Cuando callar es complicidad

29/Nov/2010

Raquel Burstein

Cuando callar es complicidad

“Van a  matar en Pakistán a una joven por ser cristiana y a la izquierda española le aburre el asunto”. con esta aseveración comienza el artículo publicado esta semana en La Razón de España, por el columnista Alfonso Ussía.
Se refiere a la condena a la horca en Pakistán de Asia Bibi, una mujer cristiana, madre de cinco hijos. Se la considera además de otras cosas, “infiel” y sólo la salvaría  de la muerte, su conversión al islam.
Transcribo las palabras de decepción del columnista Ussía frente a la actitud pasiva e indiferente de la izquierda de su país:”Hace bien nuestra izquierda “buenista” en movilizarse cuando le sale de su tienda de níspero. Pero no por ello haría mal en intentar disimular su falta de interés por la vida de una inocente que va a ser asesinada por el amigo del islam. No sé, una cartita, un breve manifiesto firmado por los de siempre. No se ha movido nadie. Ni Toledo, ni San Juan, ni Sabina, ni Monzon, ni Diego Botto, ni los Barden, ni otros – que suelen rápidamente aliarse a´causas justas’-…solo les robaría cinco minutos para redactar una nota al embajador de Pakistán y pedirle que no maten a una joven por sus creencias religiosas. Salvarían la cara ante mucha gente que no entiende su escala de valores…”
Es evidente que en España hoy predomina una izquierda que defrauda, que retrocede, que no pocas veces es parcial, y que acepta con un silencio cómplice, las barbaridades que acontecen frente a sus ojos (y hay varias…)
Suena a hipocresía, de quienes se creen ser los abanderados de los DD.HH, sin embargo, según sus actitudes sesgadas, éstos aparecen sólo como una “expresión semántica”, ni siquiera como una expresión de obligación moral o al menos “deseos nobles”.
Nos sensibiliza profundamente el empecinamiento y la fortaleza espiritual y física, de esta mujer por defender su identidad. Ella prefiere morir cristiana y no salir de la prisión transformada en musulmana.
En Occidente y aún las propias Naciones Unidas, tienen una asignatura pendiente, con su sistemática falta de compromiso moral, con la falta total de condena internacional frente a permanentes violaciones a los derechos humanos en no pocos países.
Con esta actitud pasiva, se desprestigian en su propio rol: sin atender el sometimiento y el sufrimiento a que están expuestas tantas personas, perseguidas, discriminadas, torturadas y asesinadas.