Martin Uher, el futbolista de Eslovaquia Justo entre las Naciones

21/Jun/2024

Libertad Digital- por Tolo Leal 

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La historia del deporte nos ha dejado una lista importante de estrellas que se jugaron la vida por salvar a los judíos del Holocausto. Del eterno ciclista italiano Gino Bartali, al jugador de tenis de mesa Zarko Dolinar, entre muchos otros. Un comportamiento que les ha valido el reconocimiento para el resto de los tiempos más allá de la competición deportiva. Uno de ellos fue un futbolista checoslovaco. Un ejemplo más de que, en ocasiones, el fútbol puede salvar el mundo. Crédito foto: Yad Vashem.

Su nombre, Martin Uher. Nacido en Vistuz el 26 de junio de 1905, fue en el 1. ČsŠK Bratislava (precursor del Slovan Bratislava) donde alcanzó sus mayores hitos como futbolista. Aunque su único título lo conquistaría con el Sparta de Praga, donde jugó un año. Llegaría, incluso, a ser convocado con la selección de Checoslovaquia, una de las grandes potencias mundiales de los años 30.

Su nombre futbolístico quizá no haya trascendido mucho más allá de su país. Pero su faceta humana le hizo ganarse un hueco en la leyenda una vez iniciada la Guerra.

De una familia de buen estatus social, y con un reconocimiento nacional generado a través de su desempeño futbolístico, Uher decidió abrir un negocio de telas una vez abandonada la competición, antes de lo deseado por una lesión.

Una tienda que funcionó bien, también durante la Segunda Guerra Mundial, pero que sobre todo sirvió de refugio para salvar vidas. Porque ahí escondería, en primera instancia, a Elizabet Fleischer. Una joven de 19 años que se veía dramáticamente amenazada ante la oleada de deportaciones de muchachas y mujeres jóvenes del país en 1942.

No sólo eso. Meses más tarde la familia Fleischer al completo veía recovado su permiso de trabajo. Corrían el peligro de ser deportados a un campo de trabajo. Pero Uher evitó que así fuera: de manera clandestina, contribuyó a su huida hacia Hungría.

Tampoco era aquel un lugar muy seguro. Sobre todo tras la ocupación alemana de 1944. Uher se encargó esta vez de que la familia lograra regresar, a escondidas, a Checoslovaquia.

La historia se repetiría unos meses después. El levantamiento nacional eslovaco y la subsecuente invasión alemana en agosto del 1944 significó también la persecución de los judíos en el país. Martin Uher usaría de nuevo su negocio para esconder a la familia al completo. Y no serían los únicos. Se estima que en total Uher llegaría a esconder en la trastienda de su negocio de telas a más de una decena de judíos.

Aquella actividad clandestina y peligrosa, tantos judíos escondidos, comenzó a ser vox populi. Uher temió, con motivo, que su local fuera registrado. Y consiguió hallar un nuevo escondite para todos sus protegidos. Pero en el proceso de cambio fueron delatados, capturados, y enviados a Theresienstadt, el campo-ghetto situado a unos 60 km de Praga. Un lugar simbólico –y muy bien utilizado- para el nazismo, y en el que, por cierto, se llegaron a disputar competiciones de fútbol.

A pesar de las inmensas dificultades, algunos de aquellos a quienes había protegido Martin Uher llegarían a sobrevivir a Theresienstad. Entre ellos, Elizabet Fleischer. Concluida la Guerra se reencontrarían, y contraerían matrimonio. Tendrían un hijo.

Justo entre las Naciones

El 20 de junio de 1990, unos días antes de que Martin Uher cumpliera 85 años, le fue comunicada la noticia de que sería reconocido como Justo entre las Naciones. Sería distinguido por el Yad Vashem, la institución que rinde el máximo honor a aquellas personas que, sin ser de confesión o ascendencia judía, prestaron ayuda de manera altruista a las víctimas, por su condición de judíos, de la persecución emprendida por el régimen Nazi y otros afines en Europa con anterioridad y durante la Segunda Guerra Mundial.

Martin Uher contestaría a tal reconocimiento con una carta a la organización, asegurando que era “el más bonito regalo que jamás podría haber recibido”.

Desgraciadamente no podría recibirlo en vida. Fallecería unos meses más tarde, en 1991. Pero desde entonces, en el Jardín de los Justos de Jerusalén, un árbol recuerda su figura para siempre. La figura de Martin Uher. El futbolista que, a escondidas y arriesgando su propia vida, salvó a más de una decena de judíos del Holocausto.