Diputado Echeverría: “Una sociedad que no conoce su pasado no entiende su presente y no puede vislumbrar su futuro”

02/Feb/2022

Continuando con la Sesión Especial de la Comisión Permanente del Poder Legislativo en el Día Internacional de Conmemoración de las víctiimas del Holocausto, hoy publicamos la disertación del legislador Diego Echeverría, Representante Nacional del Partido Nacional por el Departamento de Maldonado.

Gracias, presidente.

Para nosotros es un gran honor hacer uso de la palabra en una instancia tan importante como la que hoy nos reúne. Un día como hoy pero hace setenta y siete años, el Ejército Rojo de la Unión Soviética liberó el campo de concentración de Auschwitz y por ello desde hace ya muchos años, por resolución de las Naciones Unidas, se designó el 27 de enero como Día internacional de conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto.

Aquel día, el 27 de enero de 1945, Yakov Vincenko, soldado del Ejército Rojo, abre de par en par la puerta con el letrero Arbeit macht frei y descubre el horror. Este es su relato: «En la sombra advertí una presencia. Se arrastraba en el barro, ante mí. Se dio la vuelta y apareció el blanco de unos ojos enormes, dilatados. Callamos: desde lejos nos llegaba el eco amortiguado de las explosiones. De los dos, solo yo sabía que eran los disparos de la artillería alemana que se retiraba. Pensé es un espectro, dudé si yo estaba herido, incluso muerto. No estaba soñando, estaba ante un muerto viviente. Detrás de él, detrás de la niebla oscura, intuí decenas de otros fantasmas. Huesos móviles, unidos por una piel seca y envejecida. El aire era irrespirable… Nos tomó de sorpresa el miedo a contagiarnos, la tentación de escapar. No sabía dónde me encontraba. Un compañero me dijo que estábamos en Auschwitz. Avanzamos sin decir una palabra».

La toma de conciencia del Holocausto constituye una gran barrera a toda expresión fuerte de antisemitismo. Por eso estas instancias son una oportunidad tremendamente importante para el nunca más. Tienen un significado, hacia el pasado y hacia el futuro, de profundo pesar y dolor, pero también de mirada hacia un futuro sin los horrores de la muerte, de la discriminación, de la persecución y del genocidio.

Al momento de escribir algunas consideraciones para esta ocasión, intentamos no limitarnos a desarrollar los hechos aberrantes que sucedieron, sino que pretendimos aportar luz para el presente y, especialmente, para el futuro. Debemos ir más allá del repaso histórico necesario -obviamente- para jamás olvidar, pero no suficiente. Debemos plantar la bandera de reivindicaciones filosóficas y políticas que sean un escudo permanente ante el ataque de quienes hacen del odio y la discriminación un dogma. El desafío hoy está en luchar contra la búsqueda de culpables. En Europa de comienzos del siglo XX, la búsqueda era la de culpables ante la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial o ante la crisis económica. Hoy son otras las búsquedas, pero el odio es el mismo. El desafío hoy es construir una multiculturalidad como estribo para la convivencia y la tolerancia, que destierre definitivamente la ignorancia y el odio.

La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó hace pocos días una resolución para combatir la negación del Holocausto en las redes sociales. La resolución, respaldada por decenas de países, establece una definición clara de la negación del Holocausto y exige a las redes sociales y empresas de internet eliminar ese tipo de publicaciones. Aunque la resolución no tiene ningún mecanismo de aplicación, aún se espera que establezca una nueva norma internacional para combatir la negación del Holocausto y que los Estados miembros de la ONU la adopten y promuevan una legislación interna en sus propios países. Hoy el desafío está en generar herramientas y posturas claras y firmes.

La resolución incluye también el reconocimiento por parte de la ONU de una definición de negación y distorsión del Holocausto que figura en su texto y se basa en la definición utilizada por la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto. «La negación del Holocausto es el discurso y la propaganda que niegan la realidad histórica y el alcance del exterminio de los judíos por parte de los nazis y sus cómplices durante la Segunda Guerra Mundial, conocido como el Holocausto y la Shoá», dice la definición.

Continúa expresando: «La negación del Holocausto se refiere específicamente a cualquier intento de afirmar que el Holocausto/Shoá no tuvo lugar. El negacionismo del Holocausto puede incluir la negación pública o la puesta en duda del uso de los principales mecanismos de destrucción (como las cámaras de gas, los fusilamientos masivos, el hambre y la tortura) o la intencionalidad del genocidio del pueblo judío». Y añade que «[…] la negación del Holocausto en sus diversas formas es una expresión de antisemitismo».

