Ecos desde Praga a la Rambla: Breve crónica de un viaje

17/May/2013

Pte. del CCIU, Ing. Roberto Cyjon

Ecos desde Praga a la Rambla:  Breve crónica de un viaje

En un mundo complejo y cuánto más en una ciudad maravillosa como Praga, es imprescindible diferenciar el brillo de la oscuridad. La capital checa tiene un devenir histórico propio, a pesar de haber sido una provincia más del extenso y prolongado imperio austro-húngaro. Visitarla implica sostenerse de un metrónomo emocional, a veces con movimientos de mayor intensidad pero nunca estable.
El primer anochecer visitamos el famoso reloj astronómico, en una gran plaza bordeada de restaurantes, confiterías y sofisticados comercios de cristalería checa. Tiene más de seiscientos años de construido, es una reliquia viva, de precisión y originalidad. Combina los signos zodiacales, con el sol y la luna en los punteros señaladores de horas y minutos. A su vez, símbolos religiosos, santos cristianos, los Apóstoles que se exhiben con la puntualidad de las horas señaladas y la campana batiente, saliendo y entrando por ventanales vidriados que se abren para que puedan ser vistos. Muy bello, ingenioso y asombroso. Pero hay más. Aparte de un gallo dorado que acompaña la decoración, hay cuatro figuras alegóricas. Se refieren a la muerte: un esqueleto dejando pasar el tiempo, que jala la cuerda al unísono de la exactitud de las horas; la vanidad: representada por un caballero mirándose al espejo; la avaricia: un comerciante judío que sostiene su bolsa, y la lujuria: un príncipe turco tocando una mandolina.
Eso no nos gustó. Claro que hay que situarse en la época medioeval, claro que aún no les habían respondido a las autoridades del momento los famosos renacentistas como Descartes, Espinosa y Erasmo, entre otros. Decidimos responderle a nuestra manera, en un viernes de mayo de 2013, a sabiendas que ese tipo de alegorías no fue ingenua y sus emanaciones perniciosas siguen tan latentes como los geiseres que hacen brotar la fuerza termal desde la profundidad de la Tierra. Estos otros, brotan de las mentes culturalmente artrozadas que combatimos en los cuatro puntos cardinales contra sus violentas discriminaciones. Fuimos a la plegaria vespertina que recibe el Shabbat, ni más ni menos que en la Sinagoga Vieja- Nueva construida hace casi los mismos 600 años que el reloj astronómico. La vieja, del 1200 no resistió el paso del tiempo. Ésta sí, con su Golem atrapado en la buhardilla. Rescatado por Borges en su obra, y apropiado por nosotros en su misticismo redentor. Nos sirvió para responderle a aquellos brillantes ingenieros del tiempo, nuestra discrepancia con ambas de sus alegorías acusadoras. El rezo que acompañamos, nos devolvió la necesaria tranquilidad espiritual.
Al día siguiente tomamos un city tour por esta ciudad de encantos. Llegados al Castillo Real, ubicado en una colina con vista privilegiada hacia una arquitectura deslumbrante, la guía contó un relato particular con la ingenuidad de un coloquio repetido por la rutina y una falta de profundidad debida, supuestamente, a la multiplicidad de visitantes que orienta. “Se dice que la corona era usada solo por el Rey y que cuando Checoslovaquia es invadida por los nazis, Heydrich se la puso socarronamente sobre su cabeza, por lo cual murió a los quince días”. Tampoco me gustó. Le contesté con respeto hacia su propia historia y coraje de su pueblo, que fue asesinado por un comando de bravos jóvenes checos rebeldes, pertenecientes a la Resistencia contra los nazis-“ayudados por los británicos”, agregó correctamente un señor argentino- y que por ello, dichos criminales nazis habían ordenado la destrucción de Lídice con la totalidad de sus habitantes. Reaccionó y asintió que sus antecesores padecieron dicha tragedia tan dolorosa. “Nosotros tenemos nuestra Guernica”, agregó un compañero español del tour y fue así como encaminamos con la mínima e imprescindible profundidad las explicaciones de nuestra guía. No quise agregar que Heydrich dirigió en Wansee el encuentro por la “Solución Final”. Llovía, nos cruzábamos con una multitud de grupos agolpados. Habíamos cumplido con un cometido espontáneo. Continuamos con el paseo.
