Guerra contra un pueblo

15/Ago/2011

La República, Egon Friedler

Guerra contra un pueblo

SIRIA Egon Friedler Periodista
13-8-2011
Nadie sabe exactamente cuántas fueron las víctimas de la represión de la revuelta de los Hermanos Musulmanes en Hama contra el régimen de Hafez el Assad en 1982. Algunos medios de prensa hablan de 10.000, otros de 20.000 o de 30.000. Un comentarista de televisión, para curarse en salud, dijo que murieron entre 10 y 40.000. Los historiadores no tienen mejor información, ya que quienes podrían tener cifras fidedignas no tienen el menor interés en darlas a conocer.
La situación actual se parece bastante a la que se dio casi tres décadas atrás. Todos los días se producen víctimas en una u otra ciudad de Siria donde los tanques del gobierno del clan Assad entran a matar. Pero nadie sabe a ciencia muerta cuántas fueron las víctimas en los cuatro meses que llevan las protestas. La cifra más citada por los diversos medios informativos es la de 2.000 muertos, pero esta estimación podría ser demasiado conservadora. Por ejemplo, se desconoce cuántos fueron los soldados y los oficiales que fueron liquidados sin mayor trámite por negarse a cumplir órdenes.
La brutalidad de la represión ha llegado hasta a sacudir la actitud pasiva de la Liga Árabe que finalmente se vio obligada condenar las matanzas del régimen de Damasco. Incluso la habitualmente circunspecta prensa árabe ha subido los decibeles de la protesta. Por ejemplo, el saudí “Arab News” (8.8.2011) habla con alarma del aumento del número de víctimas luego de la incursión de tanques en Deir al-Zour y escribe: “Esta no es la respuesta de un gobierno dispuesto a encontrar una solución a la crisis de su país. Es la respuesta de un gobierno desesperado para mantenerse en el poder a cualquier precio y dispuesto a matar a todos los ciudadanos que crea necesario para lograr este objetivo. Esta respuesta está condenada al desastre. No estamos en 1982. El gobierno no puede repetir la masacre de Hama de 1982. El mundo no mirará para otro lado y el pueblo sirio no lo permitirá. Cuanto mayor sea el número de víctimas, más notoria será la pérdida de legitimidad del régimen y mayor será el número de sirios que reclamarán su caída. Los acontecimientos de los últimos días lo prueban. Las matanzas de la semana pasada en Hama llevaron a centenares de miles de sirios a las calles para proclamar su solidaridad con Hama”.
Similares conceptos expresa el “Daily Star” de Beirut en un editorial (10.8.2011): “Las autoridades sirias no han alterado su política de uso brutal de la fuerza contra manifestantes civiles, sin importarle las consecuencias. Una conducta de ese tipo puede tener éxito a corto plazo, pero solo hará más difícil una solución política para Siria en el futuro. La actual política del gobierno de Damasco solo puede ser definida como autodestructiva”.
El diario “Jordan Times” de Jordania (9.6.2011) expresa su preocupación por la situación porque evidentemente lo que pueda pasar en su vecino del Norte le atañe muy directamente: “Los jordanos tienen buenas razones para seguir de cerca los acontecimientos en Siria debido a la proximidad del país, así como por las relaciones de comercio, vecindad e historia que vinculan a los pueblos de ambos lados de la frontera. Desde que comenzaron las primeras protestas en la región sur de Daraa, la ciudad norteña de Ramtha siguió con profunda preocupación los acontecimientos al otro lado de la frontera donde tienen parientes, amigos y relaciones comerciales. Ramtha, donde está localizada la mayor flota de camiones del país y que depende fundamentalmente del comercio con el país vecino, fue afectada económicamente en mayor grado que cualquier otra ciudad jordana. Algunas familias sirias buscaron refugio en casa de amigos o parientes. No hay cifras porque vinieron al Reino a título individual. Para el gobierno jordano, la estabilidad y la seguridad de su vecino norteño es una “línea roja” porque naturalmente, el país se preocupa por el destino del pueblo sirio hermano así como por las repercusiones sociales de la violencia”.
La tardía pero muy clara reacción de los países árabes a la crisis siria fue comentada por el “New York Times” en su editorial del 8 de agosto en estos términos: “Llevó demasiado tiempo pero finalmente la crueldad del presidente Bashar Assad de Siria finalmente ha provocado la reacción de sus vecinos árabes… La condena más dura procedió de Arabia Saudita. Tuvo particular resonancia porque provino del rey Abdullah quien llamó al líder sirio a “detener la máquina de muerte y poner fin a los derramamientos de sangre”. La declaración de Arabia Saudita es particularmente importante al sumarse a las críticas más débiles de la Liga Árabe y del consejo de cooperación del Golfo. El lunes, junto con Kuwait y Bahrain, Arabia Saudita retiró su embajador de Damasco como protesta. Sus acciones demuestran el creciente aislamiento del Sr.Assad, incluso entre los estados árabes que antes lo apoyaban.”
¿Es posible un cambio radical y un cese de las acciones represivas? ¿Puede dar Assad un brusco viraje a su política y cesar la represión e iniciar auténticas reformas? Aparentemente, aunque Assad quisiera hacerlo, está preso de sus aliados de línea dura, particularmente de su propia familia. Por otra parte, el oftalmólogo convertido en dictador parece advertir que es demasiado tarde para arrepentirse.
La disyuntiva, para él, sería prevalecer con la fuerza bruta o terminar como su colega Hosni Mubarak. Los hechos parecen confirmar esta lectura de la realidad. El “Jordan Times” afirma que el cambio es inevitable y que vendrá con el actual régimen o sin él. Trágicamente, hasta que el momento del cambio llegue, todo indica que habrá de seguir la matanza de ciudadanos sirios por parte de su implacable gobierno.