Y este mundo que nos trajo la pandemia también repercute en el campo del antisemitismo. La pandemia de covid-19 ha provocado un aumento del material que se publica en el cual se distorsiona y niega la verdad histórica sobre el Holocausto. Al redactar dicha resolución se hizo uso de un informe publicado hace varios meses por el Centro para Contrarrestar el Odio Digital, con sede en Londres y Washington, que encontró que las empresas de redes sociales han fallado en su manejo de las denuncias de contenido antisemita y de negación del Holocausto. En instancias como estas no solo se trata de atacar al nazismo y sus aberraciones -eso sería casi una obviedad que podría pecar de insuficiente-; debemos ir más allá y decir que el Estado de Israel existe a pesar del Holocausto y no por el Holocausto. En el mundo existen países que niegan el Holocausto y que expresan hacia el Estado judío una visión hostil, violenta y antisemita. Vale observar en el devenir de los hechos históricos relacionados con Irán asuntos que nos alertan y hacen que estemos más atentos y firmes que nunca porque los odios tienen otros orígenes, pero su esencia es la misma. Vivimos en tiempos llenos de miedos, y si bien el miedo es condición necesaria para salir del estado de naturaleza, como decía Hobbes, en referencia a aquel «hombre lobo del hombre», es también el responsable del resquebrajamiento de la convivencia pacífica. Ese temor lo lleva a atacar, a deslegitimar y a luchar por anular aquello que no está de acuerdo con sus convicciones. Y cuando esos procesos se agravan y se retroalimentan, se llega a casos extremos donde el hombre puede llegar, además, a odiar a lo que le teme, con las consecuencias nefastas que van de la mano del odio y que la historia de la humanidad se ha encargado de mostrar. Por eso, la reflexión debe ser profunda. No podemos comparar livianamente fenómenos políticos y menos aún caer en la generalización, porque el miedo como fenómeno antropológico podrá ser el mismo, pero no las realidades sociales, culturales, religiosas, económicas, tecnológicas y políticas. La realidad es que la carrera armamentista hoy es digital, como dice Harari, y quienes ganen esta carrera gobernarán el mundo. Estamos entrando en una nueva era, una era colonial, la del colonialismo de datos, donde estos tienen más poder que un tanque y a esta altura de la historia es muy difícil negar que las redes sociales e internet suelen ser generadoras, catalizadoras y promotoras del miedo, de viejos miedos que ahora tienen nuevas plataformas y nuevos intérpretes porque cambian los medios, no los miedos. Y cabe preguntarnos, especialmente en una instancia como la de hoy, si aprendió el mundo realmente de los horrores del pasado.

¿De verdad creemos que no hay portavoces del miedo y del odio en contra del Estado judío? ¿De verdad creemos que hablamos de historia? ¿El Holocausto no dejó, acaso, enseñanzas que alerten sobre hechos que vemos hoy en el mundo? Quien responde a estas preguntas que me hago es Hannah Arendt, en su libro Eichmann en Jerusalem. Un estudio sobre la banalidad del mal, y dice algo que parece escrito para instancias como esta: «Es propio de la historia de la naturaleza humana que todo acto ejecutado una vez e inscrito en los anales de la humanidad siga siendo una posibilidad mucho después de que su actualización haya pasado a formar parte de la historia. Jamás ha habido castigo dotado de suficiente poder de ejemplariedad para impedir la comisión de delitos. Contrariamente, sea cual fuera el castigo, tan pronto un delito ha hecho su primera aparición en la historia, su repetición se convierte en una posibilidad mucho más probable que su primera aparición».

Debo decir, entonces, que dar por hecho que los horrores del Holocausto no volverán a suceder es una forma de dejar el campo abierto a muchos que quieren que vuelva a suceder, porque una sociedad que no conoce su pasado no entiende su presente y no puede vislumbrar su futuro. Hoy en el mundo existen movimientos neonazis, partidos políticos neonazis, skinheads que reivindican los horrores y aberraciones del pasado, pero va más allá de una estética determinada pertenecer a cierto colectivo o leer Mi lucha, de Adolf Hitler. Por eso las democracias del mundo deben permanecer alertas y sin descanso, porque los promotores del odio tampoco descansan.

Debemos decir que en el mundo de hoy y, lamentablemente, en el Uruguay de hoy, existen hechos y personas que reivindican lo que hicieron los nazis y que niegan el Holocausto; hemos visto ataques al pabellón en recuerdo del Holocausto en la rambla de Montevideo. De hecho, hace pocos días detuvieron en Paraguay a un uruguayo con orden de extradición a Argentina por apología del nazismo. Es necesario recordar que el asesinato, en 2016, de David Fremd, en Paysandú, encendió las alarmas sobre el crecimiento del antisemitismo presente en Latinoamérica y del cual Uruguay no pudo escapar. Esas alarmas parecen apagarse después de que suceden esporádicos pero aberrantes hechos, y jamás se deben apagar. Se debe estar alerta para desterrar ideas y acciones que van en contra de nuestra más profunda concepción republicana, de nuestra cultura de tolerancia y de nuestra postura inclaudicable contra el antisemitismo, del tipo que sea y por el fundamento que sea. No hay lugar para relativismos ni posturas tibias. En esto se debe ser muy firme.

Especialmente debemos luchar contra la indiferencia, pariente de la cobardía, ese mal que anestesia y que es el culpable de tantos horrores en la historia de la humanidad. Para culminar, quisiera compartir un poema bastante conocido del pastor luterano Martin Niemöller, que incluso hoy está en el Memorial del Holocausto, en Boston; nos deja grandes enseñanza: «Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar».

Señor presidente, esperamos, con estas humildes consideraciones, hacer un justo y merecido homenaje a una instancia como la que hoy nos convoca. Muchas gracias.