Es imperdible visitar el Museo de Kafka apenas a metros del Puente de Carlos. Un museo moderno, minimalista, intrincado y conmovedor como la obra de su autor. Genio entre los genios de la literatura universal. El museo explica que no se puede comprender su obra, más allá de su aturdido mundo interior, vínculo con su padre y sucesivos amoríos fugaces que no fueron suficientes para formar familia- la historia es larga -, sin entender la sociedad de época, esta vez no medioeval pero divida en una Praga judía, otra alemana y otra checa. Lo recorríamos con fascinación y aprehensión. Fue cuando aprendimos y leímos por primera vez acerca del “Caso Hilsner”, el símil caso Dreyfus de Europa Central. El 1º de abril de 1899, entre Bohemia y Moravia fue hallada muerta una niña cristiana y se culpó al zapatero judío Leo Hilsner, sin fundamento alguno, de un “crimen ritual”. Falsedad tan medioeval como la del Reloj, pero tan vigente como inspiradora para ataques antisemitas dentro de la región, hasta el siglo XX. Se adjuntan los rimbombantes artículos de prensa que Kafka leyó y por los cuales seguramente sufrió, como nosotros al enterarnos de un episodio más de feroz antisemitismo, desconocido hasta ese momento. Un rico y caliente capuccino, nos permitió acomodar las emociones nuevamente encontradas, posterior a esa visita extraordinaria y muy recomendable. Aclaremos que el joven Kafka murió de muerte natural debido al tifus.
El Barrio Judío con su famoso Cementerio, el resto de sinagogas mayoritariamente convertidas en museos, en el entorno de finas tiendas de las mejores y más costosas marcas de relojes, joyerías y prendas suntuosas, con el espectáculo multicolor de la gente recorriendo la ciudad, es otra de las visitas obligadas de esta Praga inacabable. En una de las sinagogas, contigua al viejo cementerio, bajo el patrocinio más que generoso de la Fundación Ronald S. Lauder, se escribieron en las paredes más de ochenta y seis mil nombres de judíos checos asesinados por los nazis; de una población cercana a los cien mil… nos detuvimos a mirar algunos, es imposible abarcarlos a todos. Solo pensamos con furia en los negacionistas de la Shoah.
Tampoco podíamos dejar de visitar Terezín, para lo cual tomamos una excursión privada, a nuestra medida de tiempo y reflexión. Mi señora no la resistió. Aguardó a que yo culminase el recorrido, en soledad y acongojada por lo que alcanzó a ver. Esta no la relataré. Es dolorosa en extremo. De ocho mil seiscientos y más niños encerrados en el Gueto, sobrevivieron poco más de doscientos; de los ciento cuarenta mil prisioneros por el delito de nacer y ser judíos, solo se salvaron más de dos mil. Los 19 de abril se conmemora el Levantamiento del Gueto de Varsovia y los 20 de abril los nazis checos de cabezas rapadas, hoy y libremente, transcurriendo la segunda década del siglo XXI, acuden en malón a celebrar con cánticos de loas y odio, el cumpleaños de Hitler. En Terezín viven actualmente tres mil personas y el Ayuntamiento “no dispone de presupuesto” para evitar que estos nazis de nuestros días mancillen el cementerio judío y también el de soldados rusos y combatientes de la resistencia comunista checa. Los enormes cubos de metal que deberían indicar fechas, episodios y nombres, no tienen ni una letra de bronce y se erigen vacíos de explicación, ante los ojos extenuados de quienes ven tanto horror durante el recorrido de lo sucedido hace setenta años. En el libro de visitas escribí: “Ana y Roberto Cyjon, mayo 2013. Como presidente del Comité Central Israelita del Uruguay y en nombre de todos los judíos de nuestro país, lloramos a cada uno y cada una de nuestros hermanos y hermanas asesinadas en la Shoah. No vamos a permitir que jamás se repita una atrocidad similar. (En hebreo) El Pueblo de Israel vive- Am Israel jai-“.
Sin comentarios por lo experimentado, volvimos en silencio al hotel. Necesitábamos reponernos, no sin antes procurar nuevamente, un aliciente para nuestros sentimientos.
Compramos entradas para la noche, a un concierto con lo mejor de Gershwin, en la Sinagoga Sefaradí. En ella se conservaron los artículos religiosos y Libros Sagrados de la judería checa, que sobrevivieron al embate destructivo y saqueo nazi. Oficia como sinagoga de cultos así como de espacio cultural. Su maravilloso estilo morisco y gigante araña central con el formato de la Estrella de David, fueron el complemento ideal para los bellos acordes musicales. Ahí nos recuperamos y acá termino este anecdotario de viaje. No sin antes despedirnos mañana de noche con un concierto de cámara con lo mejor de Mozart, Bach, Vivaldi y Dvorak en el Klementinum, hermoso espacio arquitectónico fundado por los Jesuitas en el 1700. En él desarrollaron los más avanzados estudios astronómicos de aquellos años y se guarda una biblioteca de indescriptible belleza con libros manuscritos de época.
Praga es imperdible, sacude, estremece y recompensa. Su grandiosidad y exquisita cultura incorporan un bagaje muy valioso y perdurable para sus visitantes. Dejaremos esta vez al bello Moldava y nos reencontraremos en la Rambla, espacio de paz de nuestro querido Montevideo.
Ing. Roberto Cyjon