CRÓNICAS DE LUZ Y SOMBRAS04-12-10Luciano ÁlvarezHace unos días acudió en mi ayuda una cita de Marc Bloch. Cuando quise confirmarla, la “Apología de la Historia u oficio de historiador”, displicentemente traducida al castellano como “Introducción a la Historia”, apareció al alcance de mi vista, sin esfuerzo. Lo consideré una suerte de milagro e incitación a escribir sobre el viejo maestro.La vida adulta de Marc Bloch, hijo y nieto de educadores, nacido en 1886 en una familia judía de Lyon, tiene cuatro etapas netamente diferenciadas: Luego de una brillante carrera en varias universidades e institutos, fue movilizado en la Primera Guerra Mundial. El joven profesor de historia se destacó por su bravura y frialdad ante el peligro; fue condecorado con la Legión de honor y la Cruz de guerra.En 1919, especializado en la Edad Media, inició su carrera como profesor universitario en Estrasburgo y se casó con Simonne Vidal. “Mi madre -escribe su hijo Etienne- era su compañera amante y fiel. (…) Estoy seguro de no equivocarme si digo que no hubo una sola palabra de todo lo que escribió que no haya sido sometido, previamente a su crítica.” Durante los siguientes veinte años todo sucede en medio de la paz de la familia, seis hijos, un reducido grupo de amigos, una vida profesional exigente y exitosa, salpicada por algunas discretas diversiones y algunos viajes por el país, donde Simonne se destaca por ser mejor chofer que su marido.No fue un padre fácil: severo y exigente, su amor se expresa al explicar pacientemente “la elegancia de una frase latina, la belleza de un capitel románico, la mentalidad del pueblo de París o las implicaciones del pacto de Munich de 1938. (…) Lo queríamos mucho -recuerda Etienne Bloch- pero a veces le temíamos. ¿Cómo no sentirse disminuidos frente a un hombre que daba la impresión de saber todo, sobre todo?”Amaba los grandes autores, la música clásica y el teatro pero no desdeñaba el cine, las novelas policiales inglesas y la literatura erótica; gustos que no cuadraban con el perfil intelectual de la época. Durante las largas temporadas de su casa rural en la aldea de Fougères, en el centro de la Francia profunda, Bloch solía sentarse con los labradores y pastores del lugar: “Sentía una gran admiración por aquellos que careciendo de estudios ni una cultura convencional, eran capaces de comprender el mundo y expresar sus ideas”.Durante esos veinte años felices, Marc Bloch, junto a su colega Lucien Febvre, renovó profundamente el oficio de la Historia, a través de prácticas que hoy son un patrimonio común. En 1929 fundaron la emblemática revista Annales d`Histoire économique et sociale. En 1940, Marc Bloch volvió a enrolarse, a pesar de sus 53 años, una salud mezquina y la responsabilidad de una familia numerosa. Cuando Francia capitula ante los alemanes, el 22 de junio de 1940, vuelve con su familia y más mal que bien, en medio de la hostilidad de las autoridades colaboracionistas, reinicia su trabajo académico. Los alemanes expropian su apartamento en París y envían su biblioteca a Alemania.Vuelve, entonces a refugiarse en Fougères. Convencido de encontrarse entre “los derrotados provisionales de un injusto destino” escribe, sin bibliografía a la mano, dos obras fundamentales; “La extraña derrota”, entre julio y septiembre de 1940, y “Apología de la Historia”, cuyo punto final está fechado el 1 de mayo de 1941.”Entre los peores dolores y las peores ansiedades personales y colectivas”, este sabio, -a quien nadie podría acusar de prescindente- procura situarse por encima de sus pasiones, busca “un cierto equilibrio del alma” para “comprender”, esa palabra que “domina e ilumina nuestros estudios, una palabra cargada de dificultades, pero también de esperanzas. Palabra, sobre todo, llena de amistad. Hasta en la acción”.Así, en la “La extraña derrota”, asume con el mayor de los corajes, el riesgo de su propia lucidez. Aborrece a los nazis, pero sus convicciones no le impiden buscar las complejas explicaciones de su provisorio triunfo.Trata de comprender, de explicar, antes que juzgar, puesto que “por desgracia a fuerza de juzgar, se acaba casi fatalmente por perder hasta el gusto de explicar.” Cree en la imparcialidad del sabio guiado por una “honrada sumisión a la verdad. El sabio registra, o, aun mejor, provoca la experiencia que tal vez arruine sus más caras teorías.” Evita “la superstición de la causa única, (que) en historia, es a menudo la forma insidiosa de la búsqueda del culpable”.En noviembre de 1942, los alemanes ocupan la totalidad del territorio francés, Marc Bloch pasa a la clandestinidad y se une a la resistencia. Simone está gravemente enferma, pero en medio de las dificultades logran ubicar un refugio para sus hijos y enviar dos al extranjero. Marc pierde a su hermano, fusilado y a su hermana, enviada a un campo de concentración.Convertido en figura destacada de la resistencia, fue detenido por la Gestapo de Lyon, el 8 de marzo de 1944. Se le torturó salvajemente, pero cuando volvía a su celda, jugaba al ajedrez, hecho con pequeños pedazos de papel y explicaba a sus cinco compañeros de celda la historia de la vida rural en la Edad Media.Durante la noche del 16 de junio de 1944, Marc Bloch y otros 28 detenidos fueron fusilados por los nazis. Simonne murió el 2 de julio, sola, en el hospital de Lyon.”Extraño a todo formalismo confesional”, Marc Bloch pide, en su testamento, exequias puramente civiles; renuncia a que sobre su tumba “se reciten oraciones judías, cuyas cadencias, sin embargo acompañaron a mis ancestros”. Lo hace obligado “por una sinceridad total de expresión y de espíritu”. Sin embargo solicita que un amigo lea sus razones: “Nada sería más odioso que ver en este acto de probidad personal, un gesto cobarde de renegado. Nací judío. En un mundo asediado por la barbarie más atroz, la generosa tradición de los profetas hebreos, que el cristianismo en su versión más pura, retomó para ampliarla, acaso constituye una de nuestras mejores razones para vivir, para creer y para luchar.”
Elogio a Marc Bloch
06/Dic/2010
El País, Luciano Alvarez
