Chiara Lubich, un ejemplo

21/Mar/2011

La Nación, Clara Calvo

Chiara Lubich, un ejemplo

Cristina Calvo
Para LA NACION
Sábado 19 de marzo de 2011
Todos anhelamos la paz y la felicidad, pero las voces del odio y de la división parecen cada vez más fuertes. Esta paradoja exige hoy -tras los homenajes por el Día de la Mujer- actualizar la memoria de quienes supieron encarnar la síntesis entre profecía y testimonio, porque aun viviendo en tiempos plagados de contradicciones fueron capaces de aportar a la recomposición de una sociedad fragmentada.
Hace tres años, fallecía Chiara Lubich, quien en 1943, en Trento, su ciudad natal, desafió los horrores de la Segunda Guerra Mundial proclamando: “Todo lo vence el amor”. Su pasión y compromiso, en medio de un escenario de muerte y destrucción, invitaban a la realización de la fraternidad universal. El pensamiento y la obra de Lubich abrieron caminos en el plano de las relaciones entre los pueblos, proponiendo un recorrido de paz y convivencia entre las culturas. Hoy, la firmeza de su carisma y la eficacia de su obra constituyen un “signo de los tiempos”: abiertos a los valores de la verdad, la paz, la justicia, la solidaridad y el amor.
La clave de su mensaje está en el “arte de amar”, que se concreta en la apertura y disponibilidad a todos sin hacer distinciones, incluso a los enemigos, tomando la iniciativa frente a cualquier persona que se encuentre en necesidad. Estos principios, presentes en su excepcional obra y testimoniados por ella en primer lugar, fueron requeridos en todo el mundo, desde los lugares sagrados del budismo, el confucianismo, el hinduismo, el judaísmo hasta las distintas denominaciones cristianas.
El mundo académico distinguió su contribución a la cultura con 16 doctorados honoris causa en diversas regiones del mundo como Polonia, Gran Bretaña, Malta, Italia, Filipinas, Tailandia, Estados Unidos, México, Brasil y la Argentina. En 1996, fue galardonada con el Premio Unesco de Educación para la Paz. Fue la primera mujer cristiana que habló en 1997 frente a 800 monjes budistas en Tailandia, y ante a 3000 musulmanes en la mezquita de Harlem en Nueva York. En 1998, en Estrasburgo, recibió el Premio a los Derechos Humanos otorgado por el Consejo de Europa. Su atención hacia los más débiles inspiró el proyecto “por una economía de comunión”, para promover un cambio de paradigma dirigido a transformar el sistema de acumulación excluyente en un sistema basado en una cultura del compartir y de la redistribución de la riqueza.
En el campo político, propuso la categoría de la fraternidad para evaluar cada opción política en su finalidad de respuesta a una necesidad social. Desafió a los políticos a “amar el partido del otro como el propio”, porque el bien común tiene necesidad del trabajo de todos. Cuando nos visitó, en 1998, Ernesto Sabato escribió sobre ella: “Ante la terrible situación que atraviesa el mundo, son imprescindibles personas como Chiara Lubich? Siempre he tenido la convicción de que son las mujeres quienes salvan la especie, renovando la esperanza en tiempos de miseria”.