David Irving: radiografía de la negación del Holocausto

17/May/2017

Enlace Judío México, Por Irving Gatell

David Irving: radiografía de la negación del Holocausto

David Irving es un
pseudo-historiador británico, referente básico para los negacionistas del
Holocausto. Durante tres décadas se dedicó a construir una reputación de
historiador meticuloso y riguroso, pese a que no concluyó ninguna carrera
universitaria. De cualquier modo, logró que incluso algunos de sus
contrincantes ideológicos lo reconocieran como alguien serio, profesional y
erudito en su materia.
Esto ha sido
largamente utilizado por los negacionistas del Holocausto como una pretendida
prueba de que no sólo es válido, sino correcto, poner en duda al Holocausto
como evento histórico.
Pero la suerte le
dio un vuelco total a partir de 1996 cuando lanzó un ataque judicial contra
Deborah Lipstadt. David Irving no sólo perdió el juicio, sino que quedó en la
ruina absoluta y se tuvo que declarar en quiebra. Además, se incrementaron sus
problemas legales y pasó un año en prisión en Austria.
Este episodio es
utilizado por los negacionistas como una pretendida prueba (otra vez ellos y
sus pretendidas pruebas) de que hay una persecución contra los que quieren
“analizar la historia objetivamente”, y que ello sólo puede ser por “miedo a la
verdad”.
La realidad es muy
distinta: en el juicio contra Lipstadt, David Irving quedó evidenciado como un
historiador mediocre e incompetente, mentiroso y manipulador. Y, además, como
un abierto simpatizante del Nazismo.
Desde muy joven,
Irving se caracterizó por su fascinación por el fascismo. Ya desde los años
50’s publicó varios artículos en los que alababa a Hitler como “la mayor fuerza
unificadora europea después de Carlomagno”, en la que se quejaba de que los
judíos miraban con desconfianza a la Unión Europea porque querían preservar su
condición de “raza superior”, o que el apartheid en Sudáfrica no era
suficientemente severo. Paradójicamente, eso logró que llamara la atención de
la prensa, y la primera vez que se le citó fue en un artículo del Daily Mail en
1959, en el que un reportero citó, entre otras cosas, la siguiente respuesta de
Irving: “… visité el Nido de Águilas de Hitler en Berchtesgaden; para mí es un
lugar sagrado”. Por supuesto, Irving luego se quejó de que el periódico lo
había difamado, pero él mismo se encargó de auto-refutarse: a finales de 1961
participó en un debate universitario defendiendo las posturas de la Unión
Británica de Fascistas en materia de inmigración, y terminó su participación
haciendo el saludo nazi, lo cual le ganó la rechifla total de la audiencia.
Su consagración
llegó en 1963 con un libro sobre la destrucción de Dresde durante la II Guerra
Mundial. Lo que llamó la atención fue que replanteó la idea que se tenía sobre el
número de víctimas, elevando la cifra a entre 100 mil y 250 mil. Sin embargo,
él mismo corrigió el dato posteriormente reduciéndolo hasta entre 50 mil y 100
mil. En la actualidad, nadie acepta ese número. Las víctimas mortales en Dresde
se calculan entre 25 mil y 35 mil.
David Irving
continuó con sus escándalos y controversias de manera regular, y en 1975 se
anotó su segundo gran éxito con una biografía revisionista de Hitler (en dos
tomos). En ella intentó demostrar básicamente dos cosas: que la II Guerra
Mundial había sido culpa directa de los líderes aliados (principalmente de
Churchill y de Stalin), y que Hitler no tenía conocimiento del asesinato en
masa de judíos (e incluso, que si hubiera tenido conocimiento de él, lo habría
detenido).
Sus ingresos se
fueron al cielo e Irving empezó a llevar un desaforado tren de vida lleno de
lujos y excesos, lo que significó la ruina de su matrimonio en 1981.
Evidentemente, esta situación repercutió en su desarrollo profesional y la
década de los 80’s resultó caótica para él.
En 1982 comenzó su
intento por unificar a los grupos neo-nazis en el Reino Unido, e incluso llegó
a hacer comentarios sobre la posibilidad de posicionarse políticamente con
ello, y hasta habló de convertirse algún día en Primer Ministro. Pero el
proyecto no funcionó, principalmente porque no pudo reunir el financiamiento
necesario. A partir de 1983 comenzó a frecuentar eventos y organizaciones
revisionistas, y a dictar conferencias en esos espacios. Hasta ese momento,
Irving no había asumido una postura de negacionismo del Holocausto, sino que
sólo había intentado exonerar a Hitler de la responsabilidad. Pero la buena
aceptación que tuvo entre los grupos de ultra-derecha lo radicalizaron, y
todavía en ese año se vio involucrado en un escándalo mediático.
