Pilar Rahola: “Cuando aumenta el antisemitismo en el mundo es un indicador de que la sociedad se está degradando”

20/Jun/2024

Revista Galería (Búsqueda) – por Carolina Villamonte

Revista Galería (Búsqueda) – por Carolina Villamonte

La periodista y escritora catalana trabaja en contra del antisemitismo, explica desde su punto de vista el conflicto entre Israel y Palestina y critica el manejo que los medios han hecho de la información. Crédito foto: Mauricio Rodríguez.

La política del mundo está en un momento muy complejo. La guerra en la Franja de Gaza ha disparado el antisemitismo a niveles muy álgidos, con manifestaciones en Estados Unidos, problemas en Francia y Argentina, también en Uruguay. Al mismo tiempo, el islamismo toma fuerza en Occidente.

Pilar Rahola, periodista catalana, exvicealcaldesa de Barcelona, analista y escritora, de ideología de izquierdas y familia católica, aunque no es creyente, sostiene que históricamente sucedió que el aumento del antisemitismo en el mundo es un indicador de que la sociedad se está degradando, porque bajan los índices de tolerancia, baja la complejidad del pensamiento. Esgrime tres causas en el aumento del antisemitismo: el odio cristiano ancestral, el odio de las comunidades islámicas, y el antisionismo de la izquierda, que ella considera una forma de antisemitismo. Según la analista, estar en contra de que el pueblo judío tenga un Estado es estar en contra de que un pueblo que ha sufrido un genocidio tenga derecho al derecho internacional. “Nadie discute Ghana o Gambia. Nadie discute países que se hicieron con una regla y un puro de Churchill después de la Segunda Guerra Mundial. Pero, en cambio, ese fenómeno de izquierdas discute a Israel”. También apunta el silencio de los movimientos feministas en la causa por las mujeres israelíes víctimas del ataque del 7 de octubre, muchas de las cuales aún siguen secuestradas.

Rahola estuvo en Montevideo invitada por Combat Antisemitism Movement (CAM), en colaboración con la Misión de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Uruguay para dar una charla a estudiantes y docentes universitarios bajo el título Los dilemas del pensamiento único, con la intención de exponer sobre cómo este pensamiento le está ganando al pensamiento crítico.

¿Cuál fue el mensaje que usted quiso transmitir a estudiantes y docentes universitarios?

Yo estoy enormemente preocupada por la imposición del pensamiento único, por una degradación importante del debate del pensamiento global del mundo intelectual. En estos momentos en el debate público hay más consignas que ideas, y hay más pancartas que debate. El hecho es que ustedes, por ejemplo, en Uruguay, que es uno de los países más tranquilos del entorno, han tenido en poco tiempo dos problemas serios que tienen que ver con el pensamiento único y también con el antisemitismo. Uno fue el de este profesor (Alberto Spektorowski, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación) al que se le boicoteó la posibilidad de hacer un seminario en la universidad. El otro, lo que ha ocurrido con esta dirigente política (Mariana Wainstein, directora nacional de Cultura) a la que finalmente la equiparan con lo peor de la historia de la humanidad, que es el nazismo. Estos son dos pequeños indicadores de algo mucho más gordo que está ocurriendo en el mundo. Nos retrata que estamos simplificando hasta los límites el debate público y el mundo de las ideas. Entonces, tenemos una base social que tiene una cantidad enorme de respuestas y no se hace preguntas, y a mí eso me aterra, porque cada vez que pasamos de un mundo más dialéctico y más complejo a un mundo simplista, cargado de respuestas y con muchas soluciones, y en cambio, sin ninguna capacidad ni de resolver los problemas ni de hacerse preguntas, es cuando estamos más degradados. De hecho, va parejo. Cuando aumenta el antisemitismo en el mundo —históricamente siempre fue así— es un indicador de que la sociedad se está degradando, bajan los índices de tolerancia, baja la complejidad del pensamiento, baja todo. Y ahora estamos en un momento muy álgido de este fenómeno.

