Don José, el pionero

29/Nov/2010

El Observador, Andrés Alsina

Don José, el pionero

Su abuela, en cambio, era la dulzura y cocinaba como los dioses, y llevaba la caja. La abuela tenía otras cajas: de caramelos y galletitas, que se abrían sin cuentas para los nietos
POR ANDRÉS ALSINA
Ropa vieja, cama vieja, baterías coooo….”. Era el grito del hombre del carrito por las calles, el ropavejero; un destino hacia el que hoy avanzan los clasificadores de residuos y que alcanzarán en la dignidad del trabajo. Tal vez don José lo haya hecho, si era necesario para vivir y salir adelante, criar una familia y ser él mismo.
Pero fue de aquellos que hacen la diferencia; pionero en el reciclaje de metales, y suya fue la primera fundición, en la calle Robinson. Tras el crack de 1929, eso evitó mucha importación.
En 1928, José se llamaba Zisia Werba, en su pueblo polaco de Kowel se enamoró para siempre de Alte Chait, tenía hambre y decidió emigrar; no se sabe qué razonó para hacerlo, pero la vida le dio la razón. Su propia familia no quiso irse y él no tenía dinero para el pasaje de Alte. Desembarcó en Montevideo y empezó a trabajar: vendía corbatas puerta por puerta.
El negocio caminó, pronto en una bicicleta, y amplió sus ofertas. Allí cambió Zisia su nombre por el de José y en tres años reunió el dinero para traer a su amada. Son parte de la historia las postales de amor que intercambiaban, con la foto de ellos en las esquinas y en el medio el barco ansiado; al dorso, palabras de amor en idish que unían. También, que la salvó del antisemitismo, que arrasó del mapa hasta el nombre del pueblo.
La foto muestra a José recibiendo a Alte en el puerto; fíjense lo elegante y sonriente que está. De ese matrimonio nacería Moisés: callado, siestero y gran organizador; jugador de Rentistas, luego presidente del club y hasta miembro de la AUF por los neutrales. Y nació Jacobo, el tío Coco, que hoy trata de reconstruir esta epopeya. Moisés cumplió con las posibilidades que abría el Uruguay; estudiaba de noche y llegó a procurador (M´hijo el doctor, realizado) porque cuando tenía 13 su padre pagó la cuenta de tanto fumar y le extrajeron un pulmón, y entonces era 1948; trabajó sin embargo hasta su muerte, en 1977.
José tenía la mirada severa, una rectitud de acero y era de pocas palabras. Sus principios eran sencillos pero no escasos: familia, trabajo, prosperidad. Su único ocio era jugar una conga dominguera de 14 cartas con sus paisanos en el parque Durandeau, hoy Rivera. Con esos valores como paradigma dos de los cinco hijos de Moisés, Magalí y Gabriel, siguen adelante con Werba, hoy la mayor recicladora de metales no ferrosos y chatarra electrónica del Uruguay.
Su abuela, en cambio, era la dulzura y cocinaba como los dioses, y llevaba la caja. Los dos puntos neurálgicos de todo negocio de reciclaje, se aprende, son la balanza, a cargo de José, y la caja. La abuela tenía otras cajas: de caramelos y galletitas, que se abrían sin cuentas para los nietos.
Pero no les conté la historia. Los Benedix le ofrecen financiarle su instalación en Cerrito de la Victoria y que comprara trapos viejos para revenderles. Así fue. En Franciso Plá 3320, a media cuadra de General Flores, compran un rancho en el que se apretuja toda la familia y su vasto terreno es depósito de trapos que se clasifican su calidad y enfardados, y de más reciclables: botellas, vidrio, trapo, papel, metales no ferrosos, bronce, cobre, aluminio, plomo, batería, estaño, y chatarra de hierro, que no valía nada o casi nada, pero que aceptaba porque le sobraba terreno.
Era inconmensurable la cantidad de chatarra de hierro que tenía cuando estalló la segunda guerra y el precio del hierro se fue a las nubes, él hizo una fortuna, con ella un edificio de cuatro pisos en General Flores e Industria, adonde se mudan, y en el enorme terreno de atrás va el depósito.
Luego se abre el actual local de Werba en Coronel Belinzon, primero como sucursal y luego como central. Ahora, en el primer piso del edificio hay un auto de carrera tamaño infantil hecho con aluminio y otras bellezas, porque el arte llegó a la esencia del material. Que es lo que don José siempre supo ver en las cosas.