Todo se originó
con la publicación de “los diarios de Hitler”, un texto falsificado. Irving fue
de los primeros en reclamar que el documento era falso, y en abril de 1983
incluso se presentó a sabotear una conferencia que impartiría el “descubridor”
de los diarios, Trevor Roper. El evento terminó siendo un caos, y al día
siguiente Irving se jactó de haber sido el responsable del fiasco de Roper.
Sorprendentemente,
una semana después Irving apareció diciendo que los diarios eran genuinos. Lo había
convencido el hecho de que en ellos no hay mención alguna del Holocausto.
Lamentablemente para él, el fraude de los Diarios de Hitler no tardó en ser
demostrado, e Irving tuvo que desdecirse una vez más. En sucesivas entrevistas
siempre quiso enfatizar que él había sido de los primeros en señalarlos como
falsos, pero siempre se rehusó a comentar que una semana después los había
aceptado como genuinos.
En 1987 intentó
regresar al mundo de los best-sellers con una biografía de Churchil en la que
lo presentaba como corrupto, racista, alcohólico y sometido a los intereses
sionistas. De paso, acusó a los aliados de haber sido los responsables de la
muerte de la mayoría de los judíos, ya que incluso habían provocado
deliberadamente todo tipo de calamidades —incluyendo plagas de tifus—. Llegó al
exceso de decir que Hitler había sido el mejor amigo de los judíos en esa
época.
Pero 1988 le trajo
otro breve momento de fama, debido a su participación como “especialista” en el
célebre juicio contra el negacionista Ernst Zundel en Toronto, Canadá. Allí fue
donde Irving —según sus propias palabras— pasó a convertirse en un “duro”
negacionista, impresionado por el informe de Frederick Leuchter según el cual
los residuos de cianuro en las paredes de Auschwitz eran tan pequeños que “no
hubieran podido matar siquiera a un piojo”, por lo que era imposible que allí
se hubiera asesinado a millones de personas. Para Irving esto fue suficiente, y
a partir de 1989 se dedicó a promover el informe de Leuchter como “el fin de la
mentira de Auschwitz”, llegando a la conclusión de que el Holocausto era un
montaje organizado por los judíos sionistas para saquear a los europeos con
millonarias indemnizaciones. Con ello, el propio Irving se declaró como el
líder de una nueva generación de historiadores que pronto (calculó que para
1993 a más tardar) terminarían por desmoronar la gran “mentira histórica” que
era el Holocausto.
Pero Irving no
tuvo demasiado éxito con esto. En realidad, lo único que logró fue que el
gobierno lo etiquetara como un neo-nazi, fascista y provocador, y su situación
siguió siendo precaria. Su biografía de Göering, publicada en 1989, pasó sin
pena ni gloria. En ella también intetaba exonerar al funcionario nazi,
presentándolo más como un play boy dedicado a sus vicios y adicciones, que
incluso se oponía —aunque no hacía nada por evitar— a los crímenes nazis y las
persecuciones contra los judíos.
Durante la primera
mitad de los años 90’s Irving se comportó de un modo totalmente errático.
Cuando se presentaba en conferencias organizadas o favorecidas por grupos de
extrema derecha, decía sin ningún empacho que el Holocausto era un cuento de
principio a fin, pero cuando se presentaba en medios de comunicación
importantes o serios, se quejaba de tener que apoyarse en grupos de
ultra-derecha y antisemitas, e incluso llegó a decir que defender a Zundel
había sido un error. Incluso llegó a entrar en controversia con otros
negacionistas, ya que llegó a aceptar la muerte de 4 millones de judíos, aunque
responsabilizó de ello a cuestiones de higiene y epidemias, no a los nazis.
Y entonces vino la
desgracia absoluta, el derrumbe definitivo. En 1996 presentó una demanda
judicial contra Deborah Lipstadt, acusándola de difamarlo al haberlo señalado
como un negacionista del Holocausto que había falsificado la información.
Fue un problema
jurídico muy complicado para Lipstadt, porque por los términos en los que se
presentó la demanda, el tema inicial de discusión no tenía que ver con la
historicidad del Holocausto, sino con la conducta profesional de Irving. Siendo
la demandada, Lipstadt tendría que demostrar que sus afirmaciones sobre el
historiador inglés eran correctas y que él había distorsionado la información.
Es decir, que él tenía los elementos para saber que el Holocausto era un hecho
histórico, pero que voluntariamente los había alterado.
El resultado fue
contundente: el juicio concluyó a favor de Lipstadt e Irving cayó en el
desprestigio absoluto como historiador. Además, se le sentenció a cubrir todos
los gastos del proceso —que ascendían a unas 2 millones de Libras Esterlinas—,
y eso lo dejó absolutamente arruinado.