¿Dice que el odio hacia los judíos funciona como una primera alarma de un fenómeno más grande? ¿A qué se refiere?

Uno no sabe por qué de golpe un pueblo se convierte en el chivo expiatorio de la historia, pero lo cierto es que desde siempre fue así. Empezamos desde la vieja Sefarad, donde la sociedad mezclada, musulmana, judía y católica, tuvo momentos de gran esplendor. En Barcelona se llegaron a encontrar algunos de los sabios más importantes de Europa por el 1300. Y de golpe, el primer indicador de que estábamos degradándonos fue la expulsión de los judíos. Primero les dijimos: no podéis vivir entre nosotros si no compartís nuestras ideas: luego les decimos: no podéis vivir entre nosotros, y luego: no podéis vivir (el Holocausto). A partir de ese momento el antisemitismo, especialmente el cristiano —tanto católico como protestante, porque Lutero era un antisemita— se convirtió en un eje fundamental y fundacional del pensamiento global europeo. La historia de Europa no se explica sin los judíos, pero tampoco se explica sin el odio a los judíos. De hecho, acabamos en el estadio final, que fue una industria de exterminio que mató a dos terceras partes del pueblo judío. Pero si tú sigues el hilo desde el Sefarad, la expulsión de los judíos, pasando por los pogromos rusos, por el affaire Dreyfus en Francia, por la exaltación antisemita de principios del siglo XX en Alemania y en Austria, que después derivarán en el discurso nazi, en cada momento de degradación de la sociedad o de problemas económicos o de falta de valores, de crisis global, siempre está el chivo expiatorio judío, que es el culpable de todos los males. Y esto continúa pasando ahora. Fíjate que los judíos son alrededor de 15 millones de personas, pero de ellos hablan 8.000 millones de personas. Eso no pasa con ningún pueblo en el mundo; 8.000 millones no hablan del conflicto en el Sahel, o no hablan de cualquier grupo nacional de los armenios en Nagorno Karabaj, o de los catalanes, que tenemos nuestros líos. Pero, en cambio, 8.000 millones saben que los judíos existen, que son malos, que Israel es muy mala, etcétera.

¿Dónde radica ese odio a los judíos?

Yo creo que se ha ido conformando primero a través de la religión, después a través del otro gran fenómeno ideológico que también traspasa al mundo, que es el islamismo. El islam­ es globalmente antisemita, como lo fue el catolicismo, y no ha hecho la reconversión, que el catolicismo sí la hizo. Pero además, más allá del islam, donde evidentemente hay personas democráticas y gente que lucha por sus derechos igual que en cualquier lugar, el fenómeno ideológico del islamismo, del salafismo radical que deriva en el yihadismo, es un fenómeno fundacionalmente antisemita. Si a alguien odia en el mundo es a los judíos, y esto representa cantidad de miles de mesquitas o madrasas coránicas en todo el mundo, donde cuando te están enseñando el Corán, te están enseñando a odiar a los judíos, y hablamos de 1.800 millones de personas cuya educación está contaminada con el antisemitismo. Suma esto y suma el tema católico o cristiano, y luego suma la tercera tendencia, que es, desde los tiempos del estalinismo, una permanente criminalización de Israel­ como Estado judío por parte de la izquierda global, que ha ido cuajando en una idea que es, teóricamente, solo antisionista y no antisemita, pero al final todo se confunde. Los problemas que tenemos ahora en sinagogas en Estados Unidos o el aumento del antisemitismo muy exponencial en Argentina o en Francia, y por supuesto, lo que ha pasado en Uruguay, tiene que ver con esa confusión entre el judío y el israelí, porque al final todo se mezcla. Aparte de que ser antisionista, es una forma de ser antisemita. El sionismo solo dice que el pueblo judío tiene el derecho internacional de tener un Estado. Estar en contra de eso es estar en contra de que un pueblo diezmado, que ha sufrido la industria del exterminio, tenga derecho al derecho internacional.

