El imperio, Kadafi y los levantamientos

28/Mar/2011

La República, Mauricio Zieleniec

El imperio, Kadafi y los levantamientos

Por Mauricio Zieleniec
Dir. mensuario Identidad, colectividad hebrea.
28-3-2011
Todo comenzó en Túnez cuando Mohamed Bouazizi, joven recién licenciado, de la aldea Sidi Buzid, casi inexistente en la geografía de Túnez, recurriendo a la venta de su puesto callejero para subsistir, es visitado por una inspectora por casi décima vez y le confiscó su balanza de pesar la fruta. La informalidad es la regla general en Túnez, pero la burócrata aprovechaba la situación para extorsionarlo en cada oportunidad con 100 dólares y con eso le devolvía su balanza. Luego de papeleos burocráticos infructuosos y frustrantes, el joven que era el sostén de su casa, se inmola como acto desesperado. Es ingresado en el hospital de quemados de Ben Arus donde falleció.
El resto es el reflejo e indignación de los jóvenes tunecinos que tampoco ven claro su futuro y comienza la protesta que, en pocas semanas hacen renunciar al tirano Zin Al Abidin Ben Ali en la llamada “Revolución del jazmín”. Pero este relato no es ni de un político ni de un militante, es simplemente el espíritu que rodean los levantamientos en el mundo árabe.
Su última lectura escrita por Bouazizi marca un sentir colectivo. Y le dice a su madre:
“Me voy, mamá, te pido perdón y sin ningún reproche, estoy perdido en un camino que no controlo, perdóname si te desobedecí, échale la culpa a estos tiempos, no a mí, me voy para siempre, no volveré, estoy harto de llorar sin lágrimas, los reproches son inútiles en estos tiempos crueles en este lugar, estoy cansado y no recuerdo nada del ayer, me voy y me pregunto si mi partida me ayudará a olvidar”.
Pero en 1969 el coronel Kadafi con un “golpe de Estado” toma el poder e intenta implantar un socialismo (Ymahiriyya). Desviado con su ideología y su doctrina del “libro verde”, traspasa la frontera del Chad e interviene en la misma (rencilla interna), genera atentados sangrientos con tres aviones europeos, y una discoteca en Alemania, dejando centenares de muertos y heridos; ayuda en el secuestro de un avión que finalmente termina en la operación Entebbe.
En 2003 Kadafi reconoce su participación en dichos atentados terroristas y formula reparaciones materiales para los familiares de las víctimas.
Kadafi, que en sus comienzos se rodeó de una imagen socialista y se proclama prontamente “Hermano y guía de la Gran Revolución” se nombró jefe de facto permanente del Estado.
Al comienzo, Kadafi seminacionaliza la banca, pide el retiro de las bases militares extranjeras, confisca bienes, pero su revolución quedó muy atrás frente a la codicia. En 1993 las Naciones Unidas adopta sanciones a Libia y en el 99 Libia renuncia a la fabricación nuclear y comienza un romance con Occidente. Libia es el país de Europa del que recibe más petróleo; su gobernante se caracteriza por modificar permanentemente sus alianzas. Rodeado de un autoritarismo sangriento, allí la oposición es clandestina o está en cárceles y cementerios. De pronto Occidente se convierte increíblemente en su amigo.
Socialmente sostiene un 33% de la población bajo el índice de pobreza y sus recursos petrolíferos segaron otras formas productivas. Se caracteriza por regalías en dinero proveniente del oro negro y su fortuna personal es incalculable, desde inversiones inmobiliarias en EEUU, en la banca Suiza, en Europa y hasta en clubes deportivos de Italia. Su corrupción lo hizo olvidar las cuatro décadas que las tribus beduinas tuvieron que apoyarlo, por su poder sin integrarse al país como un Estado Nacional. Su ideario socialista solo ayudó a empobrecer más la imagen progresista, cuestionada luego de la caída de Berlín.
El fenómeno de Mohamed Bouazizi, el joven tunecino, llevó su ejemplo a las puertas de Libia. Las tribus beduinas que componen Libia volvieron a fragmentarse frente a la falta de opciones para sus jóvenes. No sé si fue un deseo de libertad o la revolución de “estómagos vacíos” al igual que en Egipto, Túnez, Marruecos, Argelia, Yemen, Arabia Saudi, Baharain, Yemen, Irán, Siria y hasta la propia Jordania, todos guardan un similar proceso.
Más que libertad, concepto del pensamiento Occidental, lamentablemente; se expresan las propuestas en la necesidad de un nuevo orden, las dictaduras islámicas ya no resuelven las bases o expectativas materiales de los pueblos.
Pero los imperios se apresuran en su intervención, exclusivamente para las zonas de extrema riqueza y estrategia geopolítica. No intervienen en Saud Arabia, país muy represor de las protestas, puesto que su principal interés radicado en los EEUU está equilibrado con el status quo existente, al igual que con Bahrain. Tampoco interviene en Siria donde centenares de muertos y heridos surgen de las protestas, pero no hay riquezas, ni qué hablar de Irán, represor número uno de los acontecimientos sucedidos internamente, donde casi el ocultamiento dejó un silencio profundo, y que políticamente sería una intervención, un caos mayor.
No hay héroes en estos procesos, solo intereses mezquinos de sus participantes, ya sea dictadores, intervención imperial y las protestas populares auténticas, que piden cambios, pero la dialéctica señalará un tercer camino (la síntesis Hegeliana). Los cambios comienzan a gestarse, como decía Michel Foucault; desde abajo se van constituyendo los cambios. Y el poeta canta: “Con el arriba nervioso y el abajo que se mueve”.