El canario judío

18/Mar/2024

El Mundo, España- por Martín Gurría

El Mundo, España- por Martín Gurría

Cuando el verano pasado empezamos a preparar un Festival de Cine israelí Seret en Barcelona, ni podíamos imaginar que la presión extrema antisemita haría que la sala nos cancelara 24 horas antes de la inauguración. En contraste, el Festival de cine iraní que por casualidad tenía lugar en la misma sala pudo celebrarse sin problema alguno. Crédito foto: Jack Guez/AFP

Excepto honrosas excepciones, el silencio ensordecedor de la industria, de los actores, políticos, y la falta de apoyo a la libertad de expresión… son representativas del gran mal que acecha a este país. Un silencio que se oyó con fuerza en el pogromo del 7 de octubre. “La verdadera tragedia -dijo el Dr. Martin L. King- no es la opresión y la crueldad de la gente mala, sino el silencio de la gente buena”. ¿Si nuestra sociedad no puede condenar con fuerza el día con más muertos judíos desde el Holocausto, cuál es el nivel de antisemitismo del alma española?

El devenir histórico del pueblo judío es la historia de su búsqueda de la libertad. Los judíos han vivido los últimos años como si hubieran estado casi inmunizados de su cruel historia, pero los hechos recientes hacen que tengan que volver a vivir dentro de la bestia…en un país donde pese ser una ínfima minoría vuelve el temor y la discriminación.

España, desde la expulsión de 1492, no hizo esfuerzo alguno por redimir ese pecado hasta que en 1924 hubo el primer reconocimiento de la nacionalidad española a los sefardíes del recién caído imperio otomano. Desde entonces -con agudos altibajos- hubo un esfuerzo de reconciliación y aceptación. Este lapso en la historia terminó definitivamente el pasado 7 de octubre.

El mundo como lo hemos conocido ha cambiado. Un cambio que se va acelerando en la medida que nos acercamos al agujero del torbellino liberticida. Muchas de las cosas que teníamos como seguras están en peligro. La más importante de ellas, la libertad.

El trato al pueblo de Israel actúa como el canario en la mina, avisa a la sociedad que hay un peligro inminente para todos y cada uno de los ciudadanos. Esto no va de ellos, va de ti también. Un antisemitismo que revive en grandes segmentos de la sociedad. Calles inundadas de acciones y propaganda antisemita y antisraelí sin parangón a ningún otro conflicto que haya en el mundo.

Gobierno e instituciones públicas y privadas enfocadas, no a generar puentes y políticas de paz, sino a difundir mensajes de odio. Un esfuerzo en demonizar a los judíos, donde los símbolos del presente posibilitan la realidad del futuro. Bajo el normalizado grito genocida para una “Palestina libre del río al mar” clama no solo la aniquilación del Estado judío sino también la de nuestra sociedad.

No obstante, a pesar del evidente estado crítico de nuestro canario, la mayoría a favor de la libertad o es indiferente o no sabe diferenciar entre el bien y el mal, o simplemente tiene miedo a reaccionar y calla. La defensa de la libertad requiere valor personal. Pero si vemos el costo y el retorno de esta lucha hoy, podemos alegrarnos que esta no implica -todavía- la muerte en un gulag ártico de Putin o terminar la vida en los campos de trabajo forzado de China o de Cuba.

Si no actuamos hoy, las generaciones futuras nos miraran con la mayor indignación, preguntándose por qué quiénes más tenían que perder hicieron muy poco por preservar la herencia que habían recibido. Es la obligación moral de cada ciudadano de bien de este país actuar a favor de su propia libertad y seguridad futura. La forma de hacerlo es informarse y hablar alto y claro a favor del pueblo de Israel y contra el antisemitismo con sus familias y amigos, participando activamente en eventos organizados, escribiendo a líderes en la sociedad para que muestren un mínimo de decencia humana y que clamen por la paz y el regreso de los más de 140 personas que siguen secuestradas por el grupo terrorista Hamas.

El antiguo testamento dice que Goliat se presentó con lanzas, espada, escudo. David solo venía con Dios. Hoy se le acusaría de uso desproporcionado de fuerza. Al igual que entonces, hoy el pueblo de Israel, en la batalla del relato, parece más débil. Pero terminará triunfando la verdad.