¿Estamos asistiendo a un fortalecimiento del islam radical en todo el mundo?

El islam tiene una mentalidad de conquista histórica. Eso no significa que no haya habido momentos en la historia del islam que han sido mucho más reformistas o más tolerantes. Incluso hubo épocas donde los judíos, por ejemplo, vivieron mejor en tierras islámicas que en Europa­. ¿Cuándo empieza el tema a ser muy serio? A partir del salafismo (movimiento islamista radical totalitario), y de la concesión de la conquista, ese concepto milenario de que tiene que existir un califato (régimen monárquico) en el mundo, porque somos la religión buena, y si alguien más hay que no es del islam tiene que pagar el diezmo­, pero está subyugado. Esto que parece un cuento de Alí Babá hoy es la ideología que está en todo el fenómeno yihadista del mundo, desde el Estado islámico hasta Hamás, desde el Hezbolá­ hasta Al Qaeda. Es decir, en cualquier mezquita, incluso aquí en Uruguay o cualquier lugar del mundo, en estos momentos, si hay un discurso salafista hay una educación antisemita profunda y una convicción de que tienen que dominar el mundo. Con eso nos han matado. Nos han matado en AMIA, en Atocha, el 7 de octubre, etcétera. Tenemos un problema importante con el islam. Eso no significa con toda la gente que es musulmana, porque para mí, las mujeres que luchan en Irán son mis hermanas, o Malala intentando estudiar y que estén a punto de matarla, o los opositores en los regímenes teocráticos, toda esta gente tiene valores de libertad. Pero el fenómeno del islam como ideología es un fenómeno de conquista, y nos quieren conquistar, no tengo ninguna duda de ello.

Tomando el concepto de antisionismo del que venía hablando, ¿se puede estar en contra de Hamás y en contra de Netanyahu?

Sí, por supuesto.

¿Se pueden cuestionar decisiones en la respuesta de Israel sin considerarlo un acto antisionista?

Toda la crítica, todo el pensamiento crítico cuando se dirige de una manera equitativa es bueno. Los principales opositores a Netanyahu son israelíes, que están cada día manifestándose. Estuve hace un par de meses en Israel, cada día había manifestaciones en contra, y durísimas. Había una foto en las calles de Tel Aviv con la cara de Netanyahu y la palabra culpable en rojo. Una cosa muy potente. Es decir que la crítica a cualquier gobierno, en este caso al gobierno israelí, o incluso la crítica de cómo se está desarrollando la guerra en Gaza forma parte del pensamiento crítico, y de eso no tengo nada que decir.Pero en estos momentos esto no es lo que ocurre. Lo que se ha producido es una banalización del terrorismo a límites muy considerables. En las universidades se ha gritado a favor de Hamás, se ha gritado a favor de la destrucción de Israel. Yo vivo delante de la universidad y los estudiantes gritaban “Israel desaparecerá, Palestina vivirá”. Esto es una confusión brutal. Bueno, la vicepresidenta española hablando de que Palestina tiene que llegar del río al mar, que eso significa la destrucción de Israel. Esto ya no es crítica, esto tiene que ver con una posición ideológica que banaliza el horror de las organizaciones terroristas en Gaza, y en cambio culpabiliza inequívocamente solo a Israel. Es un planteamiento maniqueo. Esto no es pensamiento crítico, esto es ideología, y por tanto no es un debate, es propaganda, y ahí sí que soy profundamente crítica. Netanyahu, desde mi punto de vista, tendría que haber dicho: “Ciudadanos de Israel, yo acabo la guerra porque tengo que rescatar a los secuestrados, pero me voy al día siguiente”. Eso habría bajado la tensión en Israel, habría creado otra expectativa. No lo ha hecho, quiere quedarse, yo creo que complica la situación una barbaridad. El tema de la guerra es complejo, las guerras son trágicas, la gente muere. Pero convertir esa guerra en un genocidio es, aparte de una falsedad perversa, un intento de solo convertir a Israel, que fue víctima, en culpable y a los que fueron culpables, solo en víctimas. Nuevamente es el maniqueísmo. Hay que entender que Israel es un país muy pequeño. Tiene en estos momentos cinco focos de guerra: está en guerra en Gaza, donde tiene más de 130 secuestrados y tiene a los familiares de los secuestrados pidiendo cada día que los saquen de los túneles; tiene misiles de Hezbolá en el norte, que cada día disparan; hay 250.000 personas del norte israelí que están refugiados en hoteles; han empezado a caer misiles desde Irán, que a través de la Guardia Revolucionaria iraní caen desde Siria y caen desde Yemen. Además, entraron en su territorio y masacraron a su gente de la manera más brutal, y encima el mundo ha decidido que es el único culpable. Hoy leía una información de seguridad, hablando de que es muy posible, según la prensa libanesa, que estalle la guerra con Hezbolá. Entonces, es un país de 9 millones de personas, que no es más grande que Uruguay, que su ejército no es profesional, no son los Wagner rusos, son la gente. A mi amigo Shay (Salamon) se le han muerto cuatro amigos. Y tienes delante un agente que es Hamás, que te dice: “Os hemos matado y vamos a volver a hacerlo”. Y tienes que entrar en Gaza, donde vive la población civil, una parte de la cual es favorable a Hamás, con cantidad de brigadas de Hamás aún activas, que son miles de personas cargadas de armamento, con edificios civiles cargados de armamento, y con 700 kilómetros de túnel, que es el doble del metro de Nueva York. ¿Quién se mete en esa guerra? Claro, convertir esa guerra tan compleja en el simplismo del genocida es otra vez propaganda, no tiene nada que ver con la realidad.

