El mal uso de la libertad ciudadana

24/Ago/2018

Montevideo Portal- por Ana Jerozolimski

El mal uso de la libertad ciudadana

Los extremistas que acompañaron el lunes
por la noche en la ciudad árabe israelí de Umm el-Fahem a la familia de Ahmed
Muhamad Mahamid al darle sepultura, no merecen la libertad que les da su
condición de ciudadanos israelíes. Mahamid fue baleado de muerte por un policía
israelí cuando se abalanzó sobre otro efectivo e intentó acuchillarlo mientras
montaba guardia en una callejuela de la Ciudad Vieja de Jerusalem. El video
filmado por las cámaras de seguridad no deja lugar ninguno a dudas, por más que
su familia haya alegado que el hombre tenía problemas mentales criticando a la
policía de “ser ligera al abrir fuego hacia los árabes”. Si alguien
se tira encima de un guardia e intenta asesinarlo ¿va a pedirle primero el
carné de salud?
En el funeral participaron unas 1500
personas y el tono lo dieron los cánticos de apoyo al terrorismo: “Con
espíritu y sangre te redimiremos shahíd (mártir)”, “Shahíd, descansa,
nosotros continuaremos tu lucha”, “Que escuchen los policías: la
sangre del mártir está en vuestras manos”, “El shahíd, amado por
Alá” y-broche de oro- “Palestina es árabe, desde el río hasta el mar”.
Esto lo cantaron ciudadanos árabes de
Israel, en territorio del Estado de Israel. Ciudadanos que tienen derecho a
criticar políticas del gobierno, a presentar sus reivindicaciones y quejas, y
que al mismo tiempo, mientras lo hacen, siguen gozando de los derechos que les
da su condición precisamente de ciudadanos israelíes. El apoyo al terrorismo no
es uno de ellos.
No, no todo está bien para la ciudadanía
árabe de Israel. Hay, por dar un ejemplo muy notorio, problemas por
insuficientes permisos de construcción de viviendas en las localidades árabes,
por lo que hay quejas de discriminación. Durante mucho tiempo se protestó
contra presupuestos desiguales a los consejos municipales árabes, pero el
gobierno actual aprobó ya hace unos años sumas prácticamente sin precedentes a
fin de mejorar la situación. Parte de los problemas, admiten en los propios
consejos regionales árabes, derivan de su propio manejo interno de sus
recursos.
Pero los ciudadanos árabes, al igual que el
resto de la población, viven en plena libertad, pueden expresarse como lo
desean, reciben los pagos del Seguro Nacional como todos, pueden acceder a
todas las instituciones de estudios, movilizarse libremente, viajar, todo lo
que cualquier ciudadano normal debe poder hacer.
No creo que Israel les haga con ello un
favor. Se hace un favor a sí mismo si respeta sus propios principios
democráticos, garantizando los derechos de sus ciudadanos, sean de la comunidad
que sean. Pero ninguna reivindicación justifica lo que sucedió en el funeral en
Umm el-Fahem. Dicho sea de paso, no por primera vez. Exactamente lo mismo
ocurrió hace algo más de un año, cuando fueron sepultados los jóvenes de la
ciudad que asesinaron a dos policías israelíes drusos en el Monte del Templo en
Jerusalem.
Umm el-Fahem es considerado un bastión del
Movimiento Islámico del norte de Israel, símbolo en gran medida de
radicalización musulmana.
Al mismo tiempo, sería injusto identificar
a todos los habitantes de la ciudad con esa línea. Y más aún, poner a todos los
ciudadanos árabes de Israel, casi el 20% de la población, en la misma bolsa,
atribuyendo a todos la misma actitud.
El extremismo aquí descripto daña las
relaciones de convivencia diaria entre judíos y árabes en Israel y es nocivo
para todos aquellos ciudadanos árabes que quieren ser parte, que quieren intensificar
su integración a la sociedad israelí. No estamos haciendo un mero recuento
teórico. Mientras escribimos, pensamos en los numerosos ciudadanos árabes que
conocemos personalmente y que sabemos que por más que puedan discrepar con
políticas del gobierno, no conciben siquiera vivir en otro lado. Saben que en
ningún otro país de la región gozarían de la libertad con la que viven en
Israel.
El problema es que los moderados no son los
que salen a gritar por las calles. Tampoco salen en general a rebatir en
