Chiitas en el país de Saud

10/Mar/2011

El País, Claudio Fantini

Chiitas en el país de Saud

LA BITÁCORA 10-3-2011
CLAUDIO FANTINI
En Arabia Saudita, las protestas comenzaron en la Provincia Oriental, la más extensa y plagada de yacimientos petrolíferos del reino, aunque lo que la convierte en epicentro de la crisis, es que en ella habita el grueso de la comunidad chiita, apenas un diez por ciento de la población del país.
Tafiq al Amer, principal referente del chiismo saudita, no propone una teocracia como la de los ayatolas iraníes, sino una monarquía parlamentaria como la británica (lo mismo proponía en Egipto Hasan al Bana, fundador de la Hermandad Musulmana) en reemplazo del régimen absolutista de la familia Saud, apellido que da nombre al país. Sólo hay dos casos en el mundo de nominación familiar: uno es Arabia Saudita y el otro es el diminuto principado situado entre Suiza y Austria, que lleva el nombre de la familia Liechtenstein.
La tragedia del chiismo saudita es vivir en un Estado regido por el wahabismo, una de las doctrinas más radicales del Islam suní, en la que muchos consideran al chiismo como apostasía.
Cuando a mediados del siglo 18 el jeque Muhamad bin Saud se lanzó a conquistar territorios en la Península Arábiga, se alió a Muhamad bin Abd al Wahab, haciendo de su prédica la doctrina de sus ejércitos y de las tierras conquistadas. Al Wahab promovía la aceptación literal del Corán y la consideración de que quien interpreta o adapta lo que dijo el profeta, falsifica la verdad revelada.
Los descendientes de Bin Saud y de Al Wahab (habían sellado su alianza haciendo casar a sus respectivos hijos) mantuvieron el wahabismo como doctrina oficial. También Abdulaziz al Saud, quien fundó Arabia Saudita en 1932, estableciendo el Corán como constitución y la sharía como ley penal.
El wahabismo lo convierte en el país más teocrático y cerrado del mundo musulmán. Su alianza con EE.UU. es la consecuencia obligada del descubrimiento, en 1938, de las reservas petrolíferas cuya explotación requería tecnologías e inversiones.
Las principales víctimas de ese rigor son las mujeres y los chiitas. Como en el wahabismo no existe el derecho de rebelión y todo levantamiento contra el poder constituye una falta equivalente a la herejía, esta rama del sunismo consideró que Alí bin Taleb, primo y yerno de Mahoma que se rebeló contra la dinastía Omeya, era herético igual que sus seguidores agrupados en la Chía.
Por el solo hecho de venerar a quien llamaron “profeta Alí”, hay sectores del wahabismo que consideran apóstatas a los chiitas. Quizá ese desprecio explique la contradicción de permitir que en las tierras de Mahoma haya bases norteamericanas. Un viejo temor de la casa real es que la mayoría chiita del sur de Irak rompa con Bagdad y procure unificarse con los chiitas de Arabia Saudita. Y está claro que ese miedo cargado de desprecio explica la marginación y el maltrato que sufren los chiitas en los dominios de la familia Saud.