras sobre las que no vale la pena expresarse. ¡Qué lamentable!
Hablan de defender la autodeterminación de los pueblos y tendrían que empezar por reconocer que en el estado de Israel esta rige a pleno, mientras que los palestinos deberían desembarazarse de la brutal dictadura de Hamás, esa que impide su verdadera autodeterminación.
El prejuicio antisemita no quedó ahí. Sorprendentemente, el martes 8 le tocó el turno a la Udelar.
Su Consejo Directivo Central (CDC) aprobó una resolución que reclama el cierre de la oficina de innovación de nuestra Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) en Jerusalén. Según declaraciones del rector Álvaro Mombrú a Canal 12, “se habló de la inconveniencia, del hecho de que no era la mejor oportunidad para abrir una oficina, en particular en Jerusalén, pero se habló de todo lo que la Universidad de la República viene trabajando con ANII, del 2008 hasta la fecha, en el marco de interacciones con instituciones israelíes, y la voluntad es seguir adelante. Simplemente que este momento es muy particular. Apostamos por la paz, por la convivencia, por la tolerancia en la zona. Y simplemente eso”. Quiso poner paños tibios a la más que cuestionable resolución, admitiendo que se seguirá trabajando con Israel en proyectos no oficiales. Pero ante la insistencia del periodista Leo Sarro, el rector se mostró visiblemente incómodo, expresando que “es una resolución que fue tomada, como dije, en el marco de la oportunidad y la inconveniencia, no mirando otro tipo de conveniencia (sic). Por lo tanto, en realidad, fue una determinación que tomó el CDC a propuesta de uno de sus órdenes y con el apoyo de otro”. Reconoció así tímidamente la falta de unanimidad en una decisión tan relevante, y uno no puede menos que pensar en la importancia de que la futura Universidad de la Educación no repita este formato de cogobierno (donde las minorías radicalizadas se imponen siempre), como lo impulsan con justeza los legisladores de la Coalición Republicana.
El diputado Gerardo Sotelo fue claro al respecto: “La Universidad Hebrea de Jerusalén (contraparte israelí de la ANII en la oficina de innovación) es una institución autónoma, que tiene independencia académica y administrativa. Son sus autoridades y no el gobierno israelí, las que deciden en materia de investigación, nombramientos y vida universitaria en general. La decisión de la Udelar de interferir en el avance de la oficina de innovación en Jerusalén por razones políticas no tiene antecedentes ni responde a ninguna lógica académica ni a ninguna ética. Es pura ideología woke y puro antisemitismo, si se me permite la redundancia”.
De la FUM no hay mucho que esperar, pero sería bueno que alguien de la Udelar se rebelara contra semejante disparate. ¿O seguirán -como pasó con la cancelación del profesor Alberto Spectorowski- bailando al compás de fanatismos delirantes?