público las voces radicales. Prefieren seguir con su vida y no complicarse con
extremistas. Pero ellos también son víctimas de la línea que adoptaron los que
llamaron al terrorista de “shahíd” y los que proclamaron
“Palestina es árabe, desde el río hasta el mar”.
Seguramente no es necesaria la explicación
geográfica, pero por las dudas, resumamos el mapa que se desprende de ese
cántico: sin Israel,o sea desde el río Jordán hasta el Mediterráneo.
“Esa gente tiene ciudadanía israelí
por mera casualidad”, declaró el Ministro de Defensa Avigdor Liberman.
“No son parte de la sociedad israelí. Deberían estar del lado palestino,
no del israelí”. Muchos, claro está, salen a criticarlo, porque parecería
generalizar respecto a toda la ciudadanía árabe, aunque claro está que quienes
motivan comentarios de este tipo son los que apoyan explícitamente el
terrorismo o quienes, como varios diputados de la Lista Conjunta , mayormente
árabe, casi ni logran ocultar que no reconocen a Israel como Estado del pueblo
judío.
Nos adelantamos a eventuales análisis que
dirijan la flecha acusadora al gobierno y al Estado. Lo que ocurrió esta semana
en Umm el-Fahem, no es resultado de la ley promulgada el mes pasado
determinando lo ya sabido antes, que Israel es el Estado nación del Pueblo
Judío. Cuando de los extremistas se trata, diríamos que la ecuación se da al
revés: expresiones radicales de ese tipo son la tierra fértil en la que nace la
idea de la ley en cuestión, para proteger formalmente el carácter de Israel
como Estado judío.
Como probablemente recuerden quienes siguen
estas páginas, nos hemos manifestado en contra de la ley tal cual fue
redactada, por no incluir una mención siquiera de las minorías y de su
condición de ciudadanos con iguales derechos. El que calle ese aspecto nos
parece nocivo y ofensivo innecesariamente para todos aquellos ciudadanos no
judíos que se sienten parte y que actúan plenamente como tales.
Pero entre eso y el apoyo al terrorismo o
la negación del derecho mismo de Israel a existir-el Israel en el que viven en
libertad- hay años luz de distancia.
Y al escribir estas líneas tengo frente a
mis ojos a conocidos árabes musulmanes, beduinos y árabes cristianos que no
sólo se sienten parte sino que aportan activamente a la sociedad e inclusive se
enrolan a las Fuerzas de Defensa de Israel porque consideran que los protege
también a ellos. A través de ellos, con los que tengo contacto personal y
también amistad en las redes sociales, veo a otros a los que no conozco
personalmente, pero que fácilmente identifico como ciudadanos árabes israelíes.
No pocos usan la bandera de Israel. Hablan de Israel como su país. Defienden
sus derechos y su propia calidad de vida en el Estado judío. Y son varios los
que aparecen vistiendo el uniforme del ejército contando orgullosos sobre su
rol en el aporte a la sociedad. Y vemos a sus amigos comentando positivamente
en una singular combinación de árabe y hebreo.
Y ni que hablar de la comunidad cristiana
aramea, que sostiene no deben ser llamados “árabes cristianos”,
plenamente identificados con su condición de israelíes y firmes defensores de
la condición judía de Israel. Y por sobre todos, los drusos, que por pedido de
su propio liderazgo en los primeros años del Estado, se enrolan no como
voluntarios sino por servicio obligatorio a las Fuerzas de Defensa de Israel.
Los gritos “Mártir, descansa, nosotros
continuaremos tu lucha” que se oyeron el lunes por la noche en el
mencionado funeral, fueron una afrenta al Estado judío. Y lo fueron también a
todos aquellos ciudadanos árabes que quieren ser parte integral de la sociedad,
aunque profesen otra religión. Hay caminos que el Estado mismo debe allanar
ante ellos. Hay otros que probablemente jamás se puedan transitar plenamente. Y
no pocos por los que solamente los propios árabes podrán decidir cómo marchar.
La integración en medio de no pocas
diferencias religiosas y culturales, es un enorme desafío. Israel tiene aún lo
que hacer al respecto. Pero ha alcanzado logros titánicos en medio de décadas
de conflicto. Imperfectos aún, pero ejemplares.