Cuando Einstein pasó por Buenos Aires, Montevideo y Rio de Janeiro

20/Ene/2023

Israel Económico- por Claudio Kremen

Israel Económico- por Claudio Kremen

El genial físico judío alemán cumplió una de sus giras de celebridad por el cono sur americano, donde repartió elogios en veladas formales y compartió con su diario personal comentarios menos políticamente correctos. En la foto, el monumento que recuerda el encuentro entre Einstein y Carlos Vaz Ferreira en Montevideo.

Para 1925, el genial físico alemán ya tenía en el bolsillo un Premio Nobel, era muy famoso a nivel global, al estilo de las grandes estrellas de rock y del cine de la actualidad, y recibía invitaciones desde todos los rincones del mundo. Como parte de ese constante tour de la celebridad, Albert Einstein pasó por Buenos Aires, Montevideo y Rio de Janeiro.

En cada lugar que visitaba, Einstein mantenía entrevistas con los más altos mandatarios, reuniones con otros científicos y, muy a menudo, era agasajado por las colectividades judías locales.

Nada de eso faltó en su recorrido por América del Sur, que tuvo todos esos condimentos de alabanzas y formalidad. Sin embargo, algunas cartas personales que se mantienen en los archivos de la Universidad Hebrea de Jerusalén muestran un costado más «gruñón» y sincero del científico.

La universidad, de la cual Einstein (un «candidato» a presidente de Israel) es uno de los padres fundadores, es hogar de la mayor colección de documentos del físico judío nacido el 14 de marzo de 1879.

En el 2019, la casa de altos estudios de la capital israelí adquirió un centenar de manuscritos de Einstein que estaban en poder de un coleccionista estadounidense, incluyendo cálculos matemáticos, cartas dirigidas a colaboradores y otras, más íntimas, para uno de su hijos, Hans Albert.

Esa «proporción» de papeles (cálculos y cartas personales) se repite a lo largo de los 55.000 elementos del Archivo Albert Einstein, donde se pueden hallar, precisamente, las misivas que el físico escribió a familiares durante su recorrido sudamericano y los textos del diario que mantenía.

«La lectura de los diarios muestra a Einstein como un hombre de humor cambiante que lidiaba como podía con el abrumador peso de la fama y pasaba de elogiar el clima o algunas costumbres a golpear con el martillo de su pluma y describir sin filtro a los personajes locales», señaló un artículo del 2019 del diario argentino Infobae.

Según esos diarios, el científico viajó desde Europa a bordo de un barco que hizo escalas en España y Portugal y amarró (con Einstein a bordo) en la Buenos Aires del 24 de marzo de 1925.

Para los porteños hubo algunas críticas. La esplendorosa capital argentina, dijo en uno de los textos atesorados en la Universidad Hebrea, era «una ciudad confortable y aburrida» con «gente delicada, mirada inocente, graciosa pero ‘clichéd’«, es decir, poco original a los ojos del científico.

Apenas bajó del barco, Einstein calificó a Buenos Aires como una metrópolis marcada por «lujo, superficialidad».

Evidentemente, Einstein no pensaba (o no le importaba) que, algún día, sus diarios iban a ser accesibles al público para que pudieran leer sus pensamientos «verdaderos».

«Ya con un día encima en Buenos Aires -continúa el artículo de Infobae-, Einstein opinó que la ciudad era como una ‘Nueva York atenuada por el Sur’.

Luego, cuando se reunió con un director de la Universidad de La Plata, unos cincuenta kilómetros al sur de Buenos Aires, lo presentó en su diario como «un elegante y falso pequeño hombre con una pequeña esposa análoga«.

En los primeros días de abril (el investigador pasó varias semanas en Argentina), Einstein voló en hidroavión Junker, se reunió con el entonces presidente, Marcelo T. de Alvear, y cenó con su amigo escritor Leopoldo Lugones.

De La Plata dijo que se trataba de una ciudad «bonita, tranquila, estilo italiano, con magníficos edificios universitarios que están amueblados en estilo norteamericano».

El 22 de abril de 1925 tuvo un desayuno con personajes que describió como «figurones» de la ciencia y la política y a la noche, finalmente, un momento de regocijo: compartió una velada con estudiantes durante la cual se tocó la guitarra y se cantó. «Y yo, al final, con el violín», reveló Einstein.

Montevideo parece haber tenido un impacto más positivo en el hombre que dibujó la ecuación de la física más popular de la historia: E=mc².

A la capital uruguaya la encontró «mucho más humana y disfrutable que Buenos Aires, algo a lo que las menores dimensiones de la ciudad y el país contribuyeron».

De hecho, compartió una propuesta con su diario personal: «Yo los cortaría (a los países) en pequeñas partes, si tuviera el poder» para hacerlo.

En general, los uruguayos le hicieron recordar «a los suizos y los holandeses», escribió Einstein, según el cual «el diablo se apodera de los países grandes con su locura».

Siguiente parada, Rio de Janeiro, adonde llegó el 4 de mayo. Los textos, escritos en alemán y traducidos al inglés por expertos de la Universidad de Princeton, cuentan que en Rio «todo vive y prospera, por así decirlo, frente a nuestros propios ojos».

«Lo que estoy haciendo aquí probablemente no es mucho más que una comedia»

Allí, «la mezcla de gentes en las calles no tiene precio», escribió Einstein, quien pintó la ciudad como un lugar donde convivían «portugueses, indios, negros, con todos los matices posibles en el medio».

En Rio de Janeiro, retoma el relato del diario argentino, el físico alemán brindó una conferencia en el Club de Ingenieros, donde «la comunicación resultó imposible por razones acústicas» derivadas de los «ruidos» que llegaban desde la calle.

Para peor, esa reunión tuvo «poco sentido científico», se lamentó, para después agregar un comentario políticamente incorrecto: «Aquí, yo soy una especie de elefante blanco para los demás, y ellos son como monos para mí», anotó Einstein.

Finalmente, otro momento de solaz, esta vez con escenografía carioca. «Por la noche, solo en el hotel, en mi habitación, desnudo, disfruto la vista a la bahía con innumerables islas de rocas verdes y parcialmente descubiertas a la luz de la Luna«.

En una carta a su esposa Elsa y a su hijastra Margot desde Buenos Aires, el Nobel de Física resumió cómo se veía a sí mismo durante este tipo de viajes: «la agenda está inmensamente llena, pero yo me siento fuerte e indiferente hacia la gente», agregó.

«Lo que estoy haciendo aquí probablemente no es mucho más que una comedia», confesó el genio judío alemán.