Durante el juicio
volvieron a ponerse sobre la mesa algunos viejos asuntos. Por ejemplo, se
analizó su afirmación de que en Dresde habían muerto entre 100 mil y 250 mil
personas, y se demostró que Irving se había basado en tres fuentes que, a todas
luces, eran de lo más endebles: el testimonio de un individuo que nunca
presentó prueba alguna de lo que dijo, documentos falsos, y la versión de un
urólogo que había trabajado como jefe suplente de los servicios médicos en
Dresde. El urólogo presentó su testimonio y dijo tajantemente que Irving había
distorsionado por completo lo que le había contado.
También salió a
relucir el informe de Leuchter presentado durante el juicio a Zundel. Se
recuperó la vieja idea de que “los vestigios de cianuro en las paredes de
Auschwitz no hubieran sido suficientes para matar a un piojo”, pero se le
aclaró a Irving que —por extraño que parezca— se requiere de mucho menos
cianuro para matar a una persona que a un piojo. Para matar a una persona
bastan 300 ppm de cianuro durante 20 minutos; para matar a un piojo se
requieren 1700 ppm durante 20 a 25 horas.
Tal y como se
evidenció en el juicio, esa es una información básica conocida por cualquier
persona con una formación elemental en toxicología, e Irving no tuvo más
alternativa que reconocer que el informa de Leuchter estaba equivocado y que,
en resumidas cuentas, era un fiasco.
La defensa de
Lipstadt presentó a varios especialistas como testigos: Richard J. Evans,
profesor de Historia Moderna en Cambridge; Hajo Funk, profesor de Política y
Cultura Alemanas; Peter Longerich, historiador; y Robert Jan van Pelt, experto
holandés en arquitectura. Entre ellos se dedicaron a desmontar las
pseudo-hipótesis de Irving, y particularmente importante resultó el testimonio
de Van Pelt, que demostró que Irving había tenido acceso a los documentos que
demostraban contundentemente que Auschwitz había sido un campo de exterminio masivo
de seres humanos, y que si había llegado a la conclusión contraria, sólo podía
ser por un sesgo personal impuesto por encima de la evidencia.
Pero el testimonio
demoledor vino por parte de Evans. Lipstadt ha dicho repetidamente que para
demostrar los errores de Irving todo fue tan sencillo como revisar las fuentes
a las que apelaba y corroborar su precisión.
Evans lo aniquiló.
Se dedicó a hacer una revisión a fondo de todas las publicaciones de Irving y
demostró contundentemente que estaban llenas de omisiones, distorsiones y
deducciones sin fundamento. Señaló que prácticamente ningún párrafo escrito por
Irving debe ser tomado en serio, y que por ninguna razón merece ser considerado
un historiador.
Sus sesgos
ideológicos fueron confirmados por Funke, que no tuvo ningún problema para
demostrar la militancia fascista de Irving y sus estrechos vínculos con grupos
neo-nazis y la ultra-derecha inglesa y alemana.
El juez Gray dictó
sentencia el 11 de abril de 2000, y concluyó con las siguientes palabras tomadas
de su propio sumario:
“13.167. Las
acusaciones que he concluido que son sustancialmente verdad incluyen las
acusaciones de que Irving, debido a razones ideológicas, ha tergiversado y
manipulado persistente y deliberadamente pruebas históricas; que por las mismas
razones ha dado una imagen incondicionalmente favorable de Hitler,
principalmente en relación a su actitud hacia los judíos y su responsabilidad
en el trato que recibieron; que es un activo negador del Holocausto, que es un
antisemita y un racista y que está vinculado a extremistas de derecha que
promueven el neonazismo. Considero que las acusaciones contra Irving que han
sido probadas como ciertas son de suficiente gravedad como para que esté claro
que el fallo en probar la verdad de las cuestiones expuestas en el párrafo
13.165 no tiene un efecto material sobre la reputación de Irving.
El prestigio de
David Irving quedó en los suelos después del episodio. Nueva Zelanda, Alemania,
Italia y Canadá prohibieron su entrada en sus territorios, y en Francia y
Austria se emitieron órdenes de arresto contra él por diversos delitos, todos
en torno a la negación del Holocausto. Pese a ello, en 2005 Irving ingresó a
este último país, fue arrestado y sentenciado a tres años de prisión, de los
cuales sólo cumplió uno.
Desde entonces,
Irving se mantiene de vender artículos nazis y hitlerianos en internet, y
organizando “visitas turísticas” a la Guarida del Lobo de Hitler, dirigidas por
“expertos en la verdad histórica”.
Sorprendentemente,
los negacionistas del Holocausto siguen citando a David Irving como una
“autoridad en la materia que ha demostrado la mentira del Holocausto”, y apelan
a que toda su desgracia es parte de un complot sionista.
El chiste se
cuenta solo.