Observadores de todo el mundo miran con inquietud el movimiento de protesta surgido en la población egipcia. Los manifestantes claman por democracia y contra la administración de Hosni Mubarak, pero nadie sabe cuál es la alternativa que podría finalmente imponerse en el caso, aún improbable, de que el régimen se desfonde. Y esto ocurre en el mayor de los Estados árabes, convertido desde hace años en un factor de equilibrio en una región conflictiva. Recién aparece una figura capaz de reunir y darle un sentido de futuro a la protesta, pero nadie puede aún aventurar un desenlace.
