La muerte en Buenos Aires del fiscal Alberto Nisman, ampliamente comentada en estos días, parece salida de una trama de ficción, de esas que mezclan la muerte misteriosa y decisiva de un personaje enfrentado al poder, una denuncia que desnuda los turbios manejos de ese poder y el trasfondo de una sociedad agobiada por la desconfianza y el descreimiento. Si me apuran, podría formar parte de una novela del norteamericano James Ellroy, específicamente de su soberbia Trilogía Americana, que imbrica con gran oficio hechos reales con otros de ficción, que desnudan las miserias de la política y la corrupción en su país. Lo terrible es que se trata de la realidad.
Categoría: AMIA
Es tu elección, Argentina, tu desafío.
No sabremos nunca la verdad específica. La del acontecimiento puntual. Si podremos interpretar la verdad conceptual. Ésta está marcada por hechos reales. Un primer atentado en 1990 y otro más feroz dos años después. Un país incapaz de resolver ambos crímenes y actores que los han encarado de formas diferentes.
Argentina protege a Irán de acusaciones de terrorismo
Estados Unidos y los países occidentales deben aislar y sancionar a los líderes argentinos Alberto Nisman, el fiscal a cargo del caso del ataque terrorista a la central judía en Buenos Aires en 1994, fue encontrado muerto este fin de semana en su departamento, presuntamente asesinado.
La página más oscura de la nueva democracia
Alberto Nisman no era un suicida. Al menos, no lo parecía. Jamás se lo vio deprimido, ni exhausto, ni acobardado. Creía que su investigación sobre los autores intelectuales y financieros de la masacre de la AMIA terminaba en la conducción del gobierno de Irán. Creía ciegamente en esa hipótesis y confiaba, también, en que su trabajo concluiría comprobando la veracidad de esa pista.