¿Por qué entonces tanta gente está hablando de genocidio?

Eso es un invento de la izquierda woke, que es la izquierda que se ha quedado sin causas y ahora solo le queda la kefia palestina, que está pervirtiendo las causas. Porque en el plano de las ideas, lo que más me preocupa de esta nueva izquierda es que en lugar de luchar por la causa global, lucha según las partes. Te lo explico: yo, por ejemplo, he sido una luchadora de los derechos de la mujer desde siempre. Cuando hubo los secuestros de niñas en Nigeria me apunté a las campañas; cuando hubo la revolución Vida Libertad Mujer en Irán, estuve muy activa; cuando el MeToo americano, también, y cuando hay una violación masiva de centenares de mujeres y niñas, y gente mayor de la manera más brutal, el 7 de octubre, también. Fíjate que el MeToo o el feminismo se apunta a las nigerianas, poquito a las iraníes, y en cambio desprecia a las víctimas israelíes. ¿Qué ha pasado en el mundo? Que ya no defendemos a las víctimas, sino que depende de quién, depende de qué origen, que es el fenómeno woke. Las niñas de 13 años violadas 40 veces, como tenemos esos casos, son víctimas, víctimas de una misoginia terrorífica, malvada y letal. Y pasa lo mismo con el genocido, el genocidio es algo muy serio. Genocidio hemos tenido el de Ruanda, tuvimos el de Armenia y tuvimos el del Holocausto, y no hay más. Luego hay guerras atroces. Si lo de Gaza es un genocidio, ¿los 400.000 muertos del Yemen qué son? ¿O no existen? Ah, es que no existen, es que no le preocupa a nadie.

En esta guerra el pueblo palestino es otra víctima.

