Abraham Eidlin, el olímpico

14/Ago/2010

De la Palestina británica y vestido de celeste a los Juegos de Londres ´48

Abraham Eidlin, el olímpico

Por Martín Kalenberg (*)

La Segunda Guerra Mundial recién había finalizado y la destruida Londres ya preparaba sus juegos olímpicos. Era el año 1948 y Abraham Aba Eidlin, con apenas 20 años, era convocado para defender a Uruguay.

Pero el viaje a Londres no fue fácil. Aba tuvo que tramitar de apuro la ciudadanía uruguaya. Aba, todos lo conocen por ese sobrenombre aunque es su segundo nombre, se define como un “sabra”, ya que nació en la Palestina británica el 27 de diciembre de 1927. Sus padres, dos lituanos de Kovno (Kaunas), que se conocieron y casaron en la Palestina británica, lo trajeron a Uruguay cuando tenía 6 meses.

La Corte Electoral le tramitó la ciudadanía en tan solo 23 días. Aba aún recuerda cuando el ex decano de la Facultad de Derecho y autor teatral vinculado al club Goes, Juan Carlos Patrón, salió de la Corte con la Carta de Ciudadanía y le dijo: “sos ciudadano”.

Fama era el nombre de la compañía comercial aérea que lo llevó hacia Londres. El trayecto fue largo: de Montevideo a Recife, donde durmió una noche en una base militar; el segundo día de Recife a Madrid, y para finalizar, el trayecto Madrid – Londres con un breve pasaje por París.

El jugador recuerda aquellos Juegos más como una “aventura” que como una “olimpíada”. El técnico Raúl Canale — dice Aba— no le tenía mucha simpatía aunque prefirió no hablar de las causas de esa mala relación. Lo cierto es que llegó a integrar el banco de suplentes de esa selección siendo el más joven de todos sus integrantes.

Aún más sorprendente fue el debut en el primer equipo de Montevideo, el amor de su vida. Con apenas 16 años tuvo la difícil tarea de marcar al ateniense Adesio Lombardo (medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952).

Su dedicación al básquetbol era recompensada por triunfos y el afecto de la hinchada y la dirigencia de Montevideo, pero no así con un ingreso económico; aún era la época del amateurismo en el básquetbol. Para mantener a su familia compartió su gran pasión con un trabajo: la venta de muebles al por mayor por todo el país, así como cuando joven estudiaba y jugaba al básquet al mismo tiempo. La escuela 86, sólo para varones, de la calle de Arenal Grande, y el liceo Miranda fueron testigos de los días del Aba estudiante.

Lo suyo no era el estudio sino el deporte. De muy joven, Aba jugaba al fútbol muy cerca de la cancha de Montevideo cuando un allegado al club le aconsejó a él y sus amigos que fueran a jugar a la cancha del cuadro del barrio. Integró los planteles de la institución de La Comercial hasta 1960 apoyado en cada partido por su padre, quien era carpintero y tenía una mueblería.

En cierta ocasión, enfrentando a Progreso de visitante, Aba divisó a un hincha muy especial: no era un contratista deportivo ni directivo de otro club que pretendía contratarlo sino el entonces referente del partido político israelí Likud, Menajem Begin, quien posteriormente llegaría a ser primer ministro.

El jugador no recuerda el día y año exacto en que Begin lo vio jugar pero seguro que no fue un Iom Kipur (Día del Perdón) ya que nunca jugaba en esa fecha.

Cuando una vez le preguntaron a su padre por qué Aba no jugaba en Hebraica, el propio jugador contestó: “Montevideo cambió mi vida totalmente, y ellos incidieron en mi madurez. ¿Qué queja puedo yo tener contra Montevideo si me brindan todo y me quieren mucho?”.

Sin embargo, la única vez que Aba debió jugar contra Macabi no lo hizo; era amigo de todos sus jugadores y no podía enfrentarlos. El basquetbolista cosechó muchos amigos judíos en los demás clubes de básquet así como también lo hizo durante 20 años siendo parte de la filial “Brajá” de la B´nai B´rith.

Cuando cumplió 80 años sus hijas le prepararon una sorpresa: sus compañeros del equipo de Montevideo lo acompañaron en el festejo. Cuando Aba recuerda aquél quinteto histórico, su nieta Constanza pronuncia en voz alta los nombres y apellidos de los titulares. La niña, una de los cinco nietos de Eidlin, se muestra muy compinche con su abuelo de quien dice que es hincha de Biguá. Aba ríe y dice que Montevideo es el único equipo que tiene en el corazón.

Confiesa que antes le hacían muchas entrevistas pero que ahora lo han sustituido por los nuevos cracks. Los Juegos Olímpicos de Londres ya cumplen 60 años y para el judaísmo uruguayo marcan un hito, con su primer representante olímpico.

“Decile a mamá que nos venga a buscar”, le dice el entrevistado a su nieta. El olor a café y a sándwiches de un popular bar de Pocitos se desvanece, pero las ganas de Aba de tirar un gancho al aro aún permanecen intactas.

(*) Martín Kalenberg es graduado en Periodismo. Coordina la web institucional de la Universidad ORT. Colabora con Semanario Hebreo.