Depende. El pueblo palestino, como concepto, claro que es víctima. Es víctima desde los inicios, porque siempre ha estado en un fuego cruzado de intereses. Hay que recordar que el pueblo palestino no existía, eran árabes que vivían en la zona. El concepto palestino nace en los campos de refugiados en Siria y en Jordania, cuando tantos sirios como jordanos utilizan a los árabes que están en lo que después es Israel para sus intereses políticos y geopolíticos. Jordania hace la guerra a Israel porque quiere la Transjordania. La prueba es que hasta el 1967 Jordania controla a Cisjordania y Jerusalén Este­, y no crea un Estado palestino. Egipto controla Gaza hasta el 67 y no crea un Estado palestino. Cuando Israel firma la paz ofrece Gaza como territorio palestino para crear un Estado, y Egipto no quiere. Y cuando Israel se va hace 14 años, completamente, y lo deja en manos de Hamás, Hamás destruye todas las infraestructuras que Israel había creado, y se prepara para una permanente lucha contra Israel en lugar de crear. Con el dinero que ha recibido Hamás, podrían haber creado un país extraordinario. Se calcula que han recibido el doble de lo que recibió Europa con el Plan Marshall­ en proporción. Bien, a partir de aquí, ¿qué responsabilidad tiene el pueblo palestino? No lo sé. ¿Cuántos ciudadanos con pensamiento crítico hay en Palestina? Pocos, también porque han vivido en una dictadura, en el caso de Hamás, y han vivido con una corrupción sistémica en el caso de la Autoridad Nacional Palestina. Entonces, hay una parte que es cómplice, porque se ha acomodado al sistema, y una parte que probablemente es crítica con los suyos y también crítica con Israel, que tiene todo el derecho. Pero esa gente tiene que tener una vida, tiene que tener un Estado, tiene que tener una administración, una libertad y una seguridad. ¿Cómo se construye eso? Es la gran pregunta. De entrada quiero recordar que en los diferentes planes históricos ha habido cinco oportunidades de crear un Estado palestino; y dijeron que no permanentemente porque el objetivo de Hamás es la destrucción de Israel, no es la creación de un Estado. Israel, contrariamente a la propaganda, no tiene ningún interés en Gaza, nadie quiere Gaza. Se fue de allí y solo ha vuelto cada vez que les han tirado misiles. ¿Querrá Irán que se cree un Estado palestino en esos términos? Irán no quiere, e Irán es quien manda allí.

Ha hablado del rol deficiente de los medios de comunicación en este conflicto y la guerra mediática. ¿Cree que se ha hecho un mal manejo de la información?

Hoy estamos más masivamente informados y peor informados que nunca. Es decir, evidentemente con la aparición de las redes sociales ha cambiado el panorama periodístico, pero el problema es que han influido de una manera determinante en lo que podríamos llamar la “prensa seria”, especialmente aquella que vive de la rapidez. La pregunta que yo me hacía al principio de la guerra en Gaza es: ¿cómo la BBC, que es un grupo mediático que yo respeto profundamente, está convirtiendo en titular la propaganda de Hamás al minuto? O sea, entraba un tanque en Gaza y Hamás decía: 1.500 muertos. Bueno, el Ministerio de Salud de Palestina, que es Hamás; allí nadie se mueve que no sea Hamás. Y tú entonces veías que lo que acababa de decir Hamás, que era pura propaganda, porque es imposible saber las víctimas en una guerra inmediatamente, se convertía en un titular en la BBC, o en El País, o en cualquier otro, cuando normalmente, todos los que hemos cubierto conflictos bélicos sabemos que la verdad es la primera víctima de una guerra, y que por tanto tienes que tener muy en cuenta no convertir la propaganda en información, porque es un arma de guerra. En la guerra de Gaza, desde el primer minuto la propaganda ha sido la información, no se ha controlado nada, no se ha verificado. Claro, Israel no puede dar datos porque hace una investigación y eso tarda días. Hamás no tiene problemas en darte los datos al minuto. Los que quiere, y se compran. Ahora han bajado un poco, pero hemos estado meses comprando no sé qué patatas, que es lo que después deriva en genocidio, genocidio.

¿Pero por qué la BBC cayó en esa trampa, que es la base del periodismo?

Yo tengo mi teoría de bolsillo, porque en todo esto que hablamos también hay más interrogantes que respuestas. Creo que las redes sociales, que tienen un impacto mediático tan brutal —la gente cree más a Twitter a veces que a un gran periódico—, tienen un componente de rapidez que inquieta profundamente a los medios que son más lentos. Entonces, si de golpe aparecían 500 tuits diciendo: “Han muerto 3.000 personas en Gaza” y la BBC no lo había recogido, eso creaba la inquietud porque quedaba fuera de la noticia, y entonces se crea mimetismo entre la información en redes, que es inmediata, y la necesidad de dar información al minuto, porque a la BBC también le exigimos que nos dé la información al minuto. Pero la información de una guerra no puede saberse al minuto, entonces hay una contradicción en la necesidad de dar la noticia y la imposibilidad de darla. Pam… acabamos en la propaganda. Y luego tiene que ver evidentemente con el fenómeno de los bots, que nos alteran completamente. También aquí el mundo está mal. Las tres grandes fábricas de bots del mundo son China, Rusia e Irán, y se calcula que el segundo día después del pogromo del 7 de octubre, ya había más de 40.000 bots rusos criminalizando a Israel en las redes. La gente no sabe si lo que está leyendo es una cuenta falsa o no lo es. Déjame decirlo en una frase, que estos días la he pensado mucho y repetido mucho: esto es (Joseph) Goebbels con internet.

Usted es catalana, de educación católica y con una visión política de izquierda, ¿Por qué adhiere a la causa de los judíos?

Yo no soy creyente pero sí mi familia, he ido a escuela de monjas, y tengo un gran respeto por la gente que tiene fe. Me gusta decir que creo en los que creen de verdad. Provengo de la izquierda y de hecho todas las causas en las que he luchado, los derechos de la mujer, los derechos LGTB, el divorcio, el aborto, son, eran y serán mis causas, forman parte de mi paquete ideológico. Por tanto, en los derechos civiles soy claramente de izquierdas. En el terreno económico, como buena catalana, soy defensora de la economía productiva, no me gustan los Estados intervencionistas, soy una liberal en términos económicos, siempre con un sentido de justicia social, creo en la clase media, no creo en el papá Estado. En este sentido me alejo muchísimo de los planteamientos socialistas o comunistas. Y en el terreno de la fe, de la religión, las tradiciones, la familia, soy bastante tradicionalista, respeto la fe, me gusta el concepto de familia porque me parece una red de solidaridad, me gustan las tradiciones. Con lo cual, que me diga alguien qué soy, ¿soy una rara avis? No, soy una hija de la Ilustración, y la Ilustración es la capacidad de hacerse preguntas y tener respuestas, de ser una persona pensante. Yo soy una persona pensante, puede que no piense bien o me equivoque en mi análisis, pero me interrogo todo. A mí me gusta la duda, y eso es para mí el pensamiento libre. Hay veces que mi interrogación me lleva a estar con la marea y con el políticamente correcto, y hay veces que estoy en contra del políticamente correcto porque se vuelve una forma de pensamiento único. De manera que todas mis tradiciones a mí me pesan. Ser catalana me ha llevado a ser una luchadora por los derechos de los pueblos, por eso quiero que el pueblo palestino viva en paz, y cualquier pueblo en el mundo. Me ha preocupado siempre la solidez de las democracias, y por eso me interesa Israel y me preocupa Hamás. Soy una luchadora contra las organizaciones yihadistas y el totalitarismo, por eso estoy en contra del Estado Islámico, de Hamás, de Hezbolá­ y todas estas locuras. Y en el caso judío, mi papá me enseñó la cultura del Holocausto. El Holocausto era para nosotros el ejemplo más brutal, terrible y letal de fascismo. Mi familia fue muy represaliada por Franco; mi tío abuelo fue el primer condenado a muerte que Franco firmó, porque era un intelectual pacifista. Y desde siempre, en el comedor de mi casa se habló de los judíos como un pueblo diezmado, perseguido, como un ejemplo de lucha por el derecho a